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Opinión: ¿El presidente Biden tiene razón sobre Afganistán?

Durante los últimos 20 años, Estados Unidos trató de defenderse del terrorismo procedente de Afganistán al intentar cuidar la estabilidad y la prosperidad mediante el fomento a la pluralidad de género, de la religión, de la educación y, en última instancia, de la política. ¿Y ahora?

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Algunas familias buscan refugio dentro de una mezquita en Kabul, Afganistán, el 29 de julio de 2021. (Kiana Hayeri/The New York Times)

Algunas familias buscan refugio dentro de una mezquita en Kabul, Afganistán, el 29 de julio de 2021. (Kiana Hayeri/The New York Times)

Durante años, las autoridades estadounidenses usaron una breve frase para describir la misión de Estados Unidos en Afganistán, la cual siempre me molestó: Estamos ahí con el fin de entrenar al ejército afgano para que luche por su propio gobierno.

Eso resultó ser un resumen de todo lo que estuvo mal con nuestra misión: la idea de que los afganos no sabían pelear y que solo unas lecciones más en contrainsurgencia servirían. ¿En serio? Pensar que hay que entrenar a los afganos para que sepan pelear es como creer que hay que capacitar a los habitantes de las islas del Pacífico para que aprendan a pescar. Los afganos saben pelear. Durante mucho mucho tiempo, han estado peleando unos contra otros, contra los británicos, los soviéticos o los estadounidenses.

Nunca se trató de la manera en que nuestros aliados afganos peleaban. Más bien siempre se trató de la disposición de pelear a favor de los gobiernos corruptos pro Estados Unidos y Occidente que ayudamos a levantar en Kabul. Y desde el principio, las fuerzas talibanas más pequeñas —a las cuales ninguna superpotencia estaba entrenando— tenían una voluntad más firme, así como la ventaja de ser vistas como que luchaban por los postulados del nacionalismo afgano: la independencia de los extranjeros y la preservación del islam fundamentalista como la base de la religión, la cultura, la ley y la política. En países que a menudo están bajo ocupación, como Afganistán, en realidad muchas personas prefieren que gobiernen sus propios compatriotas (sin importar qué tan terrible sea esto) y no los extranjeros (sin importar sus buenas intenciones).

“Una vez más, de Afganistán aprendemos que, aunque Estados Unidos puede evitar que sucedan cosas malas en el extranjero, no puede hacer que ocurran cosas buenas. Eso tiene que venir desde el interior del país”, señaló Michael Mandelbaum, un experto en la política exterior de Estados Unidos y autor de “Mission Failure: America and the World in the Post-Cold War Era”.

Todo lo cual nos conduce a una pregunta dolorosa pero fundamental: ¿La misión de Estados Unidos en ese país fue un fracaso absoluto? Aquí recurriría a una de mis reglas de oro cuando se trata de Medio Oriente: cuando suceden acontecimientos importantes, siempre hay que distinguir entre la mañana siguiente y la mañana después de la mañana siguiente. Todo lo que en verdad es importante sucede la mañana después de la mañana siguiente, es decir, cuando se imponen todo el peso de la historia y los implacables contrapesos del poder.

Y así será en Afganistán; tanto para los talibanes, como para el presidente Joe Biden.

Comencemos con los talibanes. Hoy están celebrando en grande la mañana siguiente. Se están diciendo a sí mismos que derrotaron a otra superpotencia más.

No obstante, ¿acaso los talibanes simplemente van a retomar lo que dejaron hace 20 años, al dar refugio a Al Qaeda, imponer fervientemente su islam puritano, así como al someter y maltratar a las mujeres y a las niñas? ¿Los talibanes intentarán atacar blancos estadounidenses y europeos en su territorio?

No lo sé. Lo que sí sé es que heredaron la responsabilidad de todo el país. Pronto tendrán que enfrentar presiones enormes para instaurar el orden y darles empleo a los afganos. Y para ello se necesitará la ayuda y las inversiones de países sobre los que Estados Unidos tiene gran influencia: Catar, Emiratos Árabes Unidos, Arabia Saudita, Pakistán y los países de la Unión Europea.

Además, cuando Estados Unidos se haya ido, los talibanes también tendrán que gestionar su supervivencia mientras nadan solos con algunos tiburones de verdad: Pakistán, India, China, Rusia e Irán. Tal vez quieran conservar el número telefónico de la Casa Blanca en su memoria de marcado rápido.

“Los talibanes posteriores a 2001 han demostrado ser una organización más política, que aprende y que está más abierta a la influencia de factores externos”, comentó Thomas Ruttig en un artículo para el Centro de Combate al Terrorismo de West Point, según The Washington Post.

Ya veremos. Las primeras señales — maltratos de todo tipo por parte de los talibanes— no son prometedoras. Pero tenemos que ver si establecen un control absoluto y cómo lo hacen. El principal problema que tienen los talibanes con Estados Unidos es que nosotros estábamos en su país. Veamos qué ocurre cuando nos hayamos ido.

También recordemos que cuando Estados Unidos invadió Afganistán en 2001, ni siquiera existían los teléfonos inteligentes, Facebook o Twitter. Si hacemos un recorrido hasta el día de hoy, Afganistán no solo está mucho más conectado con el mundo, sino que también está conectado por dentro. No será tan fácil que los talibanes le oculten al mundo y a sus compatriotas afganos todos sus atropellos.

