Revista D

Una tradición que se teje con los colores de Guatemala

El aprendizaje de esta rica tradición artesanal es un regalo entre generaciones. Hilos , paciencia, concentración y un lenguaje propio con los textiles forman parte de ese encuentro.

FLa habilidad de tejer ha servido a las mujeres para satisfacer sus necesidades de vestimenta, y también para contar la historia de una tradición sustentada en la cultura y los conocimientos heredados de generaciones pasadas.  (Foto Prensa Libre: Fernando Cabrera).

FLa habilidad de tejer ha servido a las mujeres para satisfacer sus necesidades de vestimenta, y también para contar la historia de una tradición sustentada en la cultura y los conocimientos heredados de generaciones pasadas. (Foto Prensa Libre: Fernando Cabrera).

El aprendizaje para empezar a crear los textiles de la indumentaria maya comienza alrededor de los 7 años y se da dentro del círculo familiar, entre abuelas, madres y nietas.

Sin embargo, en la actualidad no es la única manera de aprender y se ha dado un giro para que este proceso llegue cada vez a más personas.

Por ejemplo, las comunidades se organizan para dar cursos de la elaboración de estos tejidos a todo el que quiera aprender, y algunas instituciones los programan. Hasta hay personas extranjeras que se inscriben.

En sí, especialistas consultados ponderan la importancia de que se convierta en una opción de aprendizaje dentro del sistema educativo nacional.

Tres generaciones comparten la tradición del telar de cintura. Al fondo se ubica un pequeño altar, presente en algunos hogares que se dedican a este trabajo textil. (Foto Prensa Libre: Fernando Cabrera).

Lo anterior ha abierto la posibilidad de que más hombres y niños entren en este mundo de formas, colores y creaciones que dan vida a las telas, vestuario, decoraciones y accesorios con detalles que dan a conocer la cultura de cada pueblo maya.

La creatividad se adapta a las mascarillas tan comunes en la pandemia.

El Museo Ixchel del Traje Indígena durante el año da cursos para aprender este arte. Por la pandemia se han impartido cursos en línea y abierto otras opciones para aprender los pasos del tejido que incluyen la técnica básica de devanar y urdir, armar el lizo (o chocoy), tejer y realizar los propios diseños utilizando diferentes técnicas de trama y brocado.

Un curso podría llevar de tres a cuatro meses. Se aprende desde lo básico hasta crear una pieza propia.

El Museo Ixchel del Traje Indígena imparte cursos, presenciales y virtuales, de telar de cintura y otras técnicas con las cuales se elaboran los tejidos. (Foto Prnesa Libre: Museo Ixchel).

Un artículo publicado por Bárbara Knoke de Arathoon explica que los trajes que visten los mayas contemporáneos de Guatemala, así como diversos tejidos que forman parte integral de su vida cotidiana y ceremonial, constituyen un lenguaje colectivo, tangible e intangible, de gran diversidad y complejidad. Como expresiones humanas, están imbuidas de simbolismo, pues encierran un abanico de significados.

Entre las mujeres, la vestimenta es el principal medio, silencioso pero elocuente, a través del cual se transmite la identidad étnica local.
En el caso de la vestimenta tradicional, la combinación de rasgos como colores, materiales, técnicas, estilo de las prendas y formas en que se usan son signos de identidad, como a veces ocurre entre la cabecera municipal y las aldeas y caseríos.

Violeta Gutiérrez, del Museo Ixchel del Traje Indígena, explica que la tradición textil tiene referencia desde la época prehispánica y esto marca una pauta importante en la historia y parte de la identidad. En la actualidad se teje en telar de cintura y telar de pie. Este último es fabricado en madera, funciona cuando el tejedor pisa pedales y los alterna, para elaborar la tela.

Asimismo, otras características reflejan la identidad del usuario, la posición que ocupa dentro de su comunidad, la ocasión en la que
participa, sean quehaceres cotidianos o ceremonias que requieren prendas especiales.

Un momento para compartir

Amanda García, maestra de telar de cintura, agrega que en las familias hay historias relacionadas con el tejido que se van enseñando de madre a hija y se trasladan a las siguientes generaciones. Y así, todo eso se va convirtiendo en una gran experiencia.

Cada cultura tiene sus propios simbolismos y colores. A través de ellos se transmiten mensajes y es importante reconocer que el movimiento de la tradición textil no es estático, sino que cambia y se mueve entre generaciones, reflexiona.

Gutiérrez dice que el museo está elaborando tres informes de campo en los que se consideran tres comunidades. En ellos se describen algunos efectos de las tendencias modernas en la indumentaria maya de Guatemala.

Visitantes de otros países se interesan por el aprendizaje del telar de cintura. (Foto Prensa Libre: Museo Ixchel).

Este análisis se ha trabajado en Salcajá, Santa Catarina Palopó y Sololá. En Sololá, por ejemplo, Gutiérrez y Deyvid Molina, quienes participan en la investigación, comentan que este lugar conserva una variada producción textil y es una de las pocas comunidades de Guatemala donde la indumentaria masculina prevalece incluso para el uso diario.

Entre los cambios que observaron está que antes era frecuente que, al extremo inferior del corte, se le cosiera una aplicación de pana o terciopelo, con el fin de prevenir el deterioro de las prendas en esa parte, la cual está mayormente expuesta al suelo, así como al polvo y lodo, pero ahora se está dejando de hacer. Asimismo, los cortes de estilo “a nt i g u o” eran de fondo azul oscuro, con diseños de jaspe, en vertical, con tonos blancos y negros, y en los más recientes las figuras suelen ser de menor tamaño.

