NOTA BENE

Chile: violencia y plebiscito

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El 39.7% de todos los chilenos inscritos para votar, pero más de dos tercios de quienes comparecieron a las urnas el pasado 25 de octubre, votaron el cambio. Quienes sí votaron decidieron además que elegirán directamente a los integrantes de una convención constitucionalista y observarán cuotas de participación para mujeres e indígenas.

Esta decisión refleja una intención radical, pues la carta magna de 1980 ya se había reformado 52 veces antes, y quien reforma algo busca conservar sus características positivas e introducir mejoras. Este plebiscito fue antecedido por violencia, muerte y destrucción. En las manifestaciones de octubre y noviembre del año pasado murieron 26 personas; forzaron al gobierno de Sebastián Piñera a suscribir un acuerdo político y a convocar el plebiscito. Ya antes, la expresidenta Michelle Bachelet había prometido crear una nueva constitución.

El campanario de la iglesia de la Asunción es un símbolo de la opinión que tienen los manifestantes por las instituciones liberales del país. ¿Se estremeció cuando esta joya arquitectónica de 1876 se desplomó tras ser deliberadamente incendiada, el 18 de octubre? ¿Sintió escalofríos al escuchar cómo los encapuchados festejaban su fechoría con gritos de “que caiga”? El saqueo y destrucción de decenas de iglesias católicas y evangélicas, y de comercios también, es alimentada por odio al capitalismo y a la tradición. Atropellan la libertad de culto. En su homilía del 18 de octubre, el obispo de Villarrica, Francisco Stegmeir, escribió: “Es la tentación permanente de convertir a la política en una especie de religión y al Estado hacerlo dios… El César y todo lo que él representa pretende ser dios… El Estado es convertido en dios, falso, idolátrico. Pero al que se le debe tributar culto como a un dios”.

' La constitución chilena de 1980 será desechada.

Carroll Rios de Rodríguez

¿Qué podemos aprender los amantes de la libertad de los sucesos en Chile? Primero, que ni siquiera las constituciones más respetuosas de la libertad son eternas. La libertad requiere una defensa constante y elocuente. Es cierto que parte del clamor por una nueva constitución nace del rechazo a la dictadura de Augusto Pinochet, y más ampliamente a la autoridad, a lo militar, a la policía, al “fascismo” …pero irónicamente la Constitución protegía libertades civiles importantes que hoy corren el riesgo de ser olvidadas porque quienes lucharon con violencia por la nueva carta magna no creen en la libertad.

Segundo, la constituyente conformada por representantes de distintos actores políticos y sociales no generará un nuevo documento cohesivo y liberal. Cada artículo representará una negociación tensa y sectorial. En el mejor de los casos, regalarán al pueblo chileno un extenso pliego repleto de contradicciones y vaguedades que en vez de proteger a los ciudadanos vulnerará sus derechos básicos.

Tercero, el clamor de la izquierda por seguir el modelo venezolano augura la introducción de artículos contrarios a la defensa de la propiedad privada y los contratos, así como a la libertad de comercio.

Cuarto, algunos progresistas intentarán redefinir la legalidad de matar a ciertas personas (bebés no nacidos y moribundos) o a redefinir el concepto de persona, o a reprimir la práctica religiosa. Como explica el obispo Stegmeir: “Cerrarse a Dios, poner al hombre al centro, divinizar lo que no es Dios, destruye al hombre. Y mientras más se quiere alcanzar el bien, la justicia y la paz sin Dios, mayor será el mal, la injusticia y la violencia”.

Quinto, el marxismo cultural puede llegar a modificar las reglas constitucionales de un país… es un error abordarlo como una inocua y pasajera entretención de jóvenes desocupados.

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