Ella y yo estábamos “Zoomeando” (ya podemos usarlo como verbo, ¿cierto?) y sacó un libro de 2017, Warnings: Finding Cassandras to Stop Catastrophes. Ahí se menciona que Garrett, una periodista ganadora de un Premio Pulitzer, fue profética no solo en cuanto al impacto del VIH, sino también al hablar sobre la aparición y la propagación mundial de patógenos más contagiosos.
“Soy dos veces Casandra”, dijo Garrett.
También es mencionada prominentemente en un reciente artículo de Vanity Fair que escribió David Ewing Duncan sobre las Casandras del coronavirus.
Casandra, por supuesto, fue la profetisa griega condenada a emitir advertencias que habrían de ser ignoradas. De lo que Garrett ha estado advirtiendo de manera más urgente, en su éxito de ventas de 1994, The Coming Plague, y en los libros y discursos posteriores, incluyendo TED Talks, es una pandemia como la actual.
Ella la vio venir. Así que gran parte de lo que quería preguntarle era sobre lo que ahora ve venir. Fuerza, porque su bola de cristal es oscura.
A pesar de que la bolsa de valores se ha emocionado por el remdesivir, probablemente no sea nuestro boleto de salida, me comentó. “No es curativo”, sostuvo, señalando que las afirmaciones más contundentes hasta ahora son que simplemente acorta la recuperación de los pacientes de COVID-19. “Necesitamos una cura o una vacuna”.
Pero no se imagina que esa vacuna pueda llegar en algún momento del próximo año, y la COVID-19 seguirá siendo una crisis mucho más tiempo que eso.
“Le he estado diciendo a todo el mundo que la cronología de eventos que yo vislumbro es de aproximadamente 36 meses, y eso es en el “mejor” de los casos”, dijo.
“Estoy bastante segura de que esto va a venir en oleadas”, añadió. “No será un tsunami que atraviese Estados Unidos de una sola vez y luego se retire de una sola vez. Serán miniondas que se dispararán en Des Moines y luego en Nueva Orleans y luego en Houston y así sucesivamente, y va a afectar la forma en que la gente piensa acerca de todo tipo de cosas.
“Revaluarán la importancia de los viajes. Revaluarán el uso del transporte público. Considerarán la necesidad de las reuniones de negocios cara a cara. Revaluarán el hecho de que sus hijos vayan a la universidad fuera del estado”.
Entonces, le pregunté, ¿acaso “volver a la normalidad”, una frase a la que tanta gente se aferra, ¿es una fantasía?
“Esto es la historia desarrollándose delante de nosotros”, dijo Garrett. “¿Volvimos a la normalidad después del 11 de septiembre? No. Creamos una nueva normalidad. Aseguramos los Estados Unidos. Nos convertimos en un Estado antiterrorista. Y eso afectó todo. No podíamos entrar a un edificio sin mostrar una identificación y pasar por un detector de metales, y no pudimos subir a los aviones de la misma manera nunca más. Eso es lo que va a pasar con esto”.
No los detectores de metales, sino un cambio sísmico en lo que esperamos, en lo que soportamos, en cómo nos adaptamos.
Tal vez en el compromiso político, también, dijo Garrett.
Si Estados Unidos comienza la próxima ola de infecciones por coronavirus “y los ricos de alguna manera se enriquecieron más con esta pandemia mediante operaciones de cobertura, ventas al descubierto, todas las cosas desagradables que hacen, y nosotros salimos de nuestras madrigueras y nos damos cuenta de que: ‘Oh, Dios mío, no es solo que todos mis seres queridos están desempleados o subempleados y no pueden pagar la manutención ni sus pagos de hipoteca o de alquiler, sino que ahora, de repente, esos imbéciles que volaban en helicópteros privados ahora vuelan en jets privados propios y son dueños de una isla a la que huyen, y no les importa si nuestras calles son seguras o no’, entonces creo que podríamos tener un trastorno político masivo”.
“Apenas salgamos de nuestros agujeros y veamos qué pasa cuando hay un desempleo del 25 por ciento”, dijo, “quizá también veamos qué pasa cuando hay una rabia colectiva”.
Garrett ha estado en mi radar desde principios de los años noventa, cuando trabajaba para Newsday e hizo algunos de los mejores reportajes sobre el sida. Su Pulitzer, que ganó en 1996, fue por la cobertura del ébola en Zaire. Ha sido becaria de la Escuela de Salud Pública de Harvard, fue miembro del Consejo de Relaciones Exteriores y consultora de la película Contagio de 2011.
Su experiencia, en otras palabras, ha tenido una gran demanda. Pero no como ahora.
Cada mañana cuando abre su correo electrónico, “está la consulta de Argentina, la consulta de Hong Kong, la consulta de Taiwán, la consulta de Sudáfrica, Marruecos, Turquía”, me dijo. “Sin mencionar todas las solicitaciones estadounidenses”. Me hizo sentir mal por haber acaparado más de una hora de su tiempo el 27 de abril. Pero no tan mal como para no robarle otros 30 minutos el 30 de abril.