Como muchos chapines en Guatemala y en el exterior, yo estaba sorprendida y francamente consternada por la decisión del presidente Morales al declarar a Iván Velásquez non grato en el país. Esta decisión no es solo un retroceso en el progreso logrado contra la corrupción, sino también demora la justicia en importantes investigaciones que están en curso y tendrá repercusiones duraderas para el futuro de Guatemala, lo que pone en riesgo millones de dólares en asistencia.
Nos encontramos en una encrucijada en la historia de Guatemala. Hace varios años, durante uno de mis viajes oficiales a este país, en un discurso que pronuncié en la Universidad de San Carlos les pregunté a los estudiantes quiénes pensaban ellos que eran los responsables por el futuro de Guatemala. Ninguno me pudo responder. La causa era el haber vivido todas sus vidas en un sistema político tan roto y paralizado que no se imaginaban que pudiera cambiar. En toda la trayectoria de mi carrera, ese momento siempre ha permanecido conmigo. Simboliza el desencanto de esos jóvenes, no solo con su gobierno y su país, sino también con su propia habilidad de cambiar el statu quo.