Comunitario

|

Suscriptores

Guatemala pierde cada vez más su diversidad biológica

Muchas veces se piensa que la pérdida de biodiversidad no afecta de manera directa a las personas, pero de los servicios que esta presta a la sociedad no solo depende toda forma de vida, sino también su economía, desarrollo y seguridad alimentaria.

Guatemala pierde cada vez más su diversidad biológica

La Sierra de los Cuchumatanes alberga gran cantidad de especies endémicas, algunas amenazadas o en peligro de extinción, por lo que se necesita de mayores esfuerzos para proteger esta área. (Foto Hemeroteca PL)

El 51.2% de merma de la diversidad biológica derivada de la sobreexplotación y disminución de hábitat se debe al cambio de uso de suelo, y en Guatemala y Centroamérica este problema es aún alarmante en los últimos años, según informes de organizaciones internacionales.

La pandemia de coronavirus, incendios forestales, plagas de langostas y olas de calor récord son algunos de los impactos del cambio climático y del colapso de la diversidad biológica.

La biodiversidad —contracción de diversidad biológica— es la amplia variedad de seres vivos, a nivel genético, de las especies y de los ecosistemas de los cuales forman parte. Guatemala, pese a su pequeña extensión territorial, es uno de los 19 países megadiversos en el mundo, que albergan, en conjunto, más del 70% de la biodiversidad del planeta, por lo que se debe insistir aún más en la protección de su riqueza natural.

De acuerdo con la Memoria de labores del Consejo Nacional de Áreas Protegidas (Conap) (2019), Guatemala tiene 349 áreas protegidas, registradas en el Sistema Guatemalteco de Áreas Protegidas (Sigap), con una extensión total de tres millones 471 mil 366 hectáreas, que representan 32% del territorio nacional. De este porcentaje, 30.92% es área terrestre y 0.94%, espacio marino. En Petén se encuentra el 74.23% de estas. En el 2019 se inscribieron 10 áreas nuevas.

En el 2017, el Conap recuperó 17 mil 265 hectáreas que eran usurpadas y destinadas a actividades ganaderas en la Reserva de la Biosfera Maya, en ese departamento. El Sigap alberga más del 51% de la cobertura forestal del país. Pero aún así, la conservación de la naturaleza resulta insuficiente.

En septiembre se dio a conocer el estudio Red Global de Seguridad (GSN, en inglés) para revertir la pérdida de biodiversidad y estabilizar el clima de la Tierra, publicado en la revista Science Advances, realizado por científicos de varias instituciones estadounidenses, que constituye el primer análisis a escala global de áreas terrestres que están desprotegidas —que se puede consultar en el sitio globalsafetynet.app— y que serán clave para la biodiversidad y la resiliencia climática, y que comprenden 50.4% de la superficie total del planeta. Actualmente, 15.1% de la superficie terrestre —20 millones 210 mil 878 km2— está protegida, pero en el mapa del GSN se incluyó 35.3% de áreas desprotegidas —41 millones 49 mil 630 km2— y que deberían ser conservadas por la rareza de especies, convergencia de distintas especies y por estar intactas.

Según la clasificación de protección de biodiversidad del GSN, Guatemala, El Salvador y Costa Rica están calificados con un puntaje de cuatro —10 es el más alto—; Honduras, cinco, y Nicaragua, siete. La razón por la que Guatemala tiene dicha puntuación se debe a que gran extensión de tierra —56%—, rica en biodiversidad y servicios ecosistémicos, no está protegida, explica Karl Burkart, de One Earth, uno de los científicos participantes en el estudio de GSN, quien destaca los proyectos de conservación de la biodiversidad a cargo de comunidades con concesiones forestales en Petén. Burkart afirma que en Nicaragua el 70% del territorio que alberga gran biodiversidad está protegido.

Pedro Pineda, doctor en Ciencias Políticas e investigador del Instituto de Investigación y Proyección sobre Ambiente Natural y Sociedad (Iarna), de la Universidad Rafael Landívar, afirma que la calificación que recibió Nicaragua, se debe, principalmente, a la promulgación de su estrategia de biodiversidad para el período 2015-2020. También, en ese país se ha implementado acciones concretas para cumplir con las metas que en ella se plantearon, en otras palabras, pasaron del papel a la práctica.

“Estas estrategias pueden estar muy bien hechas, como la que tiene Guatemala, pero si no se pasa a la acción, no ocurren los cambios esperados”, añade.

