Sadio Garavini Di Turno
NOTAS DE Sadio Garavini Di Turno
Algunas muy respetables personalidades del universo opositor apoyan, en buena fe, la candidatura de Henry Falcón para las elecciones de mayo, convocadas por el gobierno Maduro, alegando que el rechazo al gobierno está alrededor del 80%, según todas las encuestas, y que, por tanto, si todos los opositores fueran a votar, la derrota del gobierno sería contundente e imposible de ocultar. Lo cual obligaría al gobierno a aceptar los resultados o a cometer un absolutamente evidente y burdo fraude, creando las condiciones para una fuerte reacción popular y el desconocimiento de la comunidad internacional.
El anterior secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, el 15 de diciembre del 2016, alegando sus atribuciones previstas en el Acuerdo de Ginebra —el tratado que regula desde 1966 la controversia fronteriza entre Venezuela y Guyana—, manifestó que había “llegado a la conclusión de que, si hacia fines de 2017, el Secretario General concluyera que no se ha logrado un avance significativo hacia un acuerdo completo para la solución de la controversia, elegirá la Corte Internacional de Justicia (CIJ) como el próximo medio de solución”.
La historia nos enseña que las dictaduras se enfrentan exitosamente a través de diversos “caminos” simultáneos, que no son excluyentes sino complementarios. En otras palabras, que tienden a reforzarse mutuamente. Además, la historia también nos dice que no hay transición de un gobierno autoritario a uno democrático que no pase por una negociación, a menos que sea por una intervención militar extranjera y un golpe de Estado exitosos o una guerra civil con un claro vencedor. Hubo negociaciones en las transiciones hacia la democracia en Polonia, Chile, España, Filipinas, Indonesia, Nicaragua y Suráfrica, entre otros. En los dos últimos casos, las negociaciones se dieron mientras había un conflicto armado interno entre los gobiernos De Klerk y Ortega, por una parte y las guerrillas del African National Congress de Mandela y de la “Contra”, por la otra. También en El Salvador, Guatemala y más recientemente en Colombia, las negociaciones de paz coincidieron con la continuación del enfrentamiento armado, solo hacia el final de esos procesos se acordaron ceses del fuego. Por tanto los “caminos” son de diverso tipo y tienden a ser implementados al mismo tiempo y se dividen en presiones nacionales e internacionales. Las nacionales incluyen protestas pacíficas y no violentas, alrededor o no de movilizaciones electorales, los ya mencionados conflictos armados y obviamente los diversos tipos de golpes de Estado militares. Entre las presiones internacionales podemos mencionar las diplomáticas, las sanciones individuales, financieras y comerciales, el apoyo financiero y logístico a las guerrillas internas, como en el caso de la Contra en Nicaragua, el apoyo discreto a un golpe de Estado y la intervención militar directa, como pasó en la caída de la “narcodictadura” de Manuel Noriega en Panamá.
Hace cien años, el 19 de enero, nació Arístides Calvani, eminente estadista e intelectual venezolano, y el 18 de enero de hace 32 años, Calvani, su esposa, Adelita, luchadora social y exalcaldesa de Caracas, sus hijas Graciela y Marielena, junto con otras 92 personas, encontraron el fin de su vida terrenal al estrellarse un avión en la selva guatemalteca, no muy lejos del mítico Tikal.
En Venezuela vivimos una gravísima crisis socioeconómica y política por la incompetencia, la corrupción y las “ideas muertas” de un régimen que trata de implantar un modelo fracasado. Algunos observadores han querido explicar la permanencia en el poder del gobierno madurista con su parecido al caso de Mugabe en Zimbabue, que permaneció en el poder por 37 años, a pesar del fracaso socioeconómico. Pero creo relevante mencionar que Mugabe es el Padre de la Patria, que luchó como guerrillero contra la dictadura de Ian Smith que quería implantar el modelo racista del “apartheid” surafricano en la entonces Rodesia. Pagó el precio de años de cárcel y fue un héroe para la gran mayoría de la población negra, no sólo de su país sino de toda África. La clase media estaba integrada en su mayor parte por la población blanca de origen británico, que emigró casi totalmente. Por tanto, Zimbabue nunca conoció la democracia.
Para la oposición democrática venezolana, el apoyo de los gobiernos democráticos es absolutamente vital. Y todos los gobiernos democráticos, incluyendo el Grupo de Lima, los EE. UU., la UE, además de la Santa Sede, en todas sus declaraciones, afirman que la crisis venezolana debe tratar de resolverse a través de negociaciones entre el Gobierno y la oposición. Por tanto es evidente que la oposición no puede rechazar a priori la búsqueda de una solución negociada al conflicto, aunque sea solo para demostrar, de forma definitiva ante la comunidad internacional, que el régimen es el que impide una solución pacífica, constitucional y democrática a la crisis.
La historia nos dice que las dictaduras se enfrentan con éxito a través de diferentes “caminos”, complementarios y simultáneos. Los “caminos” se dividen en presiones nacionales e internacionales, de diverso “tipo”. En el caso venezolano, la presión internacional es absolutamente vital, aunque no necesariamente suficiente. En las recientes elecciones regionales, los gobiernos democráticos le solicitaban a la oposición participar. Ahora, después del evidente fraude, el Grupo de Lima, con el apoyo de EE. UU. y la UE, nos dice que no puede haber elecciones reconocidas si no hay un nuevo Consejo Nacional Electoral (CNE) y observación internacional calificada. Alrededor de esta posición debe reestructurarse la unidad de la oposición democrática. Unidad indispensable para mantener el existencial apoyo y la credibilidad en la comunidad internacional democrática. En efecto, en esta posición coinciden los partidos más relevantes y también María Corina Machado y el alcalde Ledezma, que no llamaron a votar en las regionales. Quedarían fuera de este consenso los exgobernadores Henry Falcón y Manuel Rosales. En este caso, veremos si la totalidad de su partido, Nuevo Tiempo, lo acompañará en esta posición claramente colaboracionista. El descaro de Rosales y el régimen fue simplemente pavoroso. “Curiosamente”, el Tribunal Supremo le quitó la inhabilitación que tenía para ser candidato y el día después anuncia su candidatura a la gobernación del Estado Zulia, en unas nuevas elecciones llamadas por el régimen, después de haberle quitado la gobernación al candidato unitario Juan Pablo Guanipa, por no haber aceptado el chantaje del régimen de juramentarse frente a la ilegítima Asamblea “Constituyente”.
Que las elecciones regionales en Venezuela fueron un fraude, no hay dudas al respecto. El promedio de las encuestas serias en Venezuela generalmente aciertan en sus estimaciones y las pocas veces que no lo han hecho se equivocan en resultados muy cerrados y por una diferencia de unos pocos puntos. Pero es simplemente inverosímil que la estimación más favorable al régimen fuera de 70% a 30% en contra y que se transforme en 54% a favor. El régimen utilizó violencia, irregularidad, manipulación, ventajismo, corrupción, trampa, extorsión, coacción y chantaje para torcer y desconocer la voluntad del electorado. En efecto, la absoluta parcialidad y complicidad del CNE en el fraude fue evidente.
En Venezuela estamos sufriendo un gobierno depredador y forajido que quisiera implantar un régimen totalitario, como el cubano, pero no tiene capacidad ni eficiencia para concretarlo y puede calificarse como un totalitarismo fallido: una dictadura chapada a la antigua pero con fachada neocomunista. La historia del último medio siglo nos enseña que las dictaduras se enfrentan exitosamente por diversos “caminos”, en la mayoría de los casos, complementarios. Los “caminos” pueden catalogarse en dos renglones: presiones nacionales e internacionales. Las nacionales, por ejemplo, incluirían protestas pacíficas y no violentas, las que pueden ser alrededor y en combinación de movilizaciones electorales. Incluyen también guerrillas como la Contra, en Nicaragua, y el ANC, en Suráfrica, y obviamente los diversos tipos de golpes de Estado militares. Entre las presiones internacionales están las diplomáticas, que llevan al aislamiento y reducen la imagen y prestigio del gobierno forajido, las sanciones financieras y comerciales, el apoyo financiero y logístico a las guerrillas internas, como a la Contra, el apoyo discreto a un golpe de Estado y la intervención militar directa, como en la caída de la “narcodictadura” de Manuel Noriega, en Panamá. Salvo en caso de golpe militar e intervención militar externa, el proceso de presiones termina cuando hay un resquebrajamiento del régimen y asume el control del Gobierno el sector que acepta una salida negociada y pacífica. Al respecto, la historia enseña que se necesitan garantías políticas y personales para una buena parte de los dirigentes del régimen. Recordemos los casos Pinochet y Humberto Ortega, que se mantuvieron en la Comandancia del Ejército de Chile y Nicaragua por varios años.
La acelerada deriva dictatorial del Gobierno ha favorecido la idea de que en Venezuela se va a implantar un régimen totalitario comunista similar al cubano. Se alega que el régimen cubano se ha mantenido durante ya casi seis décadas, a pesar de un fracaso socioeconómico evidente. No nos olvidemos de que Cuba en 1959 no era Haití, tenía el más alto ingreso “per cápite” en América Latina, después de Argentina, Uruguay y Venezuela. Ahora son muchos los países que la superan ampliamente. Sin embargo, creo útil resaltar las sustanciales diferencias entre los casos venezolano y cubano.