Santa Elena no está cerca de Quejá. Son entre 10 y 12 kilómetros cubiertos de lodo los que tuvieron que caminar los afectados para encontrar un lugar seguro, relatan los enviados especiales de Prensa Libre y Guatevisión a esa región.
Pero las condiciones están lejos de las idóneas. Familias han recibido a vecinos en sus casas, pero hay otros que cocinan en las calles de tierra o entre maleza.
El agua, un factor crítico para emergencias como esta, escasea porque la aldea no tiene energía que hace funcionar la bomba que surte a las casas.
Allá no hay aún albergues. Los consejos comunitarios de desarrollo se han organizado para ayudar a los afectados, pero las necesidades no están cubiertas para los más de 2 mil refugiados.
La ayuda humanitaria llega en picops, pero no alcanza para la cantidad de familias que necesitan ayuda. Faltan alimentos, agua embotellada, productos de higiene, frazadas, de todo.
Santa Elena también se ha convertido en camposanto para víctimas mortales del alud que soterró al caserío Quejá. En esta jornada hubo seis inhumaciones.