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Juicio al “Chapo” Guzmán: el día que el capo de Sinaloa casi se accidenta en un avión y otras sorprendentes anécdotas relatadas en el juicio en Nueva York

Joaquín "el Chapo" Guzmán despegó de Guadalajara rumbo a la ciudad de Durango a bordo de su Cessna 206 pilotado por Miguel Ángel Martínez. Pero cambió de planes en pleno vuelo.

Un testigo del juicio contó una anécdota sobre un accidente de avión que sufrió Guzmán. REUTERS

Un testigo del juicio contó una anécdota sobre un accidente de avión que sufrió Guzmán. REUTERS

Guzmán ordenó aterrizar en un pueblito con “una pista de tierra, corta”, dijo Martínez este lunes como testigo cooperante del juicio al Chapo por narcotráfico, que se desarrolla en Nueva York.

“Cuando empecé a aterrizar el avión, la hélice pegó con el suelo”, agregó.

Guzmán permaneció “calmado”, según Martínez, pero su guardaespaldas se enfureció por el peligro que acababan de pasar.

“Me quería matar”, dijo el testigo.

Sostuvo que el Chapo tranquilizó a su guardaespaldas e indicó a Martínez que no quería que volara más aviones para él: “Me dijo que yo era un piloto muy malo”.

Martínez pensó que era el fin de su relación laboral con Guzmán. Sin embargo, fue lo contrario. El Chapo le pidió que abriera una oficina en Ciudad de México para mejorar las relaciones con la policía, dijo, a través de sobornos.

Era marzo de 1987.

En los años siguientes, aseguró Martínez al jurado en Brooklyn, Guzmán le confió cada vez más responsabilidades que incluyeron comprar toneladas de cocaína en Colombia y enviarlas a Estados Unidos a nombre del Chapo y su cartel de Sinaloa.

Y, de paso, relató varias anécdotas sorprendentes de su vida en el mundo del crimen.

“Tienes que traer más que Amado”

Guzmán, de 61 años, está acusado de introducir más de 150 toneladas de drogas a EE. UU. como líder del cartel de Sinaloa. Si es hallado culpable, podría recibir cadena perpetua.

Pero el Chapo rechaza los cargos y sus abogados alegan que es apenas un chivo expiatorio y que el verdadero líder del cartel mexicano es Ismael el Mayo Zambada, que sigue prófugo y nunca fue a la cárcel.

La defensa cuestiona además la credibilidad de testigos cooperantes como Martínez, a quien en los alegatos iniciales del juicio describió como alguien que esnifaba cuatro gramos de cocaína por día y casi “perdió la nariz”.

Martínez cayó preso en 1998 y sobrevivió a intentos de asesinato en la cárcel de México. Fue transferido a EE. UU. bajo el programa de protección de testigos y se presentó en el juicio contra el Chapo bajo medidas especiales de seguridad.

El juez Brian Cogan prohibió a los dibujantes de la corte retratar su rostro.

Durante su testimonio, que continuó este martes, Martínez dijo que en aquellos tiempos Guzmán le indicó que “el jefe de todos” en su incipiente organización era Juan José Esparragoza, alias el Azul.

Pero añadió que, tras el arresto de Esparragoza en 1986, el Chapo pasó a manejar el día a día del cartel, que en los años siguientes pasó a tener más de 200 empleados, desde secretarias hasta pistoleros.

A pocos metros de Guzmán, que lo miraba de brazos cruzados desde el banquillo de los acusados, Martínez sostuvo que él mismo llegó a ser “un gerente” del cartel de Sinaloa.

Afirmó que a principios de la década de 1990 Guzmán sobornó a Guillermo González Caldernoni, un oficial de policía que terminó asesinado en Texas en 2003.

“Se le mandaron dos o tres veces cerca de 10 millones (de dólares) cada vez”, dijo el testigo, ante preguntas del fiscal Michael Robotti.

Explicó que, a cambio, Calderoni pasaba al Chapo información de posibles investigaciones sobre él, lugares donde traficar droga con seguridad y hasta el paradero de enemigos.

Martínez dijo que Guzmán recibía entre dos y “más de 10” aviones por mes desde Colombia. Cada uno cargaba entre 650 y 800 kilogramos de cocaína para enviar a EE. UU.

En aquellos tiempos, sostuvo, Guzmán competía con Amado Carrillo Fuentes, alias el Señor de los Cielos, por ver quién movía más cocaína.

“Me dijo: 'tienes que traer más que Amado'”, testificó.

“Guzmán quería jugar”

Una de las anécdotas que ofreció Martínez fue sobre su primera importación de cocaína desde Colombia hasta México para Guzmán, como guía del piloto en enero de 1987.

Después de pasar por Cancún, el piloto advirtió que faltaba gasolina para llegar al estado de Sonora, donde harían la entrega cerca de la frontera con EE. UU. Pero decidieron seguir, para evitar ser detenidos por la policía.

El primer motor se apagó minutos antes del aterrizaje. Luego el otro. El piloto logró controlar el avión. Y llegó a destino, con el cargamento de cocaína y otro sobresalto.

“Se rompió el tren de aterrizaje, pero el avión quedó ahí, en medio de la pista”, dijo Martínez, precisando que recibió US$25 mil de pago del Chapo.

Agregó que Guzmán lo llevó a una casa en la localidad fronteriza de Agua Prieta, donde cargaban droga en una camioneta de doble fondo.

Más tarde cruzaron a Los Ángeles, California, a comprar dos aviones por US$3 millones “para mover droga”. Y, tras cerrar un negocio por dos o tres toneladas de marihuana, fueron a Las Vegas.

“El señor Guzmán quería jugar”, explicó Martínez.

El propio negocio del narco es una ruleta peligrosa.

El testigo contó que en una ocasión los pilotos de un avión con droga proveniente de Colombia “malinterpretaron” las instrucciones de tierra: “Se fueron a otra pista, aterrizaron y la policía los detuvo”.

En el juicio a Guzmán se oyeron otras historias de película.

Otro testigo cooperante que integró el cartel de Sinaloa, Jesús el Rey Zambada, dijo este mes que un día un barco con 20 toneladas de cocaína de Colombia a México fue hundido por sus propios tripulantes, porque sospechaban que las autoridades los habían descubierto.

Y agregó que más tarde su hermano, el Mayo Zambada, recuperó la droga “usando buzos de profundidad”.

Martínez indicó este lunes que Guzmán comenzó a usar barcos para llevar la droga a México después de que el policía González Caldernoni le advirtiera que EE. UU. había instalado en Yucatán una base de interceptación de aviones procedentes de Colombia.

Y detalló el procedimiento marítimo: los barcos pesqueros y mercantiles de los carteles colombianos se encontraban en un punto predeterminado de aguas internacionales del Pacífico con barcos pesqueros de Guzmán, que recibían las toneladas de droga y regresaban a México.

Pero ese procedimiento también tenía sus riesgos.

Martínez contó que entre 1991 y 1992, un barco enviado por el Chapo cargó 10 toneladas de cocaína desde otra embarcación colombiana. Pero cuando volvía a México, fue sorprendido por “uno de los huracanes más grandes que hubo en el Pacífico”.

Primero escucharon pedidos de auxilio del capitán, intermitentes. Luego se perdió la señal. Y, según Martínez, fueron en vano los esfuerzos de Guzmán por recuperar la mercancía de unos US$170 millones, aunque envió cuatro jets a buscarla.

“Nunca más supimos del barco”, dijo el testigo. “Ni de la tripulación, ni de la droga”.

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