Eric Dinerstein, de Resolve, otro de los científicos participantes del GSN, explica que el área intacta de Petén es de gran importancia, no solo para la conservación de especies amenazadas como el jaguar o tapir, entre otros mamíferos, sino constituye un área relevante de almacenamiento de carbono —a fin de reducir las emisiones de dióxido de carbono de la atmósfera—.

Asimismo, las regiones montañosas de bosques centroamericanos de pino y roble contienen la más alta diversidad de especies coníferas en el mundo y albergan plantas y animales endémicos que solo sobreviven en este cinturón o en formaciones de bosques lluviosos, amenazados por incendios.

También, al menos siete sitios montañosos son el hábitat de poblaciones confinadas de especies amenazadas o en peligro de extinción. Por ejemplo, los bosques del río Nahualate son el hogar de un raro cactus, y en la Sierra de los Cuchumatanes viven especies raras de ranas y el ratón ciervo.

Pobre salud medioambiental

Según el Índex de Desempeño del Medio Ambiente 2020 (EPI, en inglés), de la Universidad de Yale, basado en 32 indicadores y 11 categorías —como calidad de aire, biodiversidad y hábitat, servicios ecosistémicos, manejo de desechos, agua potable y emisiones contaminantes—, el principal listado mundial para determinar la salud medioambiental y vitalidad del ecosistema, Guatemala ocupa el puesto 149 de 180 países, con un puntaje de apenas 31.8 sobre cien, el peor calificado de Centroamérica —Costa Rica tiene 52, El Salvador, 95; Nicaragua, 108, y Honduras, 116—, a nivel regional es el penúltimo país —31—, superado solo por Haití -32-. Además, ocupa el último lugar en la región en la calificación sobre cambios en 10 años, es decir, no se han implementado medidas para proteger integralmente el medioambiente en ese período de tiempo, que incluye, entre otras cosas, la estabilidad del ecosistema.

Guatemala, según este informe, tiene el puesto 129 en la protección de su biodiversidad y hábitat. Además, está en el grupo de 14 países rezagados en la protección de los 14 biomas terrestres, con apenas 1%.

Según el Informe Planeta Vivo (IPV), edición 2020, divulgado en septiembre y llevado a cabo por World Wildlife Fund (WWF), con el apoyo de 40 instituciones conservacionistas y educativas, que monitorea globalmente las poblaciones de mamíferos, aves, peces, reptiles y anfibios -cuyos cambios porcentuales de abundancia se calculan desde 1970-, asevera que estas han disminuido en 68% en promedio; en América Latina el resultado es más desalentador, pues la reducción, en promedio, es del 94%.

El IPV destaca que la causa más relevante de la pérdida de biodiversidad en los sistemas terrestres es el cambio de uso de suelo en un 51.2%, principalmente, por la conversión de hábitats nativos prístinos —bosques, praderas y manglares— en sistemas agrícolas, mientras que en gran parte de los océanos hay sobrepesca. WWF subraya que el cambio climático aún no es el factor más importante de la pérdida de biodiversidad.

El Perfil Ambiental de Guatemala, del Iarna, señala que la región centroamericana cubre las necesidades de la sociedad mediante intensas extracciones de biomasa, principalmente, en el seno de actividades agrícolas, ganaderas, forestales y de caza y pesca, las cuales representan el 66% de las sustracciones totales de bienes naturales en la región. La extracción de biomasa se fundamenta, a su vez, en la riqueza de suelos, la disponibilidad de agua, la variedad climática y en la amplitud de los recursos genéticos, entre otros factores.

Los cambios comunes de suelo son causados por la agricultura insostenible, la infraestructura, el crecimiento urbano, la producción de energía y la minería, dice WWF. Para los hábitats de agua dulce, la fragmentación de ríos y arroyos y la extracción de agua son amenazas comunes.

La pérdida de cobertura forestal por cambio de suelo para usos agrícolas y ganaderos es la principal causa de la pérdida de la biodiversidad. (Foto Hemeroteca PL)

Pineda refiere que la agricultura, la ganadería y el sector de la construcción representan las actividades que tienen mayor demanda de espacio y flujo de servicios naturales. Solo la agricultura, en el 2012, ocupaba dos millones 496 mil 300 hectáreas, equivalentes a 23.12% del territorio nacional. Y sigue aumentando. De acuerdo con datos del Banco de Guatemala, entre el 2013 y el 2018, la agricultura, silvicultura, caza y pesca crecieron en conjunto 20.41%, y el sector de la construcción, 46.81%.

