IMAGEN ES PERCEPCIÓN
Indignación ante el asesinato de nuestros niños
Sharon Figueroa jugaba bicicleta en el patio de su casa, en el barrio La Ceibita, Melchor de Mencos, Petén, cuando fue raptada y luego brutalmente asesinada. Según el Inacif, la pequeña fue golpeada antes de morir. Es duro saber que tenía tan solo 8 años. El Estado guatemalteco le falló a Sharon y a cientos de niños que son asesinados impunemente a diario en nuestro país, sin que el Gobierno tome medidas para prevenirlo y combatirlo. Y que la sociedad se muestre verdaderamente indignada, como ocurre en los otros países cuando aisladamente se asesina a un niño, toda la comunidad se vuelca a exigir justicia en manifestaciones multitudinarias, incluso a reclamar cambios en la legislación para proteger a los pequeños.
' No basta solo con repetir la cantaleta de instaurar la pena de muerte y después no hacer absolutamente nada.
Brenda Sanchinelli
Si la pequeña Sharon hubiese sido hija de algún empresario importante, ¿actuarían de igual manera las autoridades? No basta con repetir la cantaleta de instaurar la pena de muerte y después no hacer absolutamente nada. Una vez más queda evidenciado que la justicia no es igual para todos los ciudadanos.
Las cifras son alarmantes, justamente porque los menores son muy propensos a ser víctimas de abusos en el entorno familiar, escolar o público. Un informe denominado Niños en peligro, de Unicef, indicó que cada cinco minutos muere un niño a causa de acciones relacionadas con hechos de violencia y la prevención que debe llevarse a cabo.
En países como Guatemala, donde reina la ignorancia, la anarquía y la impunidad, es donde más asesinatos y abusos infantiles se cometen. Se ha determinado que muchos adultos utilizan la violencia como herramienta para castigar o inculcar disciplina a los pequeños, de manera violenta y descontrolada. Otros adultos abusadores, en su infancia fueron víctimas de violaciones o violencia intrafamiliar y lamentablemente repiten los patrones de conducta con niños indefensos, a veces con sus propios hijos. En la mayoría de los casos, los “abusadores” son personas cercanas, pertenecientes al círculo familiar, social, escolar, religioso, etc.
En el abuso físico se atenta contra la integridad corporal del infante, hiriéndole deliberadamente con golpes, quemaduras, estrangulación, etc. Y también los abusos sexuales, que en nuestro país son cifras verdaderamente alarmantes. Un muestreo efectuado por el Instituto Nacional de Ciencias Forenses (Inacif) reveló sobre el abuso sexual en menores de edad y señala este flagelo principalmente en los departamentos de Guatemala, Escuintla, Jalapa, Chiquimula, Petén y Chimaltenango. Los menores de 1 a 9 años son el grupo más vulnerable y propenso a sufrir este tipo de abuso, con secuelas físicas y psicológicas severas.
La práctica más común es posiblemente el abuso psicológico, que aunque no deja huellas visibles en el cuerpo, conlleva humillaciones y vejaciones hacia el menor, que lo dañan profundamente en sus sentimientos y además lo marcan para el resto de su vida. Y también se considera un abuso, la negligencia de los padres, que implica abandono, no proveer al niño de afecto, cuidados, educación, protección o alimentos.
Tenemos el deber de proteger a nuestros niños y por lo mismo debemos estar alertas, para identificar cualquier manifestación de abuso infantil, y así prevenirlo. Idealmente, los agresores deberían ser detectados antes que ocurra el daño.
Según los psicólogos, los niños no saben cómo defenderse de las agresiones de los adultos, no piden ayuda y guardan silencio. Esto los hace más vulnerables. Lo importante es prevenir la violencia, y si ya existe debe denunciarse al agresor, sea quien sea, para rescatar al niño abusado y prevenir otros abusos de niños en peligro.