“Primero que todo, quiero decir que no hay más dios que Alá y que Mahoma es su profeta”, dijo el único miembro con vida de los comandos que dejaron 130 muertos en París, cuando le pidieron que se identificara.
“Ya veremos eso”, le respondió el presidente del tribunal, Jean-Louis Périès, que a continuación le preguntó por su oficio.
De pie, Abdeslam, que bajó su mascarilla negra para hablar, se acercó de nuevo al micro y dijo: “Abandoné cualquier profesión para convertirme en un combatiente del Estado Islámico”.
Acto seguido rechazó dar el nombre de sus padres: “El nombre de mi padre y de mi madre no tienen nada que ver en esta historia”.
Salah Abdeslam era el primero de los 14 acusados presentes –seis están juzgados en rebeldía– en ser preguntado por su identidad, como suele ser habitual en los juicios.
A su llegada al banquillo de los acusados poco antes del inicio del proceso, el hombre de 31 años, con mascarilla, camiseta y barba negras, conversó un momento con sus abogados, Olivia Ronen y Martin Vettes.
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Al inicio de un juicio en 2018 en Bruselas por un tiroteo en Bélgica en marzo de 2016 días antes de su detención, Abdeslam ya rechazó responder a las preguntas del tribunal.
“Ahora, júzguenme, hagan lo que quieran de mí”, “no tengo miedo de ustedes (…) pongo mi confianza en Alá y, eso es todo, no tengo nada que añadir”, aseguró entonces.