El doctor Sociología Rural por la Universidad de Wageningen, Holanda, considera que la ingobernabilidad podría agudizarse en el mediano plazo debido a que, a la triste historia del mal manejo del agua se suman los efectos del cambio climático que Guatemala ya padece.
¿Qué puede esperar Guatemala en relación con el clima en el corto, mediano y largo plazo?
En cuestiones de cambio climático hay problemas que ya estamos padeciendo. Debido a los rezagos históricos, cualquier cambio del clima viene a sumar a un proceso de deterioro del desarrollo que viene desde hace rato. Si usted se fija, desde el año pasado para acá la escasez del agua ya es aceptada como un problema. La Municipalidad de Guatemala reconoció este año que hay problemas de desabastecimiento interno por el cambio climático, pero el problema tiene que ver con este, pero también con procesos de deterioro que se han vienen acumulando.
Por ejemplo, la contaminación de casi el 90% de las aguas superficiales, como manantiales, ríos y lagos, como el de Amatitlán y el de Atitlán, lagunas que han desaparecido como la de Retana -Jutiapa-. Luego la falta de políticas públicas respecto al uso de aguas subterráneas. Los edificios y las colonias frecuentemente tienen su propio abastecimiento de agua por pozos, pero el problema es que usted no puede andar sacando agua así porque los pozos llegarán a un nivel de estrés hídrico, entonces cavarán más profundo y luego de cualquier forma ya no abastecerán. Finalmente, aunque sea un tema privado repercutirá en la municipalidad y en la sociedad en el entendido de que nadie puede vivir sin agua.
¿Es decir, los problemas que padecemos hoy son producto no solo del cambio climático, sino también de una historia de malas prácticas ambientales?
Así es, a este fenómeno se suma una historia de mal manejo de los recursos naturales, falta de planificación y efectividad del Estado, eso más una falta de conciencia ciudadana que no se sensibiliza a que gran parte de su vida depende de la gestión de recursos, que ya no son naturales, sino de vida ya que, ya que si no hay agua ni cobertura natural pues no van a haber condiciones para la vida humana.
¿Entonces, estas malas prácticas nos hacen más vulnerables al cambio climático?
Por supuesto, porque hay zonas en donde cualquier vulnerabilidad climática afecta más. Por ejemplo, hay poblaciones que dependen de lo que el entorno natural les dé, agua, energía o el consumo de leña que sigue siendo importante en Guatemala, además, aunque nuestras tierras no son aptas para la agricultura, el 24 por ciento del Producto Interno Bruto sigue siendo agrícola. Entonces, cualquier variación en los ecosistemas y en el ambiente natural va a repercutir en más dificultades, inicialmente en la seguridad alimentaria, que significa acceso a alimentos, que estos sean seguros y además nutritivos, y para que cumplan con estos parámetros, pues en un ambiente de pobreza, contaminación y donde no hay planificación urbana ¿cómo decirle a la gente cómo conseguirlos?
¿Quiénes son los más afectados por las variaciones climáticas?
Todos. Por ejemplo, en las zonas residenciales los pozos se secan y no hay cómo excavar más y no habrá disponibilidad de agua en esa zona, pero sin duda, los más afectados serán los más pobres aquellos que no tienen trabajo -en el campo- y tampoco la capacidad de producir comida por lo menos para un año. Indudablemente ellos serán los más afectados como históricamente ha sucedido. Además, cada vez son más recurrentes las protestas por la falta de agua; es decir, este ya es un problema instalado en el país, a pesar de que somos un productor de agua.
¿Entonces cómo entender los problemas de escasez de agua cuando somos un país productor de ese bien?
Es por la organización para la gestión del agua. El agua no viene del chorro, sino de procesos naturales que tienen que ver con el ciclo natural del agua, donde las cuencas hidrográficas juegan un papel importante. La gestión no solo tiene que ver con la participación del Estado, qué hace y qué no, sino también con la gente que se ve beneficiada o que perjudica esas cuencas. Cuando usted ve las cuencas puede determinar la eficacia de las políticas públicas de acuerdo con su deterioro o conservación.
Entonces, el deterioro se da porque no tenemos una estructura definida de mecanismos de gestión de las cuencas, donde la gente participe y se corresponsabilice de las mismas y esa falta de participación hace que, quienes tienen acceso a las cuencas sean muy arbitrarios; por ejemplo, aquí se desvían ríos sin avisarle a nadie y las cuencas se deforestan sin pensar en que estamos abonando a una escasez progresiva de agua; además, el Estado no se da abasto para gestionar. Tenemos un Estado débil que cada cuatro años cambia los procesos y no contamos con procesos a largo plazo sostenibles, financiados y con una visión de conservación de recursos para el desarrollo de la gente, que le permitan a la naturaleza esa capacidad de regeneración y que los servicios ambientales que produzca sean de beneficio social.
¿De quién es la responsabilidad de impulsar estas políticas y procesos?