Se calcula que una superficie de 138 mil 839 hectáreas está ocupada por complejos urbanos para vivienda, combinados con infraestructura para actividades económicas y producción de energía y minería. Hay regulación para el establecimiento y desarrollo de este tipo de uso de la tierra a fin de proteger el medio ambiente como la Ley Forestal y la Ley de Protección del Medio Ambiente; sin embargo, afirma Pineda, muchas veces no se cumplen los requisitos establecidos; por ejemplo, no construir en áreas restringidas o llevar a cabo las medidas de mitigación de los impactos ambientales.

La influencia humana en la pérdida de naturaleza es tan grande que numerosos científicos opinan que estamos entrando en una nueva época geológica: el Antropoceno.

Riesgos latentes

El IPV advierte de que sin la biodiversidad del suelo, los ecosistemas terrestres pueden colapsar, pues hasta el 90% de los organismos vivos pasan parte de su ciclo de vida en estos hábitats. La variedad de sus componentes, llenos de aire y agua, crean una increíble diversidad de hábitats que sustentan nuestra vida en el planeta.

La pérdida de biodiversidad amenaza también la seguridad alimentaria, por lo que urgen acciones para transformar nuestro sistema alimentario mundial. El gran reto consiste en modificar las prácticas agrícolas y pesqueras, buena parte de estas insostenibles, en unas que produzcan comida nutritiva, al tiempo que protejan y conserven la biodiversidad. Para ello, se deben aplicar prácticas agroecológicas, reducir el uso de químicos, fertilizantes y pesticidas y proteger a los polinizadores, añade el IPV.

Elías Raymundo, especialista en Seguimiento y Evaluación del Programa Mesoamérica Sin Hambre Amexcid -FAO Guatemala, expone que se ha reducido o eliminado de la dieta de la población campesina fuentes importantes de alimentos como chapulines, peces de ríos, cangrejos, hoja de Santa María o portulaca que la hacían más nutritiva. “Como país, donde 46 de cien hogares no comen lo suficiente, estamos perdiendo la oportunidad de tener un banco diverso de especies y de genes que en el futuro inmediato pueden ser opciones para diversificar la alimentación”, añade.

La FAO, junto con el Ministerio de Agricultura, Ganadería y Alimentación, durante los últimos ocho años han promovido la agricultura familiar en comunidades de escasos recursos, pues es el sector que más agrodiversidad impulsa para ampliar sus opciones alimentarias y para enfrentar los riesgos climáticos, al favorecer las condiciones para rescatar diversidad de especies. Más alarmante aún es el hecho de que muchas personas de menor nivel económico dependen de las áreas naturales para su subsistencia. Al perderse estas, la desnutrición se agravará más.

El Conap refiere que los huertos familiares, de origen prehispánico, en Alta Verapaz, constituidos por al menos 250 especies, aporta a sus dueños el 18% de su economía familiar, ya sea para consumo directo de sus productos o para venta en los mercados locales de los remanentes.

El Viceministerio de Recursos Naturales y Cambio Climático, del Ministerio de Ambiente y Recursos Naturales (Marn), indica que la revisión de las plantas de origen mesoamericano subutilizadas en alimentación humana muestra una gran lista de especies con contenido nutricional superior a las cultivadas introducidas, por lo que su revalorización social es de suma importancia para poder contribuir a enfrentar la desnutrición.

Origen de una pandemia

Si bien los orígenes exactos del covid-19 aún son inciertos, WWF reitera que el 60% de las enfermedades infecciosas actuales proceden de animales, y casi las tres cuartas partes de estas, de animales silvestres. La pérdida de hábitats, la modificación de ambientes naturales y, en general, la pérdida de biodiversidad son factores que han propagado las afecciones infecciosas emergentes. Los males que provienen de animales causan casi tres millones de muertes cada año en el mundo. Para prevenir futuras pandemias hay que cambiar y restaurar la relación de la humanidad con la naturaleza, dice la entidad.

El GSN confirma este hecho, pues la deforestación extensiva en los bosques tropicales lleva al humano a tener mayor contacto directo con animales que son vectores de patógenos; por ejemplo, el virus del zika surgió de picaduras de mosquito ocurridas en el bosque-sabana del Lago Victoria, en Uganda. Los hábitats naturales serían administrados de tal forma que se pueda reducir el contacto humano con patógenos que causan enfermedades zoonóticas de alto riesgo.

Incontenible deforestación

Según datos del Instituto Nacional de Bosques (2016), se deforestan anualmente en el país 18 mil 350 hectáreas de bosque. Dentro de las áreas protegidas, cada año se pierden 39 mil 478 hectáreas, pero se ganan 21 mil 977 hectáreas, que representan una tasa anual de -0.9%; fuera de áreas protegidas, es de -0.5%. Estas últimas, por ser remanentes de bosque, están expuestas a su degradación. Para Pineda, la tasa de deforestación a nivel nacional, entre el 2010 y 2016, fue de 122 mil 985 hectáreas cada año. En el 2016, la cobertura forestal era de tres millones 574 mil 244 hectáreas, 33% del territorio.

Dinerstein refiere que además de incendios y cambio climático, la biodiversidad de Guatemala está amenazada por tala ilegal de madera, narcotráfico y minería de oro. El bosque tropical seco de Centroamérica, la ecorregión más amenazada, es afectada por la expansión agrícola, y los bosques tropicales lluviosos, por la tala y áreas para pasto. “Se están desarrollando nuevas tecnologías para detener la tala ilegal de árboles y minería, las cuales podrían ser implementadas, pero sin el fortalecimiento de leyes existentes y sin protección rigurosa, estas serían solo medidas a medias. La restauración es posible si se protegen las áreas que quedan”, expone.

Pineda afirma que las zonas núcleo de las áreas protegidas, que por su definición tienen una protección absoluta, están padeciendo de deforestación. De 1991 a 2016 se perdieron 244 mil 696.41 hectáreas, que representan 25.3% con respecto de la superficie con bosque que se tenía en 1991.

El Consejo de Ministros del Consejo Agropecuario Centroamericano tiene como meta que para el año 2030 la región restaurará y conservará 10 millones de hectáreas de tierras y ecosistemas degradados.

El principal problema es la eliminación de la cobertura forestal en lugares donde no está permitido y no se exigen planes para la recuperación de esta.

Cargando

Soluciones

Dinerstein expone que ningún territorio nuevo debería ser destinado para expansión de agricultura, pero si esto ocurre, debería restaurarse con una cantidad compensatoria de tierra degradada. Advierte, además, de que grandes áreas de suelo serán inadecuadas para fines agrícolas debido al cambio climático, por lo que es imperativo conservar hábitats naturales para prevenir la emisión de gases de efecto invernadero y así mantener la productividad de tierras agrícolas en el Istmo, añade.

Pineda opina que se puede propiciar un ordenamiento territorial basado en la capacidad de uso de la tierra para disminuir la superficie que se encuentra en sobreuso; proponer prácticas de agricultura mejorada que incluya la protección del suelo y del agua, así como uso de agroforestería, tanto de cultivos anuales como permanentes.

La Dirección de Valoración de la Diversidad Biológica y la Dirección de Manejo de Bosques y Vida Silvestre del Conap proponen crear un programa de incentivos para los pequeños productores y pescadores para hacer uso adecuado del recurso y tener un aliciente económico que ayude a su economía familiar, así como programas de conservación y de prácticas sostenibles del uso de la biodiversidad.

Pineda señala que se debe fortalecer la situación financiera de las instituciones a cargo de la protección de la biodiversidad y fomentar alianzas con la sociedad civil, principalmente con comunidades que se interrelacionan con las áreas protegidas.

Los pueblos originarios juegan un papel fundamental en la efectividad para preservar la biodiversidad y regular la atmósfera terrestre, por lo que es importante atender los reclamos de tierras indígenas, defender la tenencia de derechos a la tierra e implementar programas para el manejo de tierras indígenas, que cubren 37% del área del GSN.

El Marn explica que la práctica histórica y social de las comunidades indígenas guatemaltecas demuestra que, desde condiciones sociales que les permitan la manifestación normal de su cultura y, en consecuencia, la vigencia y el respeto de sus normas, pueden convivir de manera armoniosa con sus recursos naturales. Esta convivencia pacífica puede representar un aporte valioso al desarrollo del necesario diálogo intercultural.

La organización Global Witness dio a conocer en julio último que 212 defensores indígenas del medioambiente fueron asesinados en el mundo en el 2019 —12 en Guatemala, el sexto país con mayor número de casos—, por haber defendido su territorio, y muchos han sido criminalizados por enfrentar a gobiernos o empresas que buscaban obtener ganancias mediante la destrucción de los recursos de tierras ancestrales.

