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Por qué en Guatemala camina lento la vacunación en comparación con Centroamérica
El Salvador inició con la vacunación una semana antes que Guatemala, pero su gestión ha sido más eficiente y logró alcanzar a Costa Rica.
En Guatemala ha sido lenta la vacunación, los puestos atienden en horas de oficina y las campañas de difusión no han sido efectivas. Foto: Fernando Carrera
La lucha contra la pandemia de covid-19 en el mundo va en la fase de lograr la inmunización de sus pobladores a través de la vacunación masiva, que va a pasos acelerados en la mayoría de países.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha dicho que la inmunización colectiva se logra vacunando al 70% de pobladores y a eso apunta la mayoría de países.
Sin embargo, esta urgencia no se observa en Guatemala, que en el plan de vacunación repite la improvisación que mostró en el diagnóstico de casos.
El 14 de mayo, el Ministerio de Salud Pública informó que abría la vacunación a mayores de 65 años, pero todavía no ha cubierto a toda la población de 70 años y ha dejado atrás al 60 por ciento de personas de esta edad que viven en las áreas rurales, a quienes no ha llegado información al respecto.
Guatemala ha logrado vacunar en un esquema completo a menos del 0.1% de la población, mientras que Costa Rica ha llegado al 8% y Panamá, al 6%, según el portal Our World in Data.
A decir de ese portal y según los datos oficiales de la Caja Costarricense del Seguro Social, en ese país centroamericano han recibido la vacuna en un esquema completo 436 mil 630 personas, mientras que la Secretaría de Salud de El Salvador registra 233 mil 241 y el Ministerio de Salud de Panamá, 191 mil 204.
En Guatemala, apenas 2 mil 521 personas han recibido el esquema completo de la vacuna y forman parte del personal médico que recibió las dosis de Moderna donadas por Israel.
Manejo de la pandemia
El presidente de Guatemala, Alejandro Giammattei, dijo en un noticiero local que las dificultades para comprar vacunas se deben al buen manejo que el Gobierno ha hecho de la pandemia. “Tenemos que partir de una premisa, como me lo dijo a mí el director de una de las empresas que hacen la vacuna: ‘Mire ,ustedes no son elegibles en esta primera tanda porque han manejado muy bien la pandemia’”, justificó.
Pero los datos dicen lo contrario. En un análisis hecho por Carlos Mendoza, de Diálogos, la falta de diagnóstico en el país no permite tener una visión real de los efectos de la pandemia. “La cantidad de pruebas realizadas por cada mil personas en Costa Rica es de 148, mientras que en Guatemala apenas llega a 65”, afirmó.
“Algunos de los problemas son políticos, decisiones no tomadas en el momento debido. Por ejemplo, la ausencia de gestiones oportunas con los laboratorios que hacen las vacunas para asegurarse la suficiente y expedita provisión de las mismas”, agregó Mendoza.
Otro problema que señala Mendoza es la comunicación e información que se dirige a la población. “El caso más comentado fue el de la ministra de Salud diciendo que los adultos mayores podrían irse a vacunar en Semana Santa y luego intentando desmentir dicha declaración cuando los únicos centros de vacunación habilitados se vieron desbordados por la masiva asistencia de personas que tuvieron que esperar de ocho a diez horas en fila y a la intemperie para intentar ser vacunadas”, dijo.
A esto se agrega que hay mucha población rural e indígena a la que no ha llegado la información sobre las vacunas, por no tener acceso a medios electrónicos y que, por consiguiente, temen por los efectos del fármaco.
“En efecto, Guatemala tiene una gran población que vive en área rural y también indígena, y hay poca o nula información en su idioma, pero tampoco ha sido clara y sencilla la información para el área urbana o en idioma español. Lo que se ha apreciado es una improvisación del proceso, tanto en la planificación como en la implementación. Es evidente la falta de articulación y una rectoría que no ha estado a la altura de lo esperado en época de pandemia”, afirmó Nancy Sandoval, presidenta de la Asociación Guatemalteca de Enfermedades Infeccionas (Agei).
La única forma de avanzar en los planes, según Mendoza, es que las autoridades reconozcan las veces que se equivocan y hagan uso de los datos que la sociedad civil está analizando y poniendo a su disposición.
“El Estado no usa los datos para tomar decisiones. Por ejemplo, para la vacunación de las personas mayores de 70 años no están usando los datos del censo, del Registro Nacional de las Personas ni del Tribunal Supremo Electoral”, indicó.
Además, considera que se debe aprovechar la capacidad en logística que ha demostrado el TSE en tiempos de elecciones y así vacunar masivamente a la población.
Sandoval agregó que lo primero que debe hacerse es aceptar que el país está rezagado y ampliar los horarios y el número de personal para poder vacunar, al menos, a entre 15 mil y 20 mil personas diarias.
“La realidad está evidenciada en números. Estamos frente a una pandemia sin control por más de 14 meses y se deben incrementar los grupos de vacunadores de forma amplia, ya sea contratando personal como también voluntarios de distintos sectores, con experiencia en vacunación o temas de salud, así como habilitar horarios extendidos en sitios de vacunación que no pueden limitarse a horarios laborales o cerrando fines de semana. Esto es urgente”, aseveró.
