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Los 150 años del ejército de Guatemala
El pasado 30 de junio se cumplieron 150 años del triunfo de la Revolución Liberal de 1871, donde se conformó una estructura militar moderna, es decir se dio la transformación del brazo armado del Estado (leyes, reglamentos, uniformes, grados y la Escuela Politécnica). El anhelo del general Justo Rufino Barrios fue llevar desarrollo e industrialización al país, introduciéndolo exitosamente en la dinámica económica y política internacional. Es él quien trajo al país a los primeros misioneros protestantes, además de reformar en pro de la educación laica y pública.
' La fuerza armada ha creído en la inclusión de la mujer; hoy el 8.33% de esa institución es representada por valientes damas.
Brenda Sanchinelli
La historia de nuestro país no puede desprenderse de los hechos generados por la institución militar, que es una pequeña muestra de la dinámica social del país, con sus luces y sombras, conformada por hombres y mujeres, “en su mayoría de bien” y respetuosos de la ley. Pero también han existido y existen en sus filas personas que la han deshonrado. Malos y buenos como en otros gremios, al final, un reflejo de lo que somos como sociedad.
El error de los detractores de esta institución es generalizar y descalificar a un grupo por lo que han hecho unos pocos. Lo cierto es que la institución armada ha estado presente y firme en los momentos más duros que ha atravesado nuestro país. El Ejército de Guatemala es un protagonista histórico permanente, por su naturaleza básica en la estructura del Estado, respaldada su función por la legalidad, legitimidad y permanencia en el servicio a la Nación. Cargando con el peso del pasado, con sus errores y aciertos, los militares realizan hoy tareas de protección a la ciudadanía y ayuda humanitaria.
En los desastres son ellos y sus botas quienes cargan a los soterrados y perdidos entre el lodo y el fango, reconstruyendo puentes y aldeas. La población que protege requiere soldados listos, prestos y dispuestos a su defensa y seguridad a tiempo completo. La paz del mundo también requiere de sus servicios en otras latitudes. Nuestros soldados son en este momento exportadores de un producto no tradicional como lo es la paz, a tres continentes y en siete países.
Aunque un grupo pretenda seguir señalando el aspecto de las violaciones a los derechos humanos durante la época del conflicto armado, alimentando un odio irracional que le hace daño a toda la población, no puede obviarse que el Ejército redujo sus filas como se estableció en los acuerdos de paz, y cuando el conflicto terminó la institución armada aceptó las nuevas tareas que se le asignaron con honor, obediencia y profesionalismo. Por el contrario, la insurgencia jamás ha pedido perdón por los crímenes cometidos, secuestros, adoctrinamiento ateo y la destrucción de la infraestructura nacional.
Últimamente se ha tildado a la gente de roja o verde, chairos o fachos, de derecha o izquierda, pero esto solo genera odio y polarización al emitir juicios sin conocimiento. Olvidando que la historia no es plana, sino multidimensional y que en cualquier hecho de la vida hay dos versiones, que deben ser escuchadas antes de proferir un juicio. Para formarse una opinión justa y no extremista, debemos estudiar la historia, tanto del conflicto armado como del Ejército de Guatemala, para no emitir juicios “absolutos”, que únicamente generan más rencor entre hermanos. Nuestro país necesita paz, pero no solo firmada en papeles, sino una paz de hecho.
El ejército guatemalteco se ha adaptado siempre a las exigencias de los tiempos, ha modernizado su sistema educativo a estándares internacionales, ha adoptado la doctrina moderna de defensa y derechos humanos. Y como hombres y mujeres de honor, han sido protagonistas de la historia de nuestra patria, aunque a algunos no les guste escuchar esta verdad.