En 1970 se describe cómo cada año se celebra la tradicional festividad de Todos los Santos, en la capital y en el resto del país.
Cada año las ofrendas florales han sido parte de este día especial. En esa ocasión también se describía los adornos de papeles de colores,
En este artículo de Prensa Libre de 1970 se mencionan las dinámicas habituales en el Cementerio General, los servicios de escalera, venta de clavos y colocación de guirnaldas, entre otros. También describe a las personas que vivían en las calles y estaban pidiendo dinero fuera de los cementerios, así como los peligros de la inseguridad por los ladrones que quitaban carteras y otros objetos de valor.
Las familias completas llegaban a los cementerios, llevaban comida transformando la visita en un día de campo. Se acostumbraba a dejar el plato de fiambre, así como los postres de ayote o jocotes en dulce como un regalo para los fallecidos, “pero en realidad son aprovechados por algunos tipos listos que se quedan a la espera de que los deudos del fallecido se retiren”, explica la nota.
En este cementerio también se describen los mausoleos elegantes en la que los dueños llegan vestidos de luto.
Otra de las curiosidades era ver en lugares apartados a parejas de enamorados.
En el interior del país
“Desde horas muy tempranas los habitantes de cada poblado se dirigieron a los cementerios a adornar sus panteones, mausoleos, nichos” …
En estos lugares la costumbre era ir a pie a los camposantos mientras se llevaban coronas, flores, hoja de pino y toda clase de adorno, los cuales serían depositados en los panteones.
Otra de las costumbres era pintar los nichos o propiedades. Algunos pintaron con colores variados y vibrantes.
“Los pueblos indígenas aún conservan las tradiciones de sus antepasados y es así como vemos en San Juan Sacatepéquez, pueblos de Chimaltenango y otros del occidente de la república, donde los ritos costumbristas en el día de los santos siguen manteniéndose intactos como en los tiempos pasados”, se describe. Parte de esta tradición era bailar y beber de cusha, una bebida fermentada.
La alegría y colores de los barriletes gigantes también eran parte de esta tradición. Pequeños y enormes, como los de Santiago y Sumpango, Sacatepéquez.