LA BUENA NOTICIA

La responsabilidad moral

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Un rasgo singular de la tradición religiosa judeocristiana es el lugar central que ocupa la responsabilidad moral del creyente ante Dios. Mientras en muchas otras tradiciones religiosas el rito, el culto, los sacrificios ocupan el lugar principal en las relaciones con la respectiva divinidad, solo en el judaísmo y en el cristianismo se enseña y se inculca que el culto es agradable a Dios solo si quien participa en él puede acreditarse por su integridad moral.

' Dios quiere que como personas y como sociedad alcancemos el desarrollo y la perfección.

Mario Alberto Molina

Uno encuentra tradiciones religiosas en las que el rito es esencial para alimentar o pacificar a los númenes y que ellos permitan a los humanos hacer su vida aquí en la tierra sin sobresaltos ni contratiempos. O encuentra confesiones religiosas con obligaciones específicas para los creyentes como ayunos y oraciones, pero que no incluyen entre las esenciales el cumplimiento de un código ético. En cambio, los libros sagrados judíos cuentan que el momento cumbre del acto salvador de Dios consistió en que Él hizo un pacto con los israelitas por el que les otorgó un código ético que ellos se comprometieron a cumplir: los Diez Mandamientos. Y todo el Nuevo Testamento insiste en que Dios pedirá cuentas de la calidad moral de la conducta de cada uno en particular y no de los ritos y liturgias omitidas o mal ejecutadas.

¿Por qué ocupa la moral un puesto central en la religión de judíos y cristianos? A esta pregunta le he dado muchas vueltas y la respuesta a la que he llegado es que Dios quiere que nos construyamos como personas y como sociedad. Eso lo hacemos a través de nuestras acciones. Y para que nuestras acciones sean constructivas y no destructivas deben ajustarse a un código ético que a su vez corresponda a la naturaleza humana. Salvando enormes distancias, la analogía que me viene a la mente es la del manual para el uso de un aparato. Para que el aparato rinda y funcione bien, el usuario debe utilizarlo de acuerdo con las indicaciones del respectivo manual. Y para que el manual de instrucciones sea útil, debe corresponder a ese tipo de artilugio y no a otro, aunque se le parezca. Así también nosotros. Solo cuando nos atenemos en todos los ámbitos de nuestra conducta al código ético fundado en la ley natural, es decir, que corresponde a la condición humana común a toda persona, maduramos como individuos, nuestras familias son funcionales y construimos una sociedad próspera. Y en parte esa es nuestra salvación, eso es lo que Dios quiere para nosotros, que como personas y como sociedad alcancemos el desarrollo y la perfección que él proyectó para cada uno.

La posibilidad de fallar, de actuar mal, de caer en acciones destructivas es real. La vemos cada día. Somos libres, es decir, tenemos el deber de construirnos a nosotros mismos; no estamos programados. Estamos hechos de tal modo que no tenemos instintos que nos impulsen ciegamente a realizar las acciones constructivas para nuestra propia preservación. Somos libres, pero lamentablemente sentimos una inclinación a dejarnos guiar en nuestra conducta por lo ventajoso, lo placentero, lo oportuno y no por lo ético. De allí la necesaria reflexión para determinar qué es lo justo y lo recto y la educación y la disciplina para acostumbrarnos a actuar en consecuencia. Dios nos ilumina con sus mandamientos de tipo moral y nos auxilia con su gracia. La responsabilidad es personal e intransferible. Así como a nadie se le endosan los pecados ajenos, así tampoco nadie asume vicariamente la responsabilidad moral que le compete a cada uno. Ante Dios tendremos que presentarnos con nuestra propia lámpara encendida, abundantemente alimentada con el aceite de nuestra responsabilidad personal.

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