Así va Centroamérica
Sandoval, que también es presidenta de la Asociación Centroamericana y del Caribe de Infectología (Acencai), precisó que es difícil calificar la eficiencia de los gobiernos de Centroamérica si se compara con la de los países que iniciaron la vacunación masiva desde diciembre último y primer bimestre del año, y que tienen altos porcentajes de población vacunada, como Israel, con 63%; Reino Unido, 53%; Chile, 46%; y Estados Unidos, 46%.
En estos países ya se han tenido datos de cómo ha disminuido la carga de enfermedad, hospitalizaciones, muertes por covid-19 e incluso ya tienen recomendaciones de actividades cercanas a levantamiento de medidas restrictivas o preventivas para la población vacunada.
“Vemos que Centroamérica no ha tenido esta posibilidad, pero si hablamos a nivel de región, El Salvador y Costa Rica tienen 15% de su población al menos con una dosis de vacuna, frente a Guatemala, que no llega ni a 1.5%”, indicó.
Según la presidenta de Acencai, Argentina, Chile, Costa Rica y México fueron los países de Latinoamérica que empezaron a vacunar en la última semana de diciembre. Esto le dio una ventaja a Costa Rica frente a sus vecinos de Centroamérica, en especial los del Triángulo Norte, que empezaron a recibir las primeras dosis la segunda y tercera semana de febrero, con siete semanas de rezago.
Panamá empezó con la vacunación la tercera semana de enero, y Nicaragua el 2 de marzo empezó a administrar dosis de Sputnik V a ciudadanos con enfermedades crónicas, aunque no dio a conocer cuántas vacunas les habían donado.
“Estos países —El Salvador y Costa Rica— han hecho una gestión a tiempo, previsora y visionaria; negociaciones anticipadas y oportunas con los diferentes productores de vacunas desde mediados del año pasado, como estaba ocurriendo. En cambio aquí las autoridades ministeriales y comisión presidencial convocan tardíamente a una mesa técnica pobremente representada por entes técnicos, y más de carácter político, que no consigue coordinar ni articular un proceso de vacunación acorde a lo planificado”, precisó Sandoval.
Todos los países de la región se suscribieron a Covax, el fondo de acceso global para vacunas covid-19 al que están adscritos los países del tercer mundo.
Pero lo que hizo la diferencia con Guatemala fueron los países que no esperaron a que Covax enviara los primeros lotes de vacunas, como El Salvador, que logró empezar a vacunar una semana antes, ya que adquirió el primer lote de 20 mil vacunas de AstraZeneca con presupuesto nacional.
Hasta ahora, El Salvador ha recibido nueve lotes de vacunas para tener un total de un millón 352 mil dosis a su disposición.
Guatemala y Honduras fueron los únicos países de la región que recibieron cinco mil dosis de Moderna de parte de Israel. “Los dos países de Centroamérica fueron los únicos de América Latina que apoyaron la decisión del expresidente de EE. UU. Donald Trump de reconocer a Jerusalén en lugar de Tel Aviv como la capital israelí”, dijo la organización Americas Society.
Además de verse afectados por el lento funcionamiento de Covax, los países centroamericanos también se enfrentan la pugna de vacunas a escala mundial que los ha dejado sin dosis a las cuales acceder, y esto puede influir más en los planes de Guatemala.
“El secretario ejecutivo adjunto de la Comisión Económica de Naciones Unidas para América Latina y el Caribe (Cepal), Mario Cimoli, denunció el acaparamiento de vacunas por los países más ricos. Según sus cálculos, EE. UU. llega a cubrir la población en un 199%; la Unión Europea, en un 199%, y Canadá alcanza el 532%, y de una producción de 6.5 billones de dosis de la vacuna, Latinoamérica tiene por contrato acceso a solo un 11%, y África a un 4%”, cita un análisis del Real Instituto Elcano.
Según esta institución, “En América Latina la vacunación se caracteriza por su mayor lentitud —pocos países habían comenzado en enero— y heterogeneidad. Mientras a mediados de ese mes algunos llevaban un mes vacunando —México, Chile, Costa Rica y Argentina—, para las mismas fechas otros aún no habían firmado ningún acuerdo con algún laboratorio —Uruguay, Paraguay y Guatemala—, o empezaban a hacerlo en la segunda mitad del mes —Brasil y Panamá—”.
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Análisis: Letalidad en el Istmo
Según un artículo publicado por Carlos Mendoza, en Colabora.lat, que estudia los modelos de gobernanza de la política pública en Latinoamérica alrededor de la pandemia del covid-19, la letalidad del virus en Centroamérica es del 2.2%, en promedio.
En Costa Rica es donde se ve la tasa más baja del 1.3%, y en Guatemala y Nicaragua está la tasa más alta, con el 3.3%. Al mismo tiempo, en estos dos países la vacunación es la más lenta y rezagada.
“Esto quiere decir que es preferible enfermarse en Costa Rica, donde uno tendría menos probabilidades de morir, muy posiblemente debido a la mejor calidad de su sistema de salud, especialmente la amplia cobertura del seguro social. Algunos han argumentado que en Guatemala, debido al escaso número de pruebas realizadas, el denominador de casos confirmados está subestimado y que, por lo tanto, el porcentaje de letalidad podría ser menor. Sin embargo, dicho argumento no se sostiene, pues la cantidad de muertes oficialmente atribuidas al covid-19 no es independiente del subregistro de los casos. Muchas muertes posiblemente ocasionadas por el virus quedaron sin ser registradas, simplemente porque no hubo un diagnóstico previo”, se indica