El Banco Mundial estima que los delitos contra los recursos naturales y el medioambiente causan pérdidas por más de US$70 mil millones anuales en los países en desarrollo.

La industria farmacéutica, biotecnológica, agrícola, alimentaria y de cuidados personales dependen de los recursos genéticos naturales, añade el Conap. Además, el ecoturismo es el área con mayor desarrollo dentro de la industria turística, que se ha incrementado en 20%.

Medidas más rigurosas

El Marn refiere que el Estado ha introducido reformas con marcos regulatorios e instituciones implementadoras para el resguardo, protección y conservación del patrimonio natural y ambiente del país. Pero aún se necesitan acciones e intervenciones coordinadas para lograr el desarrollo sostenible de pilares económico, social y ambiental.

La mayoría de ecosistemas marinos aún no están protegidos en el país, por lo que se trabaja para dicho fin, añade esa cartera. En Guatemala, la pesca es controlada por la Ley de Pesca y Acuicultura, reformada en el 2002, y por algunos reglamentos específicos emitidos por la Dirección de la Normatividad de la Pesca y la Acuicultura.

El Marn destaca que se necesitan medidas coercitivas o de mayor presión contra hechos delictivos que impactan negativamente en el ambiente y biodiversidad, como aumento en las multas, y que el Ministerio Público estreche su colaboración con esa cartera para apoyar en las actividades ilícitas contra la naturaleza. La resolución y multas no fortalecen las acciones coordinadas de las instituciones en el ámbito ambiental, añade. La población no tiene conciencia aún del valor del medio ambiente y recursos naturales. Hacen falta incentivos y castigos, señala.

Según el informe El estado de la biodiversidad para la alimentación y la agricultura (2019), entre las acciones que se deben tomar para conservar la biodiversidad está el fortalecimiento de las diferentes dependencias del Estado que tienen relación con la protección del medioambiente, implementación de programas de rozas controladas e introducción de otras fuentes de energía.

El Conap refiere que las metas en el Plan Estratégico para la Diversidad Biológica 2011-2020, establecido por el Convenio de Diversidad, a fin de salvaguardar la biodiversidad, relacionadas con la prevención y control de especies exóticas invasoras, así como agricultura, acuicultura y silviculturas sostenibles han tenido pocos avances en los últimos cuatro años, pues los esfuerzos han sido insuficientes. También en la restauración y resiliencia de los ecosistemas, valores de la diversidad biológica integrados y ecosistemas vulnerables al cambio climático el avance ha sido poco significativo, pues no se han logrado desarrollar plenamente los mecanismos de adaptación y disminución de la vulnerabilidad vinculada al cambio climático.

El Conap asegura que para el 2022 el Estado de Guatemala, con base en la Estrategia Nacional de Diversidad Biológica 2012-2022, proporcionará los recursos humanos y financieros necesarios para mantener la viabilidad social y ambiental y para conservar y utilizar de manera sostenible la diversidad biológica.

Además, asegura que se ha tenido avances en 10 metas, aunque a un ritmo insuficiente. A nivel mundial, ninguna de estas se ha cumplido, pero se espera que en Guatemala los esfuerzos se vean acelerados para el próximo año y medio.

“La concienciación social de conservación y uso sostenible de la vida silvestre es un compromiso de todos los guatemaltecos”, enfatiza el Conap.

Compromisos de Guatemala

  • La diversidad biológica tiene gran importancia y valor estratégico para el desarrollo de las sociedades, por lo que han surgido mecanismos y esfuerzos enfocados en la conservación y el uso sostenible de aquella.
  • Como resultado, en 1995, el Congreso de la República, según el decreto 5-95, ratificó el Convenio sobre la Diversidad Biológica (CDB), el primer acuerdo mundial enfocado en la conservación y uso sostenible, así como el reparto equitativo de los beneficios obtenidos de la utilización de la biodiversidad.
  • En 1999, el Conap aprobó la Estrategia Nacional para la Conservación y Uso Sostenible de la Biodiversidad, para cumplir las disposiciones del CDB.
  • Guatemala ha ratificado más de 46 tratados y convenios internacionales en materia ambiental, que requieren seguimiento y cumplimiento. Además, tiene, al menos, 18 políticas ambientales, seis agropecuarias y 10 transversales.

ESCRITO POR:

Brenda Martínez

Periodista de Prensa Libre especializada en historia y antropología con 16 años de experiencia. Reconocida con el premio a Mejor Reportaje del Año de Prensa Libre en tres ocasiones.