El gobierno de Giammattei no puede aceptar su debilitación temprana, pues acarrea pérdida de la capacidad de toda la sociedad, en la defensa de una economía sana. No es momento de errores ni deslices. El debilitamiento tempranero de la administración frente a intervencionistas facilitará concesiones al capital financiero internacional.

Después de haber sufrido una crisis económica debida a las hipotecas subprime en los años 2007 hasta el 2010, de nuevo las presiones para crecimiento de la gran banca provocan colisiones. Ahora existen grandes empresas fuertemente endeudadas en EUA y Europa, necesitadas de incrementar urgentemente sus utilidades. Esa situación se manifiesta en las tensiones comerciales entre China y EUA, el brexit y los anuncios de estancamiento económico de potencias medias como Italia, España, México, Brasil, etc. El problema consiste en las dificultades para la reproducción ampliada de capital al sacrificar gran parte de la producción, en zonas de guerra.

No se trata de abrir mercados, pues los productos de consumo masivo, tales como computadoras, radios, equipos de sonido, alimentos, automóviles de baja gama, carecen de obstáculos comerciales después de décadas de apertura. Pero los productos de consumo masivo no pueden elevar la rentabilidad de las grandes empresas ligadas a la militarización mundial. Por lo tanto, la banca internacional ha creado los bonos de titularización de préstamos garantizados, conocidos como CLO por sus siglas en inglés. La única manera de sustentar esa deuda es con las utilidades de préstamos a países débiles en sus zonas de influencia y a través del saqueo directo.

La banca internacional, partidaria de la globalización neoliberal, se sirve de la progresía. Acude a discursos políticamente correctos; a la selectividad en fijar los blancos del combate de la corrupción y, directamente, en inventar escándalos para favorecer a personajes entreguistas comprobados. Una vez agitadas las aguas de las dificultades políticas, los regímenes dóciles facilitarán la depredación.

La primera intriga orquestada contra el nuevo gobierno se generó al intentar extender responsabilidades supuestas, en el caso de Mario Amílcar Estrada Orellana. La maquinación fue encabezada por los medios de comunicación del millonario Ted Turner, para elevar el perfil de la prófuga exfiscal Thelma Esperanza Aldana Hernández, refugiada en EUA. Esta cadena, que cuenta con televisoras y estaciones de radio en el país, acusó a Giammattei y al Ministerio Público de encubrir una trama de asesinato elaborada por la DEA.

La cadena internacional noticiosa busca convertir en un hombre de paja al condenado narco excandidato a la presidencia. Además, se creyeron con derecho para interpelar en su cadena noticiosa al mismo presidente. Aceptar una entrevista de evidentes malintencionados y fabricantes de delirios sería un error, además de elevar la audiencia decaída de la misma.

Hasta ahora, se ha hecho bien en impulsar los gabinetes abiertos, la presentación del programa de gobierno en varias plazas municipales y concentrarse en avanzar los ofrecimientos políticos de la campaña. No obstante, sigue la lengua fácil por parte de los mandatarios del país. A todos les ha gustado entablar debates verbales con reporteros. Los presidentes no acuden al Congreso. Solo se puede interpelar a ministros. La razón es mantener la autoridad presidencial. Sin embargo, la locuacidad de los mandatarios permite interpelaciones en la aglomeración, empujones y encajamiento de micrófonos en cualquier calle de tierra, de cualquier municipio.