NOTA BENE
Fluvium
Fluvium es latín para río; evoca agua que fluye. Fluyen el agua, los recuerdos, los pensamientos y la vida. De allí que sea un nombre apropiado para el sitio electrónico de Luis de Moya, una fluida colección de devociones, meditaciones, lecturas espirituales y miscelánea. Uno puede sumergirse a fondo o rozar la superficie del sitio. Llevo años visitando Fluvium. Cuando se abre la página, experimento la sensación de un regreso a casa, pero también me ilusiona descubrir un tesoro escondido, algo de provecho para el alma. Luis de Moya fue un sacerdote español moderno que se adelantó a la pandemia del covid-19. Hace veinte años empezó a acumular y curar artículos apostólicos para diseminarlos por vía electrónica. Llegó a tener cien mil suscriptores. ¿A cuántas almas habrá consolado y guiado a lo largo de estos años, y sin conocernos siquiera?
' Luis De Moya alzó su voz contra el aborto y la eutanasia.
Carrol Rios de Rodríguez
De Moya falleció cumplidos los 67 años, a principios de noviembre. Nació en España en 1953, el mayor de ocho hermanos, y al terminar su secundaria optó por estudiar Medicina. Ya graduado de médico se adentró en otro doctorado, esta vez en Derecho Canónico, y en 1981 se ordenó sacerdote. Justo diez años después, en abril de 1991, sufrió un accidente de tránsito que lo dejó tetrapléjico. Para entonces tenía 37 años y desarrollaba una intensa y activa labor en la Universidad de Navarra. El accidente no lo amargó. Al contrario, hizo un inventario de lo que todavía tenía, empezando por Dios, su inteligencia y la capacidad de amar. Se sentía como un millonario que perdió mil pesetas. “No me cambiaría por nada ni por nadie”, comentó a un reportero. Cinco años después escribió el edificante libro Sobre la marcha, similar al de Alan Tenenbaum, En la silla de morfeo, pues ambos narran los aprendizajes que les dejó el accidente.
Aconsejo visitar Fluvium para encontrar pequeñas gotas de esperanza y amor. Basta con unos minutos. No hace falta navegarlo en forma sistemática. Con un click puedes aprender que Benedicto XVI nos conminó a reconocer el rostro de Dios: “El Hijo de Dios, con su encarnación, muerte y resurrección, nos liberó de la esclavitud del pecado para darnos la libertad de los hijos de Dios, y nos dio a conocer el rostro de Dios que es amor: Dios se puede ver, es visible en Cristo”. O que san Juan Diego tenía 57 años cuando se le apareció la Virgen de Guadalupe y que dejó todo para vivir en un cuarto adjunto a la capilla donde se encontraba su imagen. O que la rusa Tatiana Goritcheva se convirtió del ateísmo repitiendo el Padre Nuestro seis veces.
Por su propia experiencia, el padre De Moya gozaba de credibilidad para aconsejar a otros respecto del sufrimiento y el dolor. Fluvium tiene un apartado rotulado Dolor, donde acumuló testimonios de personas que encaran el cáncer, la invalidez o una tragedia natural con valentía. Por ejemplo, encontrarás una entrevista a Blanca López-Ibor, una doctora que trata niños con cáncer, quien asegura: “… llegué a entender que la muerte no es la última palabra, que no estamos aquí por casualidad, que estamos hechos para ser felices, que somos muy queridos y que tenemos mucha capacidad de querer”.
De Moya luchó contra la eutanasia con fuerza. El respeto a la vida desde la concepción hasta la muerte natural es algo impreso en nuestro ser, afirmó el sacerdote, y aunque a veces nos digan que por razones médicas es necesario poner fin a una vida, las personas buenas “ven el abismo al que conduce la eutanasia y las falacias más frecuentes cuando se defiende”.
Una amiga escribió que seguro hubo fiesta en el Cielo el día que murió el padre De Moya. No lo dudo. Que sirva esta columna para celebrar una vida ejemplar, llena de amor y esperanza.