MIRADOR
¡Basta ya de cuentos chinos!
China provoca reacciones variopintas según el lugar del mundo y el enfoque desde el que se analice. Por aquí hay voces que proponen romper relaciones diplomáticas con Taiwán y establecerlas con el gigante asiático alegando que ese enorme mercado es más propicio para comerciar y para ello ponen el ejemplo de países vecinos que tomaron tal decisión. En el análisis excluyen la valoración política y la geoeconómica porque se visualiza a China como un país políticamente comunista, pero “capitalista” en su economía y ese error conceptual permea el resto del estudio.
China es una gran industria de 1,500 millones de obreros y empresas, cuyo gobierno pone a trabajar metódicamente en función de intereses políticos y expansionistas. Adquiere deuda externa de países y crear dependencia a futuro, provee préstamos millonarios que hipotecan de por vida al deudor, produce más barato que cualquier competencia porque no hay libertad económica ni empresarial y el gobierno decide salarios y márgenes comerciales. En el fondo: planifica la conquista del mundo con una adecuada y eficiente herramienta: la geoeconomía.
La mayores reservas de dólares —18% del total mundial— están en China y suman más que las de Japón, Suiza, Arabia Saudita y Rusia juntas. Es el principal socio y el país con el que los Estados Unidos tienen el mayor déficit comercial. Desde 2009, China —2a. economía del mundo— ha promovido un nuevo colonialismo en África lanzándose a la compra de las materias primas de dicho continente y convirtiéndose en el principal y estratégico socio comercial africano, lo que algunos interpretan como una “adquisición” progresiva que generará dependencia. China, además, desea crear su propio “internet”, es pionera en producción y exportación de tecnología y destaca en marcas de telefonía celular que lideran parte del mercado.
El mayor error en los análisis que se hacen de China es soslayar que es una dictadura, lo que debería impedir establecer comparaciones con economías capitalistas. La libre empresa, la legislación antimonopolios, la libertad de producir y consumir y el Estado de Derecho, entre otros, están ausentes en el Estado chino, cuyo gobierno direcciona, según su interés, las relaciones comerciales y la producción de bienes y servicios con la idea de acaparar mercados y liderar el mundo.
Si analiza las decisiones de los diferentes congresos del partido comunista de la extinta Unión Soviética, observará como desde el Estado se programó —en su momento— como geoestratégia la expansión del comunismo, lo que incidió en el mundo de diferentes formas de las que en el continente aún conservamos Cuba y las secuelas de las guerrillas centroamericanas. El sistema chino de planeamiento es exactamente igual pero con vectores de intervención económico-financiera en lugar de político-militar porque la geoeconomía es un arma más sutil que la geopolítica y mucho menos comprendida por quienes obvian valores democráticos y pierden el tiempo con inapropiadas equiparaciones de cuestiones antagónicas.
En unos años el mundo puede estar “controlado” por una China que está tomando el control —directo o indirecto— de muchos países a través de la compra de deuda externa, prestamos diversos, relaciones comerciales, diferentes inversiones y como peor escenario, con el anclaje a una tecnología que desbanque la occidental, por ahora todavía líder. No es por la vía de la legislación proteccionista que se debe acometer el tema, sino por la de exigencia de libertad, valores democráticos y principios jurídicos esenciales. Algunos pensarán que es un escenario catastrófico, pero si coloca los números sobre la mesa, el ritmo de la acción, la geoeconomía como arma y la dirección política y social centralizadas en el Estado, quizá concluya que todo es posible.
www.miradorprensa.blogspot.com