“Mientras no cambien las condiciones estructurales de la expulsión de migrantes desde el sur (Centroamérica), no hay mucho visos de que vaya a cambiar rápidamente, esto va a continuar de una u otra forma”, agregó.
Contreras también señaló que la condición fronteriza de Tijuana, combinada con los factores de expulsión, la hacen una ciudad “particularmente sensible para este tipo de fenómenos”.
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En el estudio se analizaron temas como la visibilización de la caravana, el censo de migrantes, las reacciones sociales en Tijuana y la coordinación y la estrategia gubernamental para el manejo de la emergencia.
Dolores París, del departamento de estudios culturales del Colef, dijo que el total de migrantes que entraron a México desde el 19 de octubre “son números que parecen impresionantes, pero para quienes” estudian “la migracion centroamericana no lo son”.
Expertos del Colef han calculado desde 2015 un flujo anual “de más de 350 mil personas” de Guatemala, Honduras y El Salvador por lo que ese número apenas “representa una fracción muy pequeña de las personas que transitan por México” cada año.
París explicó que estas caravanas por primera vez “son visibles ya que los migrantes generalmente transitan de manera invisible” y por vías clandestinas y de alto riesgo.
Explicó que la migración ocurre por factores como la violencia generalizada, violaciones de derechos humanos, deterioro ambiental, desastres naturales, cambio climático y crisis políticas, como la de Honduras, el principal país de expulsión en este caso.
Las caravanas no son algo nuevo, señaló, y dio como referencia el llamado víacrucis migrante y la caravana de madres de migrantes desaparecidos que ya pasaban por México.
La investigadora explicó que del estimado de migrantes que llegaron a Tijuana, la mitad ya estaba en México, particularmente en el estado de Chiapas, en el sur del país, y se fueron integrando a las distintas caravanas.
Desde 2015 se calcula en la frontera un flujo anual de más de 350 mil personas de Guatemala, Honduras y El Salvador.
Gabriel Pérez, especialista en estudios de deportación, control social y exclusión social, señaló que ante el arribo de migrantes, se dieron “reacciones cívicas que fueron desde la hospitalidad y la solidaridad, pasando por el nerviosismo y la incertidumbre hasta llegar a la hostilidad y el abierto rechazo”.
Pérez apuntó como urgente contar con “información objetiva y certera sobre los fenómenos sociales” acontecidos en la región y “es importante que se construya una agenda de no discriminación y tolerancia a las poblaciones en condiciones de vulnerabilidad”.
Fuentes oficiales en Tijuana calcularon este martes que en este momento en México hay unos siete mil migrantes centroamericanos de Honduras, Guatemala y El Salvador que forman parte de las caravanas.
De ellos, alrededor de seis mil 500 están en Tijuana, 403 permanecen en la Ciudad de México y otros 800, llegados de El Salvador, se quedaron en Chiapas donde decidieron buscar empleo, mientras el Instituto Nacional de Migración les regularizan su estancia en el país.
Asimismo estiman que para el 24 de noviembre una cifra de casi dos mil migrantes se habían acogido al programa de retorno asistido; y hacia el 29 de noviembre, la Comisión Mexicana de Ayuda a Refugiados recibió 400 solicitudes de refugio y otras 39 extemporáneas.
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