VENTANA
Jane Goodall
Jane Goodall nació en Londres en 1934, en una familia de clase media. Su libro favorito era el de Tarzán, de E.R. Burroughs. Se graduó de secretaria porque su familia no podía pagarle la universidad. Cuando tenía 23 años utilizó sus ahorros para viajar a Kenia. Se puso en contacto con el famoso antropólogo Dr. Louis Leaky, quien necesitaba a una persona que le ayudara a estudiar a los chimpancés para establecer el pasado evolutivo de los seres humanos. El Dr. Leaky observó que Jane tenía dos cualidades para vivir en la selva: paciencia y perseverancia, y le concedió el trabajo. Fue así como Jane Goodall inició su sueño de estudiar a los chimpancés en su hábitat natural, en Tanzania. Su madre la acompañó los primeros cuatro meses. El gobierno británico no permitía que una joven inglesa acampara sola en la selva. A partir de entonces lo demás es historia. Su aventura se ha prolongado más de medio siglo. Los resultados de sus investigaciones revolucionaron a la comunidad científica internacional. “Estaban tan equivocados”, dice ella.
Entre sus anécdotas más conocidas está la que refiere que luego de que los chimpancés libran una pelea, la víctima levanta sus brazos y busca la tranquilidad porque quiere ser abrazada para asegurarse de que el vínculo permanece a pesar del enfrentamiento. Su mayor interés es restaurar la armonía personal y social en su comunidad. Jane descubrió que los chimpancés fabrican herramientas con sus manos y que, como los elefantes, las ballenas, los delfines, son muy inteligentes y poseen sentimientos y emociones. Considera que los chimpancés le enseñaron mucho sobre psicología infantil. Por ejemplo, que en los primeros años de vida de un niño es necesario que tenga de uno a tres adultos en quienes pueda confiar y que sepan jugar con él. En 1977 fundó el Instituto Jane Goodall. Su objetivo era continuar la investigación no invasiva de las especies en sus hábitats naturales y en cautividad. Creó el programa ambiental Roots&Shoots (Raíces y Brotes), para educar y sensibilizar a las jóvenes generaciones en la protección de los animales y sus ecosistemas. Este programa está presente en más de cien países. Estas son algunas de sus lecciones. Ningún ser individual puede sobrevivir por sí mismo. Los animales, como los seres humanos, dependemos de los ecosistemas naturales que estamos destruyendo. La vida es propiedad del planeta. Goodall concluye diciendo que no comprende cómo los seres humanos, que somos la especie más evolucionada del planeta, seamos tan destructivos, porque ningún animal destruye su propio hogar: derriba los bosques, quema las praderas, contamina los ríos y los océanos.
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