Este miércoles, De la Cruz dice haber hecho unos 15 viajes en el perímetro del mercado, donde ha cargado papa, tomate y otras verduras, al igual que varios “cargabultos”, a los que ya conoce bien, pero que son su competencia a diario, especialmente los más jóvenes.
“Antes era diferente, se ganaba más. Yo hacía más viajes, pero ahora ya no tengo la misma fuerza, me canso luego”, dice De la Cruz, mientras sonríe con el rostro que evidencia cansancio.
La mayoría de los que trabajan llevando productos en La Terminal, cobran Q3 por trasladar un quintal de cualquier verdura a otro lugar, aunque el precio del viaje puede subir hasta Q30 si la distancia es larga, lo cual, según ellos, “pasa muy de vez en cuando”.
José Sanic tiene 24 años, de los cuales ha dedicado cinco para trabajar en la terminal. La falta de oportunidades en la provincia y la responsabilidad de mantener a una familia hicieron que viajara desde Quiché a la capital para conseguir el sustento. A pesar de estar cansado por cargar bultos con verduras, bromea en su idioma con sus compañeros, con quienes durante el día se ha topado en diferentes calles y callejones de La Terminal, mientras efectúan el mismo tipo de trabajo.
La faena
La mayoría lleva el producto a los locales de los pequeños comerciantes o a los vehículos de los compradores.
Ernesto Suburuj, 35, tiene tres años de trabajar como cargador de bultos. No ha podido conseguir un trabajo más formal en la ciudad debido a su poca preparación académica, al igual que la mayoría.
La jornada de Suburuj comenzó a las 4 horas, y aunque ya son las 16 horas esperan que llegue algún cliente que ofrezca pagar por un viaje largo.
“Lo más que uno gana son Q30 o Q50 al día, a veces Q75, pero termina uno cansado porque hay que hacer más de 20 viajes”, asegura.
Como Suburuj, Sanic y De la Cruz, hay varios jóvenes y personas de la tercera edad a los que se les ve cargar productos en La Terminal para ganarse la vida. Algunos utilizan carretón, otros un troquet o simplemente su espalda.
Ocupados
Durante la mañana el movimiento es tanto en ese mercado que pocos de ellos optan por detenerse para hablar de su trabajo para no perder un viaje, muchos mencionan que el recorrido más largo por el que pueden cobrar hasta Q50 es de la calzada Atanasio Tzul, zona 8, hacia una librería ubicada casi en las afueras de La Terminal, por la zona 9.
Vendedores de La Terminal dicen que sus jornadas comienzan a las 4 horas y terminan hasta por la noche, cuando deben esperar a que llegue el producto, por lo que algunos optan por dormir en sus locales de madera y lámina, para que al día siguiente puedan levantarse temprano y comenzar una nueva jornada.
“Se acostumbra la gente, aquí no se duerme. A las 2 de la madruga siempre descargan producto en cualquier lugar”, asegura Juan Quiché, comerciante de banano.