La fructosa y las bebidas endulzadas están relacionadas con el desarrollo de los llamados adenomas en el intestino, sobre todo en el grueso, de acuerdo con la Asociación Profesional de Médicos Infanto-Juveniles (BVKJ) de Alemania.
Estos adenomas pueden convertirse en carcinomas. No tan marcados, pero similares, son los resultados con respecto al consumo de azúcar en general. Para los expertos, este es un argumento suficiente para reducir el consumo de azúcar durante la niñez.
La Sociedad Alemana de Nutrición también recomienda no acostumbrar a los niños a un alto consumo de azúcar, y con ello al sabor dulce asociado a él, desde pequeños.
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Menciona, asimismo, que la mayoría de los productos publicitados especialmente como para niños suelen contar con un alto contenido de azúcar. De acuerdo con la BVKJ, se suele emplear fructosa para este tipo de productos debido a su fuerte dulzor.
Y es justamente la fructosa la que puede incidir en el desarrollo de un cáncer, ya que modifica la flora intestinal. Altas dosis y un consumo alto constante de fructosa pueden sobreexigir el mecanismo de reabsorción del intestino delgado, con lo que esta llega al intestino grueso.
Además, los investigadores creen que los cuerpos jóvenes reaccionan con especial sensibilidad a la ingesta elevada de azúcar, debido al crecimiento y las modificaciones hormonales y metabólicas.
De acuerdo con los expertos, en el caso de niños de más de dos años, la ingesta diaria de calorías en forma de azúcar no debería ser de más del cinco por ciento.
Para un varón de 10 a 13 años que consume unas 1.900 calorías al día, sería un máximo 95 calorías en forma de azúcar, es decir, menos de 25 gramos al día, lo que representa menos de cinco cucharaditas al ras de azúcar.