Esas comunidades son muestras de que con trabajo coordinado se pueden transformar los barrios en lugares aptos para vivir, según Ernesto Paiz, coordinar del proyecto Barrio Mío, que desde el 2012 trabaja para reducir la vulnerabilidad en los asentamientos de ese municipio.
Vistas de la Comunidad se urbaniza en tres plataformas, tiene calles anchas y un salón comunal construido sobre llantas usadas. Las casas son humildes, pero la mayoría cuenta con muro de contención para evitar aludes. Algunas de las construcciones son de dos pisos y reforzadas. Además, hay un área deportiva.
En Cipresales, el diseño es diferente, la urbanización se desarrolla en la inclinación del terreno, pero las viviendas cuentan con muro de contención. La calle principal, de metro y medio de ancho, tiene pavimento capaz de absorber el agua de lluvia de forma rápida, los callejones tienen gradas y pasamanos y el agua de lluvia corre en cunetas.
Vistas de la Comunidad surgió hace 12 años a través de un proyecto de urbanización, pero no cumplió con los requisitos mínimos para esta, pues no tenía alcantarillas ni agua entubada. Cipresales se calcula que surgió hace 50 años debido al crecimiento poblacional.
En la actualidad, en los dos asentamientos las familias tienen servicio de agua entubada, energía eléctrica y drenajes. Además, cada lugar ha habilitado su propio sistema de tratamiento de aguas residuales, para evitar la contaminación del río Molino.
Proyecto ambicioso
Barrio Mío es un proyecto de la oenegé Project Concern International (PCI), con la colaboración de la Oficina de los Estados Unidos de Asistencia para Desastres en el Exterior (Ofda), la Municipalidad de Mixco y varias instituciones del Gobierno, entre estas la Coordinadora Nacional para la Reducción de Desastres.
PCI surgió hace 50 años en Estados Unidos, y trabaja en Guatemala desde hace 30 en programas de salud y asistencia alimentaria. Sin embargo, debido al proceso de urbanización acelerado surgió en el 2012 el proyecto Barrio Mío.
El objetivo era transformar comunidades del alto riesgo en Mixco, aunque desde el 2015 ampliaron su trabajo hacia la mancomunidad del sur, integrada por Amatitlán, San Miguel Petapa, Santa Catarina Pinula, Villa Canales y Villa Nueva.
Paiz explicó que el proyecto no es una unidad ejecutora de obra gris. Se enfocan en desarrollar modelos de asentamientos eficientes y de bajo costo para el mejoramiento urbano y la reducción de riesgos.
El coordinador expresó que la vulnerabilidad en los asentamientos se debe a que no hay articulación de los actores principales, desde las autoridades municipales, el Gobierno y el sector privado para convertir los asentamientos en lugares resilientes.
También se pretende fortalecer la capacidad municipal ante el crecimiento urbano, mejorar las viviendas y reconfigurar los asentamientos peligrosos, así como mejorar la infraestructura de distribución de agua y de saneamiento.
“Guatemala es uno de los países que no ha logrado tener un programa de vivienda social adecuada que tenga respuestas a la falta de hogar seguro y digno para las familias”, indicó Paiz.
Ese trabajo se ve reflejado en los dos asentamientos, donde viven 96 familias —518 habitantes—.
Ángeles
En una casa de 36 metros cuadrados, con dos habitaciones, sala y baño vive Nivia Chilel López, junto a su esposo, César Aroldo Vásquez, y sus cuatro hijas. Agradece a Barrio Mío por el trabajo que efectuó en Vistas de la Comunidad. Cree que ahora se encuentran más seguros y en una vivienda digna que fue gestionada por ese proyecto.
“Antes vivíamos en una covacha. No podíamos vivir tranquilos. Atrás de la casa caía agua y lodo en la época de invierno. En estas fechas sufríamos de aire y frío. Ahora vivimos tranquilos y calientitos. No nos podemos quejar. Dios envió a estos ángeles del cielo para hacer nuestra casita”, expresó Chilel López.
En el mismo vecindario reside Rosalva Ayala, junto a sus cinco hijos, y recuerda que tenían una covacha. “Eran tiempos muy difíciles. El agua entraba y mojaba los muebles y nuestra ropa. Había que mover todo de un lado para otro”, dijo.
Ayala fue una de las seis beneficiadas con el proyecto, que con gestiones del Fondo para la Vivienda (Fopavi) del Ministerio de Comunicaciones consiguieron construir seis casas modelo acorde con las condiciones del suelo de los asentamientos.
Élida Nájera, de 75 años, y su madre, Teresa de Jesús