Camila trabaja en una institución de seguridad por lo cual a pesar de las medidas restrictivas y el confinamiento no dejó de laborar, a la fecha no tiene idea de cómo contrajo el virus. Ella fue del 10 por ciento de enfermos que necesitó atención médica hospitalaria de urgencia.
Casi dos meses después de que salió del hospital, Camila todavía sufre las secuelas del covid-19 no solo físicas sino psicológicas, ya que aparte de que aún siente dolores en el pecho y recién sale de una infección urinaria, no puede dejar de pensar en la enfermedad y se despierta cada noche dos o tres veces con miedo de que pueda volver a contagiarse.
Esta mujer de 42 años cuenta que comenzó a sentir dolores de garganta el 20 de abril, un día después empezó con escalofríos hasta que el 23 decidió ir al Instituto Guatemalteco de Seguridad Social (IGSS) de la zona 9, ya con fiebre y dificultad para respirar.
En este lugar le hicieron la prueba de covid-19 y la enviaron a su casa puesto que el resultado —que dio positivo— estaría un día después.
El 25 de de abril agravó y como en el IGSS le habían dicho que no estaban aceptando pacientes con coronavirus optó por ir al Hospital Provisional del Parque de la Industria donde la internaron inmediatamente y la trataron muy bien, aunque relata que “dos veces estuve a punto de morir”.
“Pasé 10 días grave, con oxígeno, pero gracias a Dios los doctores me llegaban a ver y me preguntaban cómo estaba, me revisaban y me inyectaban anticoagulantes y me daban acetaminofén”, relata, aún con un dejo de preocupación.
También recuerda que aparte de la dificultad para respirar sufría de vértigo y diarrea, por estos factores perdió más de 20 libras, al extremo que cuando salió “estaba irreconocible”.
“Mantenía la fiebre entre 38 y 40 grados, me deshidrataba. A veces cuando tomaba acetaminofén me bajaba a 30 grados al punto que me daba hipotermia. Cuando me paraba me mareaba y no podía comer porque todo lo vomitaba”, relata Camila.
Amarga experiencia
Camila agradece a los médicos del Hospital del Parque de la Industria por haberla recuperado. Al cabo de 10 días le hicieron una prueba y dio negativo, pero por protocolos debía esperar una segunda prueba, para ese entonces el IGSS ya recibía pacientes con covid-19 por lo cual la enviaron al hospital del Seguro Social de la zona 6.
“Al llegar una doctora me hizo una entrevista, pero ni me revisó. Estuve ahí seis días y ningún doctor llegó a revisarme ni a mí ni a todos los pacientes, aunque todos se quejaban”, dice al recordar su experiencia.
Añade que le hicieron una segunda prueba, pero no le daban el resultado a pesar de que ella preguntaba por él todos los días. “Yo quería salir porque sentía mucho miedo de volverme a infectar porque había una exposición al virus muy grande. Fue hasta que yo les dije que llamaría a derechos humanos y a la prensa que me dieron el resultado que salió negativo y me sacaron”.
Camila no duda en calificar de mala su experiencia en el IGSS. Pasó esos días en un corredor con más de 20 personas donde solo había un baño y donde apenas les dejaban la comida en el suelo para que ellos los recogieran. Pero lo más doloroso, afirma, es no haber recibido ayuda médica puesto que ella estaba convaleciente.
Al final de cuentas concluye: “Dios sabe por qué hace las cosas porque yo le rogué al IGSS que me aceptara cuando empecé a estar enferma y no quisieron, pero si me hubiera quedado ahí yo pienso que al tercer día me muero”.
“Yo comprendo que el personal del IGSS sienta miedo porque tienen familia, pero tienen que comprender que son doctores, decidieron estudiar eso y se supone que para ellos lo más importante es la vida”, señala.
Secuelas
Pero los problemas no han terminado aún para Camila después de dejar el IGSS fue con un médico privado que le diagnosticó inflamación de un pulmón y las defensas muy bajas. Además, el covid-19 le dejó daños en los riñones y en el hígado, para lo cual está bajo medicación.
Cuenta que semanas después de abandonar el hospital se cansaba con mucha facilidad. “Me levantaba, caminaba media cuadra y sudaba como que hubiera caminado kilómetros. Me sentía débil y con el cuerpo destrozado”.
“Esa enfermedad no sé qué le hace a uno, pero lo deja devastado. Gracias a Dios hay gente que no le da fuerte los síntomas porque es muy difícil la recuperación”, enfatiza.
A pesar de los “terribles” síntomas de la enfermedad, no duda en señalar que lo peor fue pensar que durante el tiempo que estuvo en su casa con el virus pudo infectar a su familia. “Eso no me daba tranquilidad, pensar que por mi culpa alguien podía ponerse igual de grave, eso me hacía sentir muy mal”, asevera.
Por la experiencia que vivió no se explica como al salir del hospital pareciera que a la gente no le importa la enfermedad, no se protegen y andan en las calles pese a las aglomeraciones. Ahora piensa en su regreso al trabajo, algo que no deja de causarle ansiedad puesto que por su función debe relacionarse con mucha gente, además en donde labora varios compañeros han resultado positivos.
“Hay muchos infectados y a veces pienso ‘Dios mío y si me vuelvo a contaminar’ y se siente muy feo, pero no me puedo dar el lujo de dejar el trabajo, tengo necesidad de él”, concluye”.
Respuesta del IGSS
El Departamento de Comunicación Social y Relaciones Públicas del IGSS confirmó que la paciente citada en este artículo sí ingreso al módulo covid-19 del hospital Juan José Arévalo Bermejo, en la zona 6, el pasado 6 de mayo, y que “se le brindó la asistencia médica necesaria, se le practicaron los estudios complementarios de imágenes y laboratorios” y se le dio el tratamiento adecuado para las condiciones que presentaba a su ingreso.
En una comunicación con Prensa Libre, aseguró que fue atendida “el tiempo que fue necesario para su bienestar”; además “se le brindó un kit de limpieza acompañado de un amplio plan educacional, así como vestimenta y sandalias”.
El Departamento informó que los pacientes en dicho módulo del hospital de la zona 6 permanecen con la puerta cerrada para respetar su privacidad, pero sin llave. Además, afirmó que la alimentación que se les brinda depende del tipo de dieta prescrita y las necesidades nutricionales del paciente, y que esta cumple los protocolos de higiene y se sirve a la temperatura adecuada.
A la vez de considerar “satisfactorio” que la paciente egresó del hospital recuperada, estable y con signos vitales normales, aseguró que según el expediente físico y electrónico “no se evidencia que se haya reportado algún incidente o inconformidad por la afiliada”.
“El IGSS ha cumplido con el protocolo establecido en esta pandemia”, añadió.