VENTANA

Reconectarse es la palabra mágica

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Es impresionante el mensaje que las autoridades del paradisíaco archipiélago brasileño Fernando de Noronha enviaron al mundo entero para atraer visitantes de todo el planeta. A partir del 1 de septiembre, cuando se abrieron los aeropuertos, exigieron que todos sus visitantes comprobaran clínicamente que habían tenido covid pero que se habían curado. Cuando leí esa noticia me quedé helada y vino a mi mente esta pregunta: ¿Qué mensaje deberíamos enviarle al mundo para rescatar a los cientos de pequeñas empresas que viven del turismo presencial en nuestro país? No es lo mismo viajar digitalmente a Guatemala que vivir la experiencia. La “vivencia” se encarna en nuestro ser. Las experiencias modelan nuestra vida. Cuando vi las fotografías del desastre que Eta había provocado en nuestros poblados, y hasta la imagen del gran zoomorfo de Quiriguá rodeada de lodo, un sitio que es considerado patrimonio mundial de la humanidad, logré contestar la pregunta sobré cuál sería ese mensaje poderoso que deberíamos enviarle al mundo para que nos visiten.

' ¿Qué mensaje debemos enviar al mundo para rescatar a las pequeñas empresas que viven del turismo presencial?

Rita María Roesch

Mi propuesta es que tenemos que invertir en descifrar los grandes mitos que están pidiendo salir a la luz y revelar los secretos que están escondidos en decenas de ciudades mayas enterradas. No hemos sabido comunicarlos al mundo, que está ansioso de volver a conectarse con el universo, con la naturaleza y tratar de crear una nueva relación entre todos los seres humanos. El mundo está ávido de vivir experiencias que nos reconecten con nuestra especie: que nos devuelvan nuestro sentido de humanidad. En febrero de este año escribí un artículo titulado Tesoros olvidados. En él describo cómo, “desde tiempos inmemoriales, en Mesoamérica, los mitos nutrieron el imaginario de las poblaciones mayas prehispánicas. El mito de la Creación del Mundo es un relato fantástico que versa sobre la colocación de tres piedras o “tronos” por los dioses remeros en distintos lugares del cosmos. Las tres piedras estaban relacionadas con la constelación de Orión. La nébula del centro estaba asociada al fuego cósmico. Este mito fue el tema central del “programa escultórico” que dirigió el rey más importante de Quiriguá: K´ak´ Tiliw Chan Yopaat. Yopaat significa la divinidad del relámpago”. O sea que nosotros, en Guatemala, no tenemos que recurrir a estrategias de mercadeo intrusivo, sino que, simplemente, tenemos que hacer una cosa muy sencilla: levantar el telón de los grandes pasos que dimos como civilización maya. Ese es nuestro gran tesoro, existen miles de historias y leyendas que esperan volver a la vida para irradiar su mensaje. Yo ya estoy trabajando en algunas de ellas.

Es preciso que comprendamos que quienes nos visiten del extranjero harán grandes esfuerzos para superar todo tipo de inconvenientes, desde pruebas médicas hasta medidas extremas en aeropuertos al arribar al país. Tenemos que esmerarnos para que su viaje valga la pena: “saquemos nuestros tesoros y pongámoslos a la luz del sol para cautivarlos”. A mí me encanta contarles a mis nietas los mitos del Popol Vuh. Si tuviera que poner un ejemplo, donde no les envidiamos nada a los grandes descubrimientos de la física cuántica, me basta con mencionar el mensaje inaudito que nos dejaron como lección los dos gemelos, Junajpú e Ixbalanqué, cuando, antes de marchar a Xibalbá, dejaron sembradas dos cañas de maíz que serían su “otro yo.” Si se secaban, era noticia de que estaban muertos. Si volvían a reverdecer, quería decir que estaban vivos. Cualquiera que conozca el más grande de los experimentos cuánticos sobre la “no localidad”, que significa que no existe separación, que estamos todos unidos a una sola macolla, va a comprender por qué los Cuanta celebran este teorema como el más grande de todos los descubrimientos de la física moderna. Y lo fantástico es que este mito está escrito en un lenguaje encriptado que parece historias para niños, que necesitan vivir toda una vida para poder desenredar su verdadero significado. ¡Más claro no canta un gallo, es necesario descifrar nuestros mitos! cantó entusiasmado el Clarinero.

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