Entrar en la cueva de Altamira es hacer un viaje en el tiempo de miles de años. Es alzar los ojos y contener la respiración al admirar la llamada “Capilla Sixtina del arte rupestre”, una bóveda de piedra salpicada de bisontes, ciervos, caballos y figuras de tonos rojizos y negros que conectan al espectador con el origen del ser humano.