Inicialmente del Estado, porque a este le corresponde constitucionalmente garantizar la vida y bienestar de los habitantes. En segundo lugar, a los espacios de participación ciudadana en donde se deberían plantear un panorama de gobernabilidad de los recursos.
A propósito ¿Vislumbra usted un panorama de mayor ingobernabilidad?
Ya existe y se va a agravar porque ya se han visto que muchas protestas sociales tienen que ver con el acceso a fuentes de agua en el interior y en la capital.
En primer lugar, en el área rural, la carencia de agua es un problema muy sensible. En segundo lugar, hay que determinar hasta qué punto las municipalidades están cumpliendo con la cloración del agua que ya se tiene, y en tercer lugar hay que ver hasta qué punto el agua potable se está distribuyendo en los asentamientos urbanos. Por ejemplo, con la emergencia del coronavirus el agua vuelve a ser un tema importante, pero tenemos el problema que la cobertura es deficitaria y la epidemia se podría complicar.
Si al problema de la mala gestión del agua se le suma que los mantos freáticos no se dan abasto los problemas en el futuro se pueden agravar. Ahora, la cuestión es si vamos a esperar a que se agraven o se pueden atender ya. Sí se pueden abordar, pero hay que agilizar la aprobación de la ley de aguas y demás temas de reordenamiento territorial y priorizar a las oficinas de gestión municipal.
¿Los problemas en la agricultura van a continuar, qué se puede hacer para minimizar los impactos del cambio climático?
Sí, van a continuar y digamos que cada tema tiene algún marco de política que se puede aplicar, por ejemplo en el plano agrícola, en las áreas donde los suelos están muy erosionados o con problemas de precipitación se deben operacionalizar las políticas de atención. Por ejemplo, para apoyar los procesos de contención de los efectos del cambio climático está el programa de agricultura familiar campesina del Ministerio de Agricultura y otras instituciones para apoyar a lo que ellos llaman sujeto priorizado que es al población que no tiene tierra o que la que teniéndola no logra obtener suficientes recursos para alimentarse un año.
También se requiere un proceso agresivo de extensión rural, que ya existe, pero es necesario dinamizarlo y que en el terreno se den las acciones, y estas tiene que considerar lo que está causado el cambio climático y de lo que ya hablamos, falta de agua, pérdida de cobertura forestal y las variabilidades climáticas.
¿Pareciera que el panorama se ve muy difícil?
Complicado porque hay normativas que no se aplican y procesos que requieren ser financiados cuando no hay dinero. Y hay ejemplos exitosos, por ejemplo, en Costa Rica se empezó a reforestar agresivamente un 15% del territorio y en Guatemala hay esfuerzos de conservación comunitaria, por ejemplo, las concesiones en Petén, donde la gente asume la responsabilidad de la conservación de sus recursos. Hay iniciativas lo que se requiere es fortalecerlas con capacitación, asistencia técnica, aunque esto también pasa por reconocer que somos un país diverso y que hay distintas experiencias que pueden ayudar a atender un problema que al Estado le está quedando grande.
¿Si como país y sociedad no atendemos los problemas derivados del cambio climático qué podríamos esperar?
Una conflictividad social mayor, porque la gente se está quedando sin opciones. El problema tiene que ver con que nuestro proceso de desarrollo sigue siendo uno que no logra dar las condiciones apropiadas de vida para la población, la pobreza ha variado muy poco. Guatemala hoy en día, puede decirse que es un país de remesas y economía informal que se mueve entre pobreza y pobreza extrema donde lo que generamos en divisas de exportación es casi lo mismo que se genera por remesas, entonces somos un país típicamente muy subdesarrollado, la cuestión es que ya no podemos esperar más, porque la población sigue creciendo y las necesidades también mientras el proceso del deterioro ambiental no se frena, en consecuencia la conflictividad social presumo, va a ser permanente.
Lo que menos esperaría yo es que se vaya a criminalizar a la gente que esté protestando, ya que el problema pasa por entender que hay instituciones que tienen como función constitucional atender a la ciudadanía en general, principalmente a la gente más pobre.
¿Qué otras acciones se pueden tomar para minimizar los impactos del cambio climático?
En la política nacional de cambio climático hay esfuerzos y estrategias de mitigación, el problema son los recursos para atenderla. Yo pienso que habría que focalizarse en la parte más sensible para el país y en poblaciones de áreas ambientalmente más impactadas por el cambio climático como el Corredor Seco, porque ahí la población se ve afectada no solo por la falta del agua, sino también por los efectos en la agricultura, y esta población al ver que no tiene acceso a alimentación migra, ahora ya no solo a la capital, sino a EE. UU. y el problema es que este país ya no está aceptando a más migrantes y se regresan a Guatemala ¿y qué se vienen?, si no hay políticas para atenderlos, todo porque la atención del Estado no corre a la misma velocidad que el proceso de deterioro del ambiente, este no espera tiempos políticos.