Trump y el vicepresidente Mike Pence habían cancelado en el último minuto los planes de dirigirse a un mitin al aire libre que estaba casi completamente vacío, a pesar de las afirmaciones de que casi un millón de personas se habían registrado solicitando entradas para asistir al evento en Tulsa, Oklahoma, y a pesar también del falso alarde del presidente de que nunca hubo un asiento vacío en uno de sus eventos.
El presidente, quien había sido advertido a bordo del Air Force One de que las multitudes en la arena eran más pequeñas de lo esperado, estaba sorprendido, y le gritó a sus auxiliares detrás del escenario mientras miraba las interminables filas de asientos azules vacíos en la parte superior del estadio, de acuerdo con cuatro personas al corriente de lo que sucedió. Brad Parscale, el gerente de campaña que había organizado el evento, no estuvo presente.
Pence habló justo después de las 6:30 p.m. en Tulsa y luego se fue, la señal para que Trump entrase. Pero hubo un retraso. El jefe de gabinete adjunto, Dan Scavino, se asomó por detrás de las cortinas negras para escudriñar los asientos sin fanáticos en las filas superiores.
Trump finalmente ingresó en el estadio para una participación dispersa y en la cual criticó las “noticias falsas” por informar sobre problemas de salud antes de su evento, usó lenguaje racista para describir al coronavirus como Kung Flu, un juego de palabras con kung fu y la palabra inglesa para gripe: flu, y pasó más de 15 minutos explicando un video poco halagador en el que se le había visto descendiendo cautelosamente la rampa después de su discurso de graduación en West Point.
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Al final del mitin, el estado de ánimo de Trump había mejorado, dijeron los asesores. Pero después de que bajó del escenario, la lucha parecía haberlo abandonado, al menos temporalmente. Al salir del estadio, no estaba gritando. En cambio, estaba esencialmente callado.
De vuelta en la Casa Blanca descendió y se alejó del Marine One con la corbata desatada colgando de su cuello. Saludó a los reporteros con una expresión derrotada en su rostro, sosteniendo una arrugada gorra roja de campaña en la mano.
El domingo todavía se estaba diseccionando qué era exactamente lo que había salido mal. Pero un amplio grupo de asesores y asociados reconocieron entre sí que Trump no ha sido capaz de alejar la opinión pública de los temores sobre la propagación del coronavirus en espacios interiores. Y reconocieron que las innumerables encuestas que muestran la posición erosionada de Trump no eran falsas, y que quizás esté en camino de perder ante el ex vicepresidente Joe Biden, el presunto nominado demócrata, en noviembre.
Jared Kushner, el principal asesor y yerno del presidente quien sirve como gerente de campaña de facto, y participó en la decisión de escoger a Tulsa como ciudad anfitriona, no estaba entre el grupo de asesores del presidente en aquel evento. Pero estará entre aquellos a quienes el presidente recurra para averiguar cómo serán los mítines de aquí en adelante.
En una declaración, Parscale, el gerente de campaña a quien muchos asesores señalaron por difundir los números exagerados de asistencia, afirmó que eran inexactos los informes sobre que los usuarios de TikTok y los fans de la música pop coreana frustraron la asistencia al mitin, e incluso planteó la posibilidad de no permitir que los medios asistan a eventos en el futuro.
“Los izquierdistas y los trolls en línea dan una vuelta de la victoria, y piensan que de alguna manera afectaron la asistencia al mitin, no saben de qué están hablando o cómo funcionan nuestros mítines”, dijo Parscale. “Registrarse para un mitin significa que confirmas tu asistencia con un número celular y nosotros constantemente eliminamos los números falsos, como hicimos con decenas de miles en el mitin de Tulsa, al calcular nuestro posible grupo de asistentes”.
En cambio, culpó a los medios de comunicación por la baja participación.
“El hecho es que una semana de medios de comunicación mentirosos advirtiendo a la gente que se alejara del mitin por la COVID y las manifestaciones, sumado a las recientes imágenes de ciudades estadounidenses en llamas, tuvo un impacto real en las personas que llevan a sus familias y a sus hijos a los mítines”, dijo.
El domingo, funcionarios de la campaña admitieron en privado que muchas personas que se habían registrado para asistir al mitin no eran simpatizantes sino bromistas en línea. Un asesor de campaña aseguró que los “datos de trolls” seguían siendo útiles, y alegó que ayudaría a la campaña a evitar la misma trampa en el futuro.
El asesor dijo que los datos pueden ponerse en el sistema para “reforzar la fórmula usada para calcular la asistencia proyectada a los mítines”.
En una entrevista, Parscale dijo que el estadio vacío no era su culpa, y que la policía local en Tulsa había reaccionado de forma exagerada, lo que había dificultado que los partidarios entrasen. Afirmó tener miles de correos electrónicos de simpatizantes que intentaron entrar en el Centro del Banco de Oklahoma y fueron rechazados, pero no compartió esos mensajes ni los nombres de los seguidores.
E hizo caso omiso de los rumores de su despido, asegurando que lo habían despedido 85 semanas seguidas.
Pero a diferencia de la mayoría de situaciones en las que los asesores de Trump han tratado de ocultarle cierta información —como el hecho de que Biden lo había sobrepasado en donaciones en mayo— o intentan dorarle la píldora, el presidente pudo ver con sus propios ojos los asientos vacíos en Oklahoma.
Varios funcionarios de la Casa Blanca calificaron al mitin como un desastre, y un error no forzado que aumentó las tensiones entre algunos de los asesores gubernamentales del presidente y sus ayudantes de campaña. Además, los asesores de Trump en la Casa Blanca habían advertido repetidamente a los funcionarios de la campaña que no anunciaran una aparición adicional en un espacio al aire libre, un consejo que fue ignorado cuando Parscale y los adjuntos de campaña hablaron públicamente de ello.
El evento no augura que haya otros grandes mítines de Trump este verano, dijeron personas al tanto de las discusiones. La campaña esperaba que el mitin en Tulsa fuera un relanzamiento después de la caída del presidente en las encuestas tras los fracasos de su gobierno en la respuesta al coronavirus y después de avivar las tensiones raciales en medio de las protestas contra la brutalidad policial causadas por el asesinato de George Floyd bajo custodia policial en Mineápolis.
Durante los días previos al mitin, Trump se mostró entusiasmado respecto a su primera aparición en un estadio desde el 2 de marzo, y le dijo a un entrevistador tras otro cuán grande sería, basado en los números que Parscale había citado públicamente.
Parscale y otros creyeron que el evento demostraría una verdadera demanda acumulada de apariciones de Trump, algo que la campaña ha insistido que existe. Pero algunos asesores cuestionaron en privado los datos incluso antes del evento, y temieron que el mitin de Tulsa estuviera conduciendo al equipo al fracaso.
Ahora, algunos funcionarios de la Casa Blanca han dicho que la campaña estaba siendo deshonesta sobre lo que había salido mal, y reconocieron que muchos de los partidarios más viejos del presidente decidieron que asistir al mitin era demasiado arriesgado en medio de los temores al coronavirus, que Trump ha minimizado en repetidas ocasiones.
Veteranos de campaña de los dos principales partidos políticos se mostraron muy escépticos, incluso antes del mitin, ante las afirmaciones de la campaña de Trump de que un millón de personas se había inscrito.
Asesores externos del presidente dijeron que su equipo estaba recibiendo llamadas de donantes nerviosos y legisladores republicanos, que preguntaban si la escasa concurrencia indicaba problemas que eran demasiado grandes para solucionar en poco más de cuatro meses hasta el día de las elecciones.
Tampoco estaba claro si habría un cambio de personal a consecuencia de la desastrosa puesta en escena, pero algunos funcionarios recordaron lo que sucedió en 2017, después de un evento en Arizona que no salió como Trump esperaba. George Gigicos, uno de los trabajadores de campaña originales y organizador del mitin, fue despedido por el presidente.
Maggie Haberman es corresponsal de la Casa Blanca. Se unió al Times en 2015 como corresponsal de campaña y fue parte del equipo que ganó un premio Pulitzer en 2018 por informar sobre los asesores del presidente Trump y sus conexiones con Rusia. @maggieNYT
Annie Karni es corresponsal de la Casa Blanca. Anteriormente cubrió la Casa Blanca y la campaña presidencial de 2016 de Hillary Clinton para Politico, y cubrió noticias locales y política en Nueva York para el New York Post y el New York Daily News. @AnnieKarni