En 2001, prácticamente nadie en Afganistán tenía un teléfono celular. Ahora, más del 70 por ciento de los afganos posee uno y muchos de ellos cuentan con teléfonos inteligentes habilitados con internet. De acuerdo con un estudio de 2017 realizado por Internews, aunque no hay nada intrínsecamente liberalizador sobre tener un celular, las redes sociales de Afganistán “ya están propagando el cambio debido a que se han convertido en una plataforma para denunciar los casos de corrupción e injusticia y han atraído la atención hacia las causas que aún no han abordado los medios de comunicación tradicionales, lo que permite, al parecer, que cualquier usuario de redes sociales exprese una opinión pública”. Tal vez los talibanes solo las desactiven. Pero tal vez no puedan hacerlo.

Al mismo tiempo, un reportaje sobre Afganistán que apareció el 7 de julio en la revista Time señaló: “Cuando en 2001 las fuerzas respaldadas por Estados Unidos derrocaron a los talibanes, casi no había niñas en las escuelas del país. Ahora hay millones, así como decenas de miles de mujeres que asisten a la universidad y estudian carreras que van desde Medicina hasta Pintura de Miniaturas”.

Tal vez la mañana después de la mañana siguiente los talibanes solo les ordenen que vuelvan a usar burkas y cierren sus aulas. Pero quizás, precisamente debido a las semillas del cambio social, educacional y tecnológico sembradas por Estados Unidos durante los últimos 20 años, también se topen con reacciones negativas con las que nunca antes se habían topado por parte de las esposas y las hijas. No lo sé.

¿Y qué tal si los afganos más instruidos intentaran emigrar —incluyendo los servidores públicos, los plomeros, los electricistas, los técnicos de computadoras y los mecánicos— y la mañana después de la mañana siguiente se quedaran en el país un montón de maleantes talibanes casi analfabetas para administrarlo? ¿Qué harán entonces? Sobre todo porque este es un Afganistán con muchas más presiones ambientales que el que gobernaron los talibanes hace 20 años. Según un informe de la revista National Geographic publicado el año pasado, “Afganistán es uno de los países más vulnerables al cambio climático en el mundo y uno de los menos preparados para manejar lo que se avecina”, incluyendo sequías, inundaciones, avalanchas, aludes, temperaturas extremas y éxodos masivos.

En cuanto al equipo de Biden, es difícil imaginar una peor mañana siguiente para él en Kabul. Es vergonzoso e inexplicable su fracaso en crear un perímetro de seguridad adecuado y un proceso de transición en el que se les garantice una salida segura hacia Estados Unidos a los afganos que arriesgaron su vida para trabajar con nosotros durante estas dos últimas décadas (por no mencionar una salida ordenada para los diplomáticos extranjeros, los activistas por los derechos humanos y los trabajadores de ayuda humanitaria).

Sin embargo, en última instancia, el equipo de Biden será juzgado por cómo maneje la mañana después de la mañana siguiente. Biden afirmó que Estados Unidos estaría más seguro y mejor capacitado para enfrentar las amenazas terroristas si saliera de Afganistán que si se quedara incrustado en ese país (cosa que fue compartida por el equipo de Donald Trump), debido a todos los costos en gente, energía y focalización. El lunes en la tarde, lo volvió a insinuar en su discurso a la nación.

El equipo de Biden señaló en esencia que el modo anterior de tratar de proteger a Estados Unidos de los terroristas de Medio Oriente mediante la ocupación y la construcción de una nación no funciona y que existe una mejor manera. Tiene que decirnos cuál es esa manera y demostrarlo la mañana después de la mañana siguiente.

Debido a que ahora existen una gran cantidad de países —Libia, Líbano, Yemen, Afganistán, Somalia— que han expulsado a las grandes potencias coloniales que solían controlarlos (y que así como trajeron orden, también desorden), pero que ahora es evidente que no han podido gobernarse, estamos al inicio de uno de los desafíos geopolíticos más grandes que alguna vez haya enfrentado el mundo moderno. ¿Qué hacer?

Cuando en julio de 2020, el presidente de Francia, Emmanuel Macron, visitó Líbano, a su llegada le dieron una petición firmada por unos 50.000 libaneses que, debido a la “incapacidad total del gobierno libanés para proteger y administrar el país, le solicitaban a Francia que tomara el control de Líbano”.

Dudo que esta sea la última petición parecida que veamos.

Durante los últimos 20 años, Estados Unidos trató de defenderse del terrorismo procedente de Afganistán al intentar cuidar la estabilidad y la prosperidad mediante el fomento a la pluralidad de género, de la religión, de la educación y, en última instancia, de la política.

Esa teoría no era incorrecta. Estamos entrando a una era sin precedentes en la historia de la humanidad, dos cambios climáticos simultáneos y muy desafiantes al mismo tiempo: uno en el contexto de la tecnología y otro en el contexto del clima. Sin esa pluralidad, ni Afganistán ni ninguno de estos otros Estados fallidos (ni Estados Unidos, pero ese será tema de otra columna) podrán adaptarse al siglo XXI.

No obstante, la teoría se basó en que hubiera suficientes afganos dispuestos a firmar para que exista más de esa pluralidad. Muchos lo estaban. Pero demasiados no. Así que Biden decidió que teníamos que detener este esfuerzo, salir de Afganistán y reajustar nuestra estrategia de defensa. Hago votos por que esté en lo correcto. Pero se le juzgará por lo que suceda la mañana después de la mañana siguiente.