En Salcajá hay vendedores y compradores de distintos lugares que permiten una riqueza de intercambio cultural .  En el presente es usual que las mujeres lleven huipiles.

de comunidades ajenas a las que son oriundas, en parte por gustos personales y también por factores económicos. Durante el último tercio del siglo XX, comunidades como San Antonio Aguas Calientes, Sacatepéquez; Comalapa, Chimaltenango, y Tactic, Alta Verapaz, influyeron de manera significativa en otras poblaciones, que preferían sustituir sus huipiles por los de estos municipios.

Los materiales textiles, las herramientas y las técnicas usadas en el proceso de tejer demuestran el desarrollo histórico de esta tradición. Aquí se observa a un estudiante que trabaja algunas piezas básicas. (Foto Prensa Libre: Museo Ixchel).

La indumentaria tradicional de Santa Catarina Palopó es, sin lugar a duda, una de las que ha experimentado cambios radicales dentro del mundo de la tradición textil maya en el país, ya que en aproximadamente 50 años evolucionó de un estilo austero, caracterizado por huipiles de fondo rojo y blanco, con diseños brocados discretos y corte azul, a una diversidad de colores en los huipiles y fajas, como corinto, verde, turquesa y celeste, entre otros.

Para muchas comunidades la elaboración de tejidos representa un ingreso económico. En algunas familias se teje para consumo local, o su familia y otros lo hacen para vender a los visitantes.

En los últimos años han surgido piezas elaboradas en fábricas, que son más accesibles. Aunque existía el temor de que los productos comerciales desplazaran a los tejidos manufacturados, esta posibilidad todavía es lejana.

Gutiérrez indica que en la pandemia se han dedicado a crear más materiales, y pese a que las ventas en general bajaron, se han mantenido, en especial a nivel local, lo cual estima positivo porque no se cerró este espacio.

El precio de cada pieza depende de distintos factores. Un traje de diario puede llegar a costar entre Q1,500 a Q2,000, mientras uno tradicional alrededor de Q8 mil. Es una gran inversión de tiempo, materiales y trabajo. Especialistas insisten en que en ocasiones la labor no es valorada y el precio dista de ser justo.

Nacer con los telares

Jennifer Sanjay García nació en Santo Domingo Xenacoj, Sacatepéquez, el 11 de enero de 1999. A sus 4 años comenzó a compartir con su abuela, su madre y su tía. Fue un tiempo de formar bolitas de hilo y jugar junto a ellas mientras trabajaban.

Comenzó a tejer su primera pieza, un sut, a los 7 años, y siguió con otras prendas básicas más grandes. A los 10 años tejió su primer huipil. “Me sentí feliz de venderlo y así apoyar a la familia y a la comunidad ”, expresa al recordar ese momento.

“Mi fuente de inspiración fueron mis abuelos y mi gran maestra fue mi tía Odilia Sanjay, porque cuando tenía 6 años mi mamá murió y quedé bajo su responsabilidad”.

Actualmente tiene 21 años es maestra de telar de cintura. Teje todo tipo de piezas de uso diario y ceremoniales. “El mundo ha crecido. En Santo Domingo Xenacoj las mujeres se han organizado para proteger esta tradición, conocer con más profundidad técnicas y el nombre de estas. Antes de la pandemia nos sentábamos frente a la municipalidad a enseñar a todo el que quisiera aprender y allí se acercaban en especial los pequeños”, recuerda.

Jennifer cuenta que para ella tejer es especial, porque ese momento le hace olvidar todo y también refleja las emociones. “Si se está enojado hasta se puede reventar un hilo o que algo no salga como es. El estado de ánimo también puede influir en seleccionar los colores”, revela.

Jennifer Sanjay perdió el trabajo por la pandemia, pero al saber tejer ha creado junto a su tía Odilia diferentes piezas textiles para sostenerse. (Foto Prensa Libre: Fernando Cabrera)

“Cuando se está delante del tejido se sienten los hilos, la suavidad, y una se relaja. La imaginación vuela entre lo que se va tocando un hilo y tocando la trama, es inexplicable la ex p e r i e n c i a”, dice mientras muestra parte de sus nuevas creaciones, como huipiles con mangas más cortas, una pieza de color negro con diseños novedosos y otra inspirada en una comunidad cercana.

“Mi fuente de inspiración fueron mis abuelos y mi gran maestra fue mi tía Odilia Sanjay, porque cuando tenía 6 años mi mamá murió y quedé bajo su responsabilidad”.

Actualmente tiene 21 años es maestra de telar de cintura. Teje todo tipo de piezas de uso diario y ceremoniales. “El mundo ha crecido. En Santo Domingo Xenacoj las mujeres se han organizado para proteger esta tradición, conocer con más profundidad técnicas y el nombre de estas. Antes de la pandemia nos sentábamos frente a la municipalidad a enseñar a todo el que quisiera aprender y allí se acercaban en especial los p e q u e ñ os”, recuerda.

Jennifer cuenta que para ella tejer es especial, porque ese momento le hace olvidar todo y también refleja las emociones. “Si se está enojado hasta se puede reventar un hilo o que algo no salga como es. El estado de ánimo también puede influir en seleccionar los colores”, revela.

La familia Sanjay teje piezas para diferentes comunidades cercanas. (Foto Prensa Libre: Fernando Cabrera).

“Cuando se está delante del tejido se sienten los hilos, la suavidad, y una se relaja. La imaginación vuela entre lo que se va tocando un hilo y tocando la trama, es inexplicable la ex p e r i e n c i a”, dice mientras muestra parte de sus nuevas creaciones, como huipiles con mangas más cortas, una pieza de color negro con diseños novedosos y otra inspirada en una comunidad cercana.

ESCRITO POR:

ARCHIVADO EN: