EDITORIAL
Una sociedad más justa
La construcción de una nación en la cual las desigualdades se reduzcan parece pasar de ser una utopía a un total espejismo, sobre todo por los enormes fiascos en que se convierten quienes cada cuatro años prometen un nuevo rumbo para el Estado guatemalteco.
Con descaro, histrionismo y hasta disfrazados con indumentarias ajenas, los políticos que han buscado la Presidencia y el Congreso han ofrecido combatir los desajustes sociales, pero una vez en el cargo, no solo defraudan a la población, sino que comienzan a trabajar para su propio beneficio, lo cual es triplemente reprochable porque sus ofertas fueron una mentira, porque condenan a los más necesitados y porque, paradójicamente, fue a este sector al cual dirigieron sus propuestas demagógicas.
No obstante, en el país subsisten mentes visionarias que creen que una sociedad menos desigual es posible. A ellos les resulta inconcebible que exista un total abandono de miles de niños, cuya marginación de las políticas sociales los condena a la muerte a temprana edad o a una vida de infortunios, por no tener la alimentación necesaria para su crecimiento o la educación indispensable para su futuro.
Uno de estos incansables soñadores es el cantautor guatemalteco Ricardo Arjona, quien ha destinado tiempo, recursos y todo el peso de su prestigio para incursionar en un campo sobre el que se siente éticamente obligado: impulsar un nuevo futuro para la niñez guatemalteca, campo en el que tampoco está garantizado el avance. Como el mismo artista lo expuso en su concierto benéfico, todavía prevalece la mentalidad del interés por un beneficio y lo ejemplificó con la reunión que sostuvo con una veintena de diputados para exponerles su plan de educación integral y durante la cual solo encontró rostros de indiferencia e indolencia.
“Guatemala se ve gris, casi tan gris como se ve para los que viven en esta tierra, con la triste realidad de que los que viven en esta tierra también ven los colores y las sonrisas de mucha gente buena que la habita”, expresó el artista, que canaliza su aporte a través de la Fundación Adentro, con la que ha construido dos escuelas en regiones marginadas. Su intención es simple y franca: “la aspiración a una sociedad más justa, a través de la mejora de la educación, vista esta como parte de la solución y no del problema, para “aprender a aprender por sí mismos, y la promoción del pensamiento crítico y creativo”.
El esfuerzo no ha sido fácil y Arjona considera que por lo menos deberían existir unas 20 escuelas. Lo atribuye a que el contagio ha sido lento y agrega que a los que la vida nos puso en el lugar de la oportunidad, incluso a fuerza de mucho trabajo, el hecho de pensar en los que no tuvieron esa suerte no es un acto de caridad, es una obligación. Una realidad que, según él, debe involucrar a más guatemaltecos.
Arjona es de quienes están convencidos que los guatemaltecos se merece un mejor destino y esto empieza por construir una democracia auténtica, “alejada del cáncer de la avaricia y la corrupción”, Una historia que puede ser diferente.