Son conocidos por distintos nombres: garífunas en Centroamérica, pardos en Brasil, morenos en Venezuela. También viven en condiciones muy distintas debido a su heterogeneidad. Sin embargo, a todos los afrodescendientes de América Latina los unen aspectos comunes: mirando al pasado, un mismo origen; mirando al futuro, el rol innegable que jugarán en el desarrollo.
La innovación tecnológica y la automatización avanzan a una velocidad vertiginosa. Tan es así que los temores de un futuro distópico donde las máquinas y la inteligencia artificial desplazan a los humanos se han vuelto lugar común. Pero este futuro de robots y automatización es solo una parte de la historia. Las nuevas tecnologías pueden ser un catalizador de un futuro mejor en los países de América Latina y el Caribe; un mundo con nuevos y mejores empleos, no solo un mundo con más robots.
Ahora que América Latina ha vuelto a crecer, nuestros países tienen la oportunidad de darle nuevos bríos a la profunda transformación social iniciada a principios de siglo; una transformación histórica en la que la pobreza se redujo a la mitad entre 2003 y 2013, mientras que millones de personas se incorporaron a la clase media. Pero para impulsar aún más estos avances, detenidos durante el periodo posterior de estancamiento económico, será indispensable lograr un crecimiento más inclusivo que beneficie a las poblaciones históricamente excluidas, como los pueblos indígenas.
Los esfuerzos hacia la integración regional de América Latina y el Caribe no son nuevos. Desde por lo menos los años 1960, la región ha experimentado con diversas formas de integración con miras a que lazos económicos más fuertes entre nuestros países puedan conducir a sociedades más prósperas.