Frank LaRue
NOTAS DE Frank LaRue
Las elecciones pasadas que se realizaron después de la orden de captura de la ex vicepresidenta Baldetti y del expresidente Otto Pérez, mantuvieron de cierta manera el mensaje que el pueblo de Guatemala había lanzando públicamente desde abril y es el que exige un cese a la corrupción y el establecimiento de un régimen de transparencia en los círculos oficiales del gobierno y en todos los niveles del Estado.
Después de celebrar el triunfo del pueblo de Guatemala y del sistema de justicia con la detención y el ligar a proceso a Roxana Baldetti y Otto Pérez, el pueblo de Guatemala tiene un segundo elemento para celebrar, este es que para las próximas elecciones se eliminó la amenaza que presentaba el partido Líder y se generaron verdaderas alternativas de voto con dos candidatos y partidos significativamente diferentes.
Todo pueblo debe saber celebrar sus victorias y esta situación de los últimos días ciertamente nos ha provocado mucha alegría; por primera vez en la historia se logra que el Congreso dé con lugar el proceso de antejuicio contra un presidente en funciones, con lo cual se le retira la inmunidad derivada de su cargo, permitiendo que se le inicie proceso penal.
Durante toda esta crisis muchos hemos insistido en que hay una diferencia entre legalidad y legitimidad, pues de hecho, algunas democracias han mantenido la legalidad pero han perdido la legitimidad, al haberse distanciado de la población. Esta crisis la están sufriendo algunas democracias en el mundo.
Durante toda esta crisis política hemos tratado de persuadir a la Comunidad Internacional de que el proceso de descomposición y de penetración del crimen organizado en el Estado lo ha llevado al borde del colapso y no puede continuar, y por consiguiente deberían intervenir. En este esfuerzo hemos esperado que la Comunidad Internacional juegue un papel activo en resolver esta crisis o por lo menos en ayudarnos a posponer el proceso electoral que tiene cada vez menos sentido, pues representa más de lo mismo y posiblemente un deterioro aún mayor de este ya débil Estado.
La situación actual de Guatemala nos hace pensar que este impase absurdo y sin sentido en el que nos encontramos es producto de una gran conspiración que ha existido por mucho tiempo. Esta consiste en tener a un país pequeño como Guatemala, con bajos niveles de desarrollo, manteniendo a su pueblo en situación de pobreza y extrema pobreza con el 50% de la niñez creciendo con deficiencia alimentaria, lo que limita su desarrollo, con un sistema de salud pública colapsado, en el cual solo quienes pueden pagar el servicio llegan a obtener atención sanitaria, y con un sistema educativo que no solo no cubre a la población en edad escolar, sino que presenta serias deficiencias de calidad. Esto nos deja con una población que vive en el desempleo, o en la inseguridad climática y financiera para la agricultura y por consiguiente vive en la lucha por la sobrevivencia.
Podemos reconocer que un país está en una profunda descomposición cuando las autoridades de Estado de varios organismos se rehúsan a escuchar el clamor e indignación de su pueblo y se niegan a reconocer la gravedad de la situación. El presidente Otto Pérez se sostiene en el poder por un hilo de apoyo de su medio gabinete y por la fidelidad del ejército que le está costando muchos recursos mantener, pero que sin embargo, sigue ordenando actos absurdos de represión como haber trasladado una enorme cantidad de policías antimotines para reprimir e intimidar a la población civil en resistencia pacífica en La Puya.
El deterioro al que este gobierno llevó al país logró impactar a la más amplia gama de sectores (excluyendo a quienes se benefician de la corrupción) y nos presenta una reivindicación de profundo interés y urgencia nacional que no tiene implicaciones ideológicas, como es la demanda de transparencia y honestidad en la función pública. Esta reivindicación amplia y homogénea se presenta en el momento en que las personas y movimientos que honestamente buscan el cambio, se plantean como primer paso la Reforma a la Ley Electoral y de Partidos Políticos, se deben cambiar las reglas del juego con las que se desarrolla el proceso electoral para después proponer los cambios necesarios en el modelo democrático y económico, incluyendo la perspectiva de convocar a una asamblea nacional constituyente en el futuro.
Inevitablemente volvemos a la misma realidad del país y al mismo análisis político que nos obliga a establecer dos factores fundamentales; que las movilizaciones del pueblo ante la indignación de la corrupción demandan la reforma política, sin dicha reforma ni las elecciones próximas ni la actividad política electoral y ni siquiera las protestas sociales podrán generar una verdadera transformación en el país, y lo otro es que el principal obstáculo para que estas reformas se realicen se encuentra en el mismísimo Congreso de la República, pues la mayoría de los actuales diputados (salvo los que han manifestado públicamente su apoyo a las reformas) han tomado una actitud cínica de silencio y de pretender engañar a la población con supuestas mesas de trabajo y otras maniobras de distracción con el propósito de perder el tiempo en lo que llegan las elecciones, buscando su reelección a la que creen tener derecho.
Guatemala siempre ha tenido héroes, algunos muy conocidos y otros desconocidos. Pero hoy, en esta crisis de gobernabilidad derivada de la corrupción y prepotencia del actual gobierno, se manifiestan de nuevo las grandes cualidades del pueblo de Guatemala.