Emma Rodero doctora en Psicología y Comunicación, profesora de Producción Radiofónica, especialista en Patología de la Voz, además de redactora y locutora en varias cadenas de radio españolas, investiga los aspectos psicológicos y físicos de la voz, el sonido y otros aspectos de la comunicación.
Rodero explica a EFE el fascinante mundo de la voz, “que investigamos y analizamos desde hace 25 años en nuestro laboratorio, donde registramos y medimos la respuesta sociológica y fisiológica de las personas, es decir, la réplica del sistema nervioso en términos de ritmo cardíaco para saber cómo reaccionan cuando escuchan determinadas voces para conocer su impacto”.
La psicóloga y su equipo han realizado estudios que han aplicado en informativos, en publicidad y sobre las profesiones en las que se exige hablar en público, y asegura que, entre los resultados obtenidos, por ella y en otros países del mundo, una de las conclusiones que han obtenido es que las voces graves son las que más gustan a las personas, porque “básicamente son las que transmiten mayor seguridad y mayor credibilidad”.
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“Esto – continúa la investigadora- tiene que ver con la relación que se hace entre una persona mayor y su voz, que suele ser más grave y contundente. Ese tipo de voz resonante y grave es la que más agrada a la gente porque remite a una fuerza mayor que, generalmente, corresponde a algo que es grande y en este caso también se relaciona con el físico”.
La impresión psicológica de voces graves o agudas
Las deducciones de los estudios de Rodero indican que “si escuchamos una voz grave nos imaginamos una persona que es grande, alta, más bien gruesa, morena, con ojos negros, y eso se trasmite por una impresión psicológica que causa mayor seguridad, fortaleza, credibilidad, y en locutores y narradores esta voz tiene un gran poder de persuasión, además de que en los hombres se desea este tipo de voz”.
Al contrario que con las voces graves, “las voces agudas son las que menos gustan, sobre todo si son de hombre, porque con las mujeres se suele ser más flexible. Tampoco gustan las voces patológicas como las nasales que se encuentran en muchos casos entre los políticos que hablan con este tipo de voces que tienen algún fallo en la articulación”, añade Rodero.
Aunque, la científica asegura que “la gente, en líneas generales, cree que tiene una voz que nace con ella y no se puede cambiar, no es cierto; la voz tiene toda una serie de órganos que son móviles, los labios o la lengua, los puede mover, como se pueden mover muchas partes que modelan ese sonido de una manera u otra”.
“Hay gente que habla sin abrir la boca y luego te dicen, `a mí no me gusta como hablo´, simplemente hay que decirles que abran la boca al hablar. La gente se puede formar y mejorar, aunque hay cosas que no se pueden cambiar del todo, por ejemplo, si tienes un determinado tono vocal”, argumenta la profesora.
Rodero incide en que “hay muchas variantes que se pueden cambiar con la enseñanza de la técnica vocal, como modificar el sonido de la voz y hacerlo mucho más persuasivo. Muchos políticos lo saben y, aunque no es su preocupación principal, tal y como vemos cuando hablan muchos de ellos, sí que algunos han trabajado su voz”.
La experta recuerda el caso de Margaret Thatcher, “que realizó cursos de voz para modificarla y consiguió obtener una gran diferencia entre cómo hablaba al inicio de su carrera política, con una voz más aguda, más insegura, a como hablaba al final, porque una `Dama de Hierro´ tiene que hablar con seguridad y firmeza, y eso lo consiguió trabajando su voz”.
“Efecto de intimidad emocional”
Rodero afirma que “cuando escuchamos una voz humana se producen varias reacciones, nosotros lo llamamos el `efecto de intimidad emocional’ porque ese sonido produce una impronta, un efecto poderoso en quien la escucha. En primer lugar, porque llama la atención. Si estás en un ambiente ruidoso, cuando alguien habla tú siempre vas a dirigir tu atención hacia esa voz, es decir, que orienta la atención y, en segundo lugar, se produce una reacción emocional fuerte porque la voz está ligada con nuestra parte emocional del cerebro. Esto provoca que nos sintamos en compañía”.
“Cuando hablamos, sentimos la calidez de esa voz, su humanidad, nos sentimos próximos a esa persona, y eso lo hemos probado con un estudio reciente que hicimos sobre la audiencia de la radio en época de confinamiento por la pandemia, cuando las personas que escuchaban la voz en una radio reducían su soledad, se sentían acompañados, ese es el poder de una voz al sentirte rodeado de otros individuos y, sobre todo, con ese impacto emocional mucho más fuerte que en otros casos”, indica la pedagoga.
El rechazo hacia las voces sintéticas
Otro de los estudios de Rodero y su equipo, que se publicará próximamente, se basa en la comparación que existe sobre el impacto que se produce entre las voces artificiales, que a través de dispositivos tanto se escuchan últimamente, y las voces humanas, y en las que “contando ambas una misma historia, provoca una diferencia muy importante al interlocutor. La voz humana produce un impacto emocional en el sistema nervioso mucho más fuerte que en el caso de una voz sintética que genera bastante rechazo”.
“También probamos -añade Rodero- que cuando escuchas una voz humana recreas imágenes en el cerebro en muchísima más cantidad y riqueza que lo haces con una voz sintética, porque la voz humana nos lleva acompañando toda la historia, ese es el sonido de proximidad. Hay que darse cuenta que lo primero que un bebé escucha en el vientre de su madre es el primer contacto que tiene con el mundo”.
“Pero también la manera de hablar, bajo mi punto de vista, es lo más importante porque eso es lo que determina, al final, podernos entender. Una cosa es la guitarra que tienes y otra la canción que interpretas. Puedes tener una guitarrita modesta pero cantar canciones maravillosas y eso es lo que importa, que la canción llegue al alma”, concluye Emma Rodero.