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Claudia Friedrich, profesora de psicología evolutiva de una universidad alemana, explica que “los bebés tienen un 50 por ciento del ADN de la madre y un 50 por ciento del padre, con lo cual, efectivamente, cuentan con bastantes coincidencias o características de sus familias”.
Nissely Herrera, maestra, psicóloga y con certificación por la Asociación de Disciplina Positiva y fundadora de Viviendo en Disciplina Positiva, agrega también que los niños se ven influenciados por la energía femenina y masculina y por ello es importante que la madre y padre cumplan con sus propios roles.
Cuando se habla del rol de los padres, ellos ayudan a desarrollar el área de responsabilidad, la fuerza, el trabajo, el empuje y la capacidad de reponerse, y es fundamental que las personas estemos en conexión con nuestro lado masculino, dice Herrera. “La presencia sana de un padre permite que las personas de desarrollen como seres integrales y seguros”, agrega.
Sin embargo, está más que probado que no todos las parejas tranquilas tienen un niño sereno. “El desarrollo del carácter depende en gran medida del contexto en el que crece el niño”, explica Friedrich. “Los niños hacen sus propias experiencias, también en cuanto a cómo se comportan sus padres, sus abuelos, las personas que los educan y otros niños. A partir de ese abanico, ellos van moldeando su propio comportamiento”, observa.
El entorno juega un papel fundamental, no sólo en los primeros años de vida, apunta la psicóloga Eva Aselmann, de la Universidad Humboldt de Berlín. “La personalidad se desarrolla en la infancia y en la adolescencia, pero en realidad ese desarrollo nunca acaba”. Friedrich incluso acota que todos nos vamos desarrollando “en relación a las experiencias positivas y negativas o a las experiencias traumáticas” que vamos haciendo a lo largo de nuestras vidas.
Los especialistas se ven muchas veces ante padres desesperados que llegan diciendo “es que esta niña hace lo que quiere”, “es imposible guiarla”. Algunos psicólogos observan que esa aparente falta de comunicación puede estar dada por malentendidos.
La psicóloga Susanne Egert cuenta un ejemplo de su consultorio: había muerto la abuela de un niño. Después de eso, no había forma de que el niño se fuese a dormir. Los padres en un momento estaban desconcertados, luego furiosos. Recurrieron a la psicóloga porque ya no sabían qué hacer. Después de algunos intercambios, resultó ser que el niño había escuchado una conversación en la que sus padres decían “la abuela se durmió en paz”, y a partir de eso le había tomado un tremendo miedo al sueño.
¿Cómo influir positivamente en nuestros hijos?
Para comenzar es importante establecer límites con calma, firmeza y suavidad desde temprano. Para establecerlos se deben establecer reglas claras y no dejar de aplicarlas, dice la escritora y madre Jeane Lansbury, en su libro Hacia otro nivel de cuidado: Guía para la crianza con respeto.
Ayudará también dejar en claro que usted escucha los sentimientos de sus hijos, pero que está haciendo un plan. Los niños necesitan empatía, pero no del tipo de “pobre bebé”, sino la que nos hace ir suavemente hacia los límites de conducta impuestos en casa. De hecho, para un niño en transición, los límites consistentes y firmes son aún más vitales.
“Los padres deberían darles mucho respaldo positivo a los niños temerosos y alabarlos en sus logros”, recomienda Asselmann. De todos modos, dice que cuando los niños son extremadamente tímidos tal vez valga la pena buscar ayuda externa, sobre todo si esa timidez les genera problemas en la vida cotidiana. “Por supuesto que uno no va a convertir a una persona extremadamente introvertida en el rey de la pista de baile, pero se la puede ayudar a tener más confianza en sí misma”, observa.
Friedrich dice que “suele suceder que los padres de los niños muy tímidos tampoco tienen una gran vida social. Una posibilidad sería que ellos dieran el ejemplo y les generaran a sus hijos espacios en los que pudieran generar contactos, por ejemplo, en una guardería”.
¿Y qué hacer con los más traviesos o los que están en permanente movimiento y enloquecen a sus padres? “Algunos niños ‘rompen’ o desarman sus juguetes impulsados tal vez por la curiosidad de cómo serán por dentro o cómo funcionarán”, comenta Egert. Los padres no siempre tenemos que ver todo desde nuestra perspectiva. A veces vale la pena imaginar qué estará pensando el pequeño, que ve el mundo desde un lugar tan distinto.
“Los niños por lo general no quieren hacer enojar a sus padres, así es que nosotros, como padres, deberíamos tomar en serio lo que los niños nos están intentando transmitir”, explica la especialista.
Si parece tener miedo porque hay mucha gente en la plaza, más vale no obligarlo a quedarse allí a toda costa, sino invitar a algún amiguito a casa y ver cómo va evolucionando. “Tener mayor tacto con este tipo de problemáticas puede ser un gran paso para llegar de a poco a una solución”, recomienda Egert.
Existen muchas maneras de influir en los hijos y esto también se relaciona con la comunicación. Javier Ochoa estudiante de secundaria habla en el siguiente vídeo cómo ésta mejora la relación entre padres e hijos y cuánto también podemos aprender e intercambiar con las nuevas generaciones y su personalidad que nos puede llegar a sorprender.