La carretera —desde donde los gases de los tubos de escape de los automóviles asfixian a los transeúntes y el sonido de las llantas de los camiones se puede escuchar día y noche—, corta el vecindario circundante en dos.
BBC NEWS MUNDO
El millonario plan de Estados Unidos para reducir el racismo… con carreteras
Una fina capa de hollín cubre la pintura amarilla de las casas de madera que bordean la Interestatal 81, una carretera en el centro de Syracuse, en el estado de Nueva York, sostenida por vigas de acero oxidadas y pilares de cemento sucios.
Un área de la Interestatal 81, que los críticos llaman html5-dom-document-internal-entity1-quot-endracistahtml5-dom-document-internal-entity1-quot-end, divide un barrio de Siracusa en dos. (GETTY IMAGES)
Una unidad habitacional, llamada Pioneer Homes, se encuentra al este, en una colina. Al oeste, en tanto, hay más viviendas sociales junto con las casitas amarillas, que son principalmente propiedad de minorías y de algunas empresas.
Los activistas de los derechos civiles apodan a esta milla de la interestatal como la “carretera racista”. Según ellos, vías como ésta dividen a los vecindarios de las minorías y contaminan estas comunidades.
Muchos planificadores urbanos quieren derribarlas, y ahora, el presidente Joe Biden también las tiene en la mira.
Plan millonario de infraestructura
Biden apostó por un plan de infraestructura expansivo de un billón de dólares que se podría convertir en la mayor inversión en carreteras, puentes y caminos de Estados Unidos en décadas.
El paquete —que recién fue aprobado por el Senado de este país y ahora espera ser revisado por la Cámara de Representantes— incluiría las reparaciones de las viejas líneas eléctricas y las carreteras, además del reemplazo de las tuberías de agua potable y la ampliación del acceso a banda ancha.
Pero también tiene otro objetivo: abordar el cambio climático y las desigualdades raciales.
De esta manera, el proyecto incluye mil millones de dólares para “reconectar comunidades”, lo que significa derribar carreteras urbanas que atraviesan barrios como el de Siracusa.
Pero es una pregunta abierta si es que derribar las carreteras donde han vivido generaciones de estadounidenses es realmente una ruta hacia el progreso racial.
Y hay muchos escépticos.
Racismo en carreteras
La Casa Blanca ha argumentado que las “megacarreteras”, que existen en todo Estados Unidos, han causado dolor y arruinado a muchas comunidades.
Dicen que al principio forzaron a la gente a salir de sus hogares cuando fueron construidas, destruyendo negocios que eran propiedad de afroamericanos. Y luego, a través del ruido y la contaminación atmosférica creada por el tráfico, han continuado afectando a muchas personas.
“Hay racismo construido físicamente en algunas de nuestras carreteras”, ha dicho Pete Buttigieg, el secretario de transporte de Estados Unidos.
Los expertos dicen que hay algo de verdad en esta afirmación.
Cuando se estaba construyendo el sistema de carreteras de EE.UU. entre 1950 y 1970, los planificadores urbanos a menudo lo diseñaron para atravesar vecindarios donde “los valores de propiedad eran más bajos, porque esas casas eran las menos costosas de comprar”, explica Mark Rose, profesor de historia en Florida Atlantic University y autor de un libro sobre carreteras interestatales.
Muchas veces, esto era sinónimo de lugares donde vivían negros y otras minorías estadounidenses.
Aunque los activistas desde Siracusa hasta la ciudad de Los Ángeles lucharon contra la construcción de estas megacarreteras, se construyeron de todos modos y dejaron a algunas comunidades destrozadas, bombardeadas con ruido y contaminación, y divididas por la mitad.
Mientras tanto, las carreteras permitieron que el tráfico fluyera desde el centro de las ciudades hasta los suburbios para los viajeros de clase media que podían permitirse ese estilo de vida.
Eso ha dejado un legado sombrío.
Los estudios han encontrado que vivir cerca de una carretera en Estados Unidos se asocia con una mayor probabilidad de sufrir ataques cardíacos y asma.
“Como hijo del Bronx, a menudo estaba en tres lugares”, recordó Ritchie Torres, un congresista de South Bronx, por donde pasa una conocida megacarretera, la Cross Bronx Expressway. “Estaba en casa, estaba en la escuela y estaba en la sala de emergencias, porque fui hospitalizado repetidamente por asma”.
La “epidemia de asma” en el Bronx fue una consecuencia de la autopista, que es “tanto literal como metafóricamente una estructura de racismo”, argumentó.
Por otra parte, las condiciones en las que viven los vecinos son mucho peores. Por ejemplo, casi el 40% de los residentes en el vecindario que rodea la autopista Claiborne Expressway, de Nueva Orleans, vive por debajo del umbral de pobreza, en comparación con el 25% de la ciudad en general.
Y el cierre de los negocios es evidente. Una carretera construida a través del próspero vecindario negro de Greenwood en Tulsa, Oklahoma, ha significado el cierre total de sus comercios.
En su apogeo, antes de la construcción de la Interestatal 75 en la década de 1950, contaba con 40 tiendas de comestibles y 35 bloques de tiendas y hogares.
Inversión y equidad racial
Cuando se estaba construyendo la Interestatal 81 a través de Siracusa a mediados del siglo XX, más de 1.000 residentes tuvieron que abandonar sus hogares, según una asociación local.
El secretario de transporte visitó la ciudad en junio y habló de derribar la sección del centro de la carretera, donde dijo que se construiría un bulevar, desviando el tráfico a otra parte.
El proyecto costaría alrededor de US$2 mil millones y podría recibir fondos federales.
La inversión federal en obras públicas generalmente se canaliza a través de los gobiernos estatales y locales, aumentando sus arcas.
Los miembros del Congreso extraen trozos del dinero federal para invertir en sus propios estados. En algunos casos, puede ayudarlos a ganar la reelección.
Para Biden, el énfasis en la equidad racial fue parte de su campaña y lo ayudó a ganar las elecciones. Abordarlo en el proyecto de ley de infraestructura “cumple muchas promesas de gobierno y de campaña”, señaló Jon Reinisch, estratega demócrata de Nueva York.
La administración de Biden ha trabajado duro para que el proyecto de infraestructura sea aprobado. “Es un trabajo pesado”, dice Lawrence Levy, del Centro Nacional de Estudios Suburbanos de la Universidad de Hofstra.
“Requiere que la Casa Blanca se acerque a tantas personas como sea posible y las convenza de que vean la infraestructura de una manera en la que no habían pensado antes”, agrega.
¿Se cumplirá la promesa?
Sin embargo, pocas personas en Siracusa creen que el presidente logrará lo que promete.
“Suena bien en el papel”, dijo el camionero Alex Londono, de 39 años. “Sería mejor arreglar la carretera y ayudar a las empresas locales”, añadió.
Joquin Paskel, un empresario de 28 años que arrienda castillos inflables para fiestas de cumpleaños, se mostró de acuerdo en que la carretera es racista.
“Simplemente crea división”, dijo.
Y, si bien afirma que el plan de Biden podría ayudar, dijo que no cree que “necesariamente detenga el racismo”. Mientras tanto, su novia, Debowrah Yisrael, de 20 años, se preguntaba: “¿A dónde iremos mientras están trabajando en ello?”.
Gainnis Brown, de un año, corría por una calle cerca de la carretera en su triciclo naranja y negro, la quinta generación de su familia que vive cerca de la carretera.
A pesar de sus aspectos indeseables, es su hogar, dijo la tía bisabuela de Gainnis, Kathy Gaston.
La mujer, de 61 años, apoya al presidente, pero está más preocupada por los asuntos cotidianos que por las promesas de campaña.
El polvo, expulsado de la carretera, cubre sus muebles. “Tengo las toallitas para limpiar muebles”, dijo, pasando uno de sus dedos por una mesa.