JUAN MANUEL CASTILLO ZAMORA

JUAN MANUEL CASTILLO ZAMORA

NOTAS DE JUAN MANUEL CASTILLO ZAMORA

En el kilómetro 29.5 de la carretera al Pacífico, en Amatitlán, hay un cruce a la derecha, ahí se encuentra un camino desierto que conduce a un sitio conocido como La Arenera, el cual es una especie de punto de no retorno, un lugar cuya quietud atemoriza.
Corría agosto del 2006 cuando Alejandra Ordóñez fue junto a su pareja a inscribir a su hijo recién nacido en el Registro Nacional de las Personas (Renap). Tres años después, tras una efímera y fallida convivencia, al sentirse abandonada por el padre del niño, le propuso un trato: acceder al cambio de apellido del infante mediante un proceso notarial de jurisdicción voluntaria. A cambio de esto, ella desistiría de la demanda por pensión alimenticia en su contra. Él accedió a la propuesta y se inició un proceso de cambio de nombre por jurisdicción voluntaria.
Pese a que el programa de servicio cívico cuenta con 11 mil 917 jóvenes servidores —comprendidos entre 18 y 24 años— distribuidos en 10 programas, según el Viceministerio de Seguridad Ciudadana y la Secretaría Ejecutiva de Servicio Cívico, todavía no funciona plenamente.
"Dan tristeza estos árboles", expresa Napoleón Utz, expatrullero civil de San Andrés Itzapa, Chimaltenango, mientras se agacha para tocar el tronco de un joven pino —sembrado hace cinco años como parte del plan Bosques para la Concordia, en el cual se gastaron Q1 mil 900 millones— talado por depredadores de bosque.
Emilio Yaxcal vivía en una casa de lámina y cartón, lo que era nocivo para su delicado estado de salud —tenía tuberculosis y no lo sabía—, pero ahora es parte de las 36 personas beneficiadas con la construcción de una vivienda digna, provista por la Fundación Damián —de procedencia belga—, la cual lucha contra ese mal y también contra la tuberculosis y que lleva dos décadas en el país.
Afecto a las tiras cómicas, las ciencias y también a la zona 1 capitalina, Eduardo Valdés Barría, de origen panameño, llegó a Guatemala por primera vez en 1969, sin imaginar que 45 años después asumiría la rectoría de una universidad jesuita. Estudió en el colegio Javier, que pertenece a esa orden, y fue allí donde conoció su vocación al sacerdocio.
"Soy madre de 700 niños", afirma entre risas Myrella Saadeh, directora del Programa de Atención, Movilización e Incidencia por la Niñez y Adolescencia (Pami), organización sin fines de lucro con 30 años de existencia y cuya dirección asumió en el 2003.
Su trabajo como arqueólogo en Belice y Honduras acercó lentamente a Marcello Canuto a Guatemala. Entre risas confiesa que las primeras cuatro veces que tocó el suelo nacional lo hizo "de forma ilegal", cuando trabajaba en proyectos en aquellos países, pero por razones de exploración pasaba al lado nacional.
En un pasillo negro, los colores huyeron. Apenas unos cuantos vestigios son reconocibles. Décadas de esfuerzo ardieron.
"Parece mentira que hace 24 horas todo estaba aquí y hoy nos hemos quedado sin nada", musita Claudia Ajucum mientras dirige su mirada, con desesperanza, al puesto de textiles que durante más de tres décadas le ha pertenecido a su familia y que representaba su único medio de subsistencia.