Sadio Garavini Di Turno
NOTAS DE Sadio Garavini Di Turno
“Un viento de cambio está soplando a través de este continente”, dijo el primer ministro británico Harold Macmillan, el 3 de febrero de 1960, en su discurso ante el Parlamento de África del Sur en Ciudad del Cabo. Macmillan se refería a la creciente fuerza del nacionalismo africano que estaba cambiando la geopolítica del continente, a través del proceso de descolonización.
Recientemente, una delegación técnica de las Naciones Unidas, presidida por la jefa de Gabinete del Secretario General, la argentina Susana Malcorra, concluyó una visita a Guyana y Venezuela, acordada en septiembre entre Maduro, Granger y Ban Ki-moon. “La jefa de Gabinete está satisfecha con el progreso hacia una salida a la controversia que sea mutuamente beneficiosa”, señaló el portavoz de la ONU Farhan Haq. En Georgetown, el presidente Granger tiene como asesores para el tema de la controversia por el territorio Esequibo, entre otros, a Sridath Ramphall, el primer canciller de Guyana y ex secretario general del Commonwealth, el ex Canciller Rashleigh Jackson y Cheryl Miles, quien fue embajadora en Caracas entre 1986 y 1993 y ha sido nombrada de nuevo como jefe de misión en Venezuela. Todos ellos han trabajado en la controversia con Venezuela a lo largo de cinco décadas, sirviendo a gobiernos de diferentes partidos.
Pasé unos días en Guatemala, donde tuve la oportunidad de reencontrar muchas amistades que se forjaron cuando fui embajador de Venezuela en ese país, entre 1990 y 1997. Entre otros, pude departir en una muy grata cena con el amigo y actual presidente de la República, Alejandro Maldonado Aguirre, insigne jurista, magistrado y expresidente de la Corte de Constitucionalidad. Maldonado fue electo vicepresidente por el Congreso hace unos meses, cuando la anterior vicepresidenta, Roxana Baldetti, fue privada de su inmunidad y obligada a renunciar al ser acusada de corrupción por el Ministerio Público. Más recientemente, Maldonado se convirtió en jefe del Estado cuando el presidente y general Otto Pérez Molina tuvo que renunciar, al ser también enjuiciado por corrupción. Actualmente, tanto Baldetti como Pérez Molina están en la cárcel.
Un incidente en el cual unos militares venezolanos fueron heridos en la frontera con Colombia por una banda de contrabandistas fue utilizado por el presidente Maduro como excusa para cerrar la frontera más viva del continente después de la de México con EE. UU., declarar el estado de Excepción en numerosos municipios fronterizos, retirar al embajador y ordenar la “revisión integral” de las relaciones. Se inició también una ola de deportaciones abruptas y forzadas de humildes colombianos indocumentados, incluyendo niños nacidos en Venezuela. La forma violenta como se procedió a las deportaciones ha sido criticada, entre otros, por la ONU, la Acnur, la Iglesia Católica y numerosas ONG de derechos humanos.
Con el fin de la Guerra Fría, el derrumbe del Imperio Soviético y el evidente fracaso del modelo socioeconómico marxista-leninista, la sociedad occidental perdió la tensión moral que significaba la lucha existencial con el adversario ideológico global y entró en un período de profunda crisis ética, que han advertido autores como Octavio Paz, Giovanni Sartori, Zbignieuw Brzezinski, quien define a Occidente como la “Cornucopia permisiva”, y Jacques Attali, quien sugiere que para resolver los problemas de la humanidad hay que “restaurar la idea del mal, la idea de lo sagrado, en el centro de la vida política”. Efectivamente, en el Occidente desarrollado impera culturalmente un consumismo relativista y hedonista que ha hecho del placer el eje central de la existencia humana, el fin último es “ser feliz”, a toda costa, aunque sea químicamente.
La controversia territorial entre Venezuela y Guyana por el territorio Esequibo está enmarcada jurídicamente en el Acuerdo de Ginebra de 1966, que tiene como objetivo primordial “buscar soluciones satisfactorias para el arreglo práctico de la controversia”. Sin embargo, mientras no se logre la solución de la controversia, el Acuerdo deja a Guyana la posesión del territorio en reclamación, con las consecuencias y ventajas que eso significa.
Con el decreto 1787, del 27 de mayo, Venezuela crea y activa unas zonas operativas de defensa integral marítima e insular (Zodimain). En la Zodimain Atlántica se incluye, además de las áreas marinas y submarinas de la zona en reclamación, buena parte de la fachada atlántica guyanesa, pero también aguas correspondientes a Surinam y Guayana Francesa, violando el límite marítimo entre Guyana y Surinam, fijado en el laudo arbitral de la Corte Internacional de Justicia (CIJ) del 2007.
Recientemente la Exxon Mobil hizo un hallazgo importante de petróleo en la concesión Stabroek, en un punto que está en aguas guyanesas, pero la concesión abarca también áreas de la Zona en Reclamación del Esequibo y de la fachada atlántica del estado Delta Amacuro. La Cancillería venezolana envía una nota de protesta a la Exxon, alegando que está violando el Acuerdo de Ginebra de 1966. La nota de protesta debería haber sido enviada a Guyana. El Acuerdo de Ginebra es un tratado entre Estados y obliga solo a las partes firmantes. Pero la intención del gobierno de Maduro es política: hacer aparecer que el enfrentamiento es con una transnacional norteamericana. Es interesante notar que en el proyecto Stabroek, la Exxon está asociada con la Nexen Petroleum Guyana Limited, que es propiedad de China National Offshore Corporation (CNOOC), socia de PDVSA en la Faja del Orinoco y en el proyecto de gas costa afuera Mariscal de Ayacucho.
Las recientes elecciones en Guyana han producido un histórico cambio en el Gobierno. Desde 1992 gobernaba el People’s Progressive Party (PPP), partido que recibía los votos de prácticamente la totalidad de la mayoría étnica guyanesa originaria de la India. Desde su independencia, en 1966, hasta 1992 había gobernado el People’s National Congress (PNC), que recoge los votos de la primera minoría étnica: los afroguyaneses. El PNC se mantuvo en el poder, básicamente, a través de fraudes electorales. Regresa entonces al poder el PNC, que con la incorporación de partidos minoritarios se convirtió en “A Partnership for National Unity” (Apnu), en alianza con una escisión del PPP, la “Alliance for Change” (AFC). El líder de la Apnu es el nuevo presidente David Granger y el líder de la AFC es el nuevo primer ministro Moses Nagamootoo.
La fortaleza del chavismo se basó en los siguientes pilares: 1) El carisma del caudillo, 2) la chequera más abundante y sostenida en toda la historia del país, 3) la carencia de una alternativa creíble y, sobretodo, 4) el apoyo popular mayoritario. El primero desapareció con el difunto, a pesar de los estériles esfuerzos para mantenerlo artificialmente vivo. La chequera está disminuida y absolutamente insuficiente. La alternativa democrática, con todas sus dificultades, normales en una coalición que incluye socialistas democráticos exchavistas hasta los neoliberales de Cedice, está indudablemente en una situación mucho más favorable que en el pasado. Pero lo fundamental es que, por primera vez desde el 2002, en todas las encuestas serias, el apoyo al gobierno está por debajo del 30% y el descenso continúa, a pesar de ganar algunos efímeros puntos utilizando un falso nacionalismo con la guerra retórica contra el imperialismo yanqui y un ridículo neocolonialismo español. El nacionalismo deberían demostrarlo defendiendo, con seriedad, la fachada atlántica del delta del Orinoco y nuestros derechos en el Esequibo. Es importante señalar que en todas las elecciones el apoyo al gobierno se reproduce casi exactamente en el voto a su favor. Es la correlación que prácticamente nunca ha fallado. Con el desastre socioeconómico que estamos viviendo, ahora sí todos los venezolanos, azotado, por la inflación galopante, la inseguridad y la escasez, provocada por la ineptitud, la corrupción y las ideas muertas de un modelo fracasado, el gobierno enfrenta la posibilidad cierta de una pérdida contundente en las elecciones parlamentarias del 2015. Frente a este escenario, el régimen ha optado por tratar de culpar del desastre a una supuesta guerra económica del sector privado, un verdadero insulto a la inteligencia del pueblo, cuando la absoluta mayoría de los productos más escasos son producidos, importados y distribuidos por el gobierno. Este, además, ha decidido aumentar la represión y la intimidación de la oposición, a través del terrorismo judicial, la censura y presiones sobre los medios independientes. Pero el esfuerzo fundamental, en vista de las inminentes elecciones, está dirigido a fomentar la división y la abstención de la alternativa democrática. Es evidente que el gobierno ya está financiando supuestas terceras vías y candidatos independientes para tratar de dividir el voto de los opositores y los desilusionados con el régimen. En la actual situación, la abstención del electorado opositor es el arma más contundente que favorecería al gobierno y es evidente una campaña, probablemente asesorada por Cuba, para fomentarla. La desmoralización y el pesimismo en la oposición es uno de los objetivos claves para “castrar” el esfuerzo electoral y promover la abstención y el exilio. Las redes sociales están llenas de mensajes de sospechosos opositores radicales, mayoritariamente anónimos, que promueven la abstención, pero hay sectores minoritarios en la oposición que aún creen que esta, a través de una supuesta deslegitimación del régimen, lo debilitaría. En esta ocasión, la abstención nunca llegaría a ser abrumadora y solo tendría como consecuencia posible la pérdida de votos decisivos en el resultado de las elecciones. Para aquellos desmoralizados por un pesimismo “castrante”, que solo conduce a la inmovilización y al exilio, sugiero que, siguiendo un poco el esquema de la apuesta de Pascal sobre la existencia de Dios, le den la oportunidad a estas cruciales elecciones, aunque no crean en ellas, de todos modos no perderían nada. En Venezuela las elecciones parlamentarias quizá no serán inmediatamente suficientes para el cambio definitivo, pero son un paso necesario y decisivo. Por tanto, hay que llamar a votar masivamente.