Pablo Rodas Martini  @pablorodas

Pablo Rodas Martini

NOTAS DE Pablo Rodas Martini

Costa Rica siempre me ha impresionado. Numerosas veces me han criticado por mis comentarios elogiosos pues muchos centroamericanos le tienen prejuicios. Una vez, por ejemplo, dije que Costa Rica tenía la clase media más amplia de Centroamérica, y alguien respondió que la de Guatemala era mayor pues teníamos muchos más habitantes (es obvio que importan  los valores relativos), y como esa, muchas otras críticas. Al aterrizar en Costa Rica  me embarga una gran paz y tranquilidad, algo que ni por asomo experimento en los otros países de la región.
Treinta y cuatro años han transcurrido y mi opinión no se ha modificado un ápice sobre ese tema. Yo había cerrado cursos en la universidad, pero aún seguía asistiendo a actividades. En particular trataba de no perderme ninguna de las reuniones de la Sociedad de Debates, la cual había sido creada por Armando de la Torre. Cuando terminaban se aprobaba el tema para el siguiente mes y se solicitaban voluntarios. José Eduardo Valdizán, de la carrera de leyes, se ofreció para debatir, y yo, de la carrera de economía, me aventuré a ofrecerme para presentar la tesis contraria. Lo que se iba a debatir era un tema para abogados, diplomáticos y politólogos, pero me lancé a defender la postura que en la Guatemala de ese entonces era a todas luces la más difícil.
La sostienes frente a ti con ambas manos. Cierras los ojos y aspiras. El aroma es intenso. Imaginas el viento suave de montaña allende el océano. Das un sorbo. El sabor es fuerte, pero no con la acidez del café de las Verapaces, que era tu café regional preferido. Lo acompañas con huevos revueltos y frijoles negros enteros. Tratas de replicar el desayuno. Sabe bien pero tampoco sabe igual. Quizás lo lograrías si fueras un buen cocinero, pero no llegas ni a cocinero mediocre ni los ingredientes son exactamente los mismos. El frijol es negro, ¿pero será del mismo tipo? La crema que esparces sobre ellos es claramente diferente. Y obviamente te hacen falta las tortillas recién salidas del comal. Hiciste el intento, pero no logras recrear ni los aromas ni los sabores exactos. ¿O será más bien que no recuerdas ya esos sabores y aromas?
Ambos me son muy cercanos. Mi hermano y el primo con el que he tenido más relación desde hace muchos años. Mi hermano tomó la batuta dejada hace poco por mis padres, y si alguna vez vuelvo a Guatemala será para verlo a él y a su familia. Mi primo es menor; mi relación era con su hermano mayor, hasta que los militares lo desaparecieron, y sin duda el cariño y la estima se trasladó hacia él. Mi hermano fue líder estudiantil en la Usac, escuchaba música de protesta, tenía libros “prohibidos” como los diarios de El Ché en Cuba y Bolivia, los cuales yo también leía, entiendo que la guerrilla lo trató de engatusar, pero años más tarde optaría por la centro-derecha cuando decidió afiliarse al PAN, y al escindirse este, pasaría al Partido Unionista. A mi primo lo han acusado de ser parte de la URNG cuando en ese entonces apenas si era un adolescente; me siguió en la pasión por el ajedrez y más adelante, cuando disputé el liderazgo de la Juventud de la Democracia Cristiana, me acompañaría a reuniones en el interior del país. Sería el padrino de bautizo y comunión de mis hijos.
¡Más de 30 años después y nuestra democracia sigue… jodida! Incluso peor, pues hace 30 años salíamos del autoritarismo y teníamos una gran ilusión; ahora ya ni ilusión existe. Cada país ha transitado su propia ruta, pero no como ríos que se arquean en su descenso hacia el destino del mar, sino más bien como hormigas alocadas de un lado al otro, sin rumbo aparente. En Guatemala hemos tenido un autogolpe frustrado, dos presidentes reemplazados y un tercero a punto de serlo, tres presidentes en la cárcel, y mucho más. Después de esas tres décadas, que prácticamente abarcan mi vida adulta, nos encontramos con una ciudadanía harta de sus gobiernos, de sus caudillos, de sus partidos políticos, que no clama por un retorno de los militares, pero que arribó a un callejón sin salida: padecemos una crisis democrática existencial. Demos un repaso país por país.
Las próximas elecciones generales se acercan de puntillas, sin mucho aspaviento en vista de que la clase política ha sido decapitada por la Cicig y el MP. Los feudos políticos —llamarlos partidos sería un eufemismo— yacen sangrantes en lo que todavía es parte de una embestida brutal para combatir la corrupción.
Al enterarme  de la decisión del presidente Jimmy Morales de emular a Donald Trump, escribí el siguiente tweet: “Guatemala recién votó en apoyo de USA  en la ONU y moverá su embajada hacia Jerusalén. Una maniobra diplomática con puros fines domésticos: que USA le retire el apoyo a la CICIG y contribuya a su desmantelamiento. Tan obvio como 1+1=2”.
La Cicig realiza una gran e incansable labor: con el apoyo del MP ha logrado que se encarcele a muchos políticos y empresarios corruptos. Si su éxito hubiera que evaluarlo por el número de casos llevados ante los tribunales, procesados con pruebas contundentes, y gente puesta en la cárcel, se llevaría un 10 sobre 10. ¿Quiere decir esto que la ruta decidida al crear la Cicig, y ejecutada por esta, nos va a dar un país mucho mejor? Para nada. La Cicig podrá seguir logrando resultados similares por los próximos cinco o siete años que el país no va a mejorar: seguirá renqueando, seguirá podrido y seguirá acarreando miseria y corrupción.
Hacía mucho que el Atlántico no producía una temporada tan activa de huracanes y tormentas tropicales. La lista ha sido larga pero peor la agresividad de Harvey, Irma y María, provocando daños incalculables. La temporada del 2017 podría ser la nueva norma para los próximos años, debido al cambio climático.