PUNTO DE VISTA
Advertencias de la Historia
Margaret Mac Millan, profesora Emérita de Historia Internacional de la Universidad de Oxford, en su reciente artículo en Foreign Affairs (Which Past Is Prologue? Heeding The Right Warnings From History) recuerda a Mark Twain cuando dijo que “la Historia no se repite, pero a menudo rima”, y la verdad es que, en este mundo cada vez más peligroso e incierto, la Historia, nos dice Mac Millan, rima tanto que lo pone a uno incómodo. Pero también los momentos de crisis han sido momentos de oportunidad.
Al final de las Guerras Napoleónicas, en el Congreso de Viena de 1815 se crearon las condiciones para un largo período de paz y estabilidad. Las dos guerras mundiales del siglo XX también abrieron las puertas a nuevas ideas e instituciones que promovieron un orden internacional más justo y estable, basado más en la cooperación que en la confrontación.
' La pandemia ha desatado una gravísima crisis socioeconómica con consecuencias todavía impredecibles.
Sadio Garavini di Turno
En efecto, nos recuerda Mac Millan que la más reciente historiografía reconoce que en los años ‘20 del siglo pasado hubo serios y valiosos esfuerzos para establecer un orden internacional que evitara el estallido de una nueva catástrofe bélica y en general fueron años de cooperación y no de confrontación. La Liga de las Naciones, en sus inicios, obtuvo éxitos relevantes, como evitar la guerra en el incidente de Corfú, entre Italia y Grecia, en 1923. Las Conferencias internacionales de desarme naval de 1921 y 1922. Los varios acuerdos entre Alemania y Francia firmados por los cancilleres Stresemann y Briand, que les dio el Nobel de la Paz en 1926. Hasta Mussolini se portó como un estadista, en la Conferencia de Locarno, en 1925, al garantizar, junto con la Gran Bretaña, el acuerdo de no agresión entre Alemania, Francia y Bélgica. En el Pacto Kellog-Briand, de 1928, más de 50 países, incluyendo todas las grandes potencias, renunciaron a la guerra como instrumento para resolver disputas.
Las promesas de los años ’20 fueron abortadas por la Gran Depresión. Muchos ciudadanos perdieron la fe en el capitalismo, en la democracia y en la capacidad de sus líderes de enfrentar la crisis. Se fortalecieron los partidos extremistas de derecha e izquierda.
En tiempos relativamente estables, el mundo puede “soportar” a líderes problemáticos y agresivos, pero en tiempos inestables e inciertos pueden ser muy peligrosos, especialmente si gobiernan grandes potencias. Hitler, Mussolini, los militares japoneses y también Stalin (e.g. Polonia y Finlandia) optaron por la agresión militar para la expansión territorial. Mientras tanto, Chamberlain y Daladier creían en el “apaciguamiento”, y Roosevelt estaba ocupado en la crisis socioeconómica interna.
En el debate sobre la mayor o menor importancia de los líderes en la historia han existido dos posiciones extremas: la historicista acentúa los grupos colectivos, las estructuras y, en general, las fuerzas impersonales de la historia; y la individualista, que enfatiza la acción de los Grandes Hombres en el devenir histórico.
Junto con Alexander Herzen, pienso que “la historia carece de libreto” y es la compleja resultante de la interrelación entre los líderes y sus “orteguianas” circunstancias, incluyendo, entre otras cosas, instituciones, ideas y valores, pero en momentos de grave inestabilidad las características y capacidades de los líderes asumen ciertamente una relevancia particular. La pandemia ha desatado una gravísima crisis socioeconómica con consecuencias todavía impredecibles, en un mundo incierto y lleno de tensiones entre las grandes potencias. Dios quiera que los líderes estén a la altura de estos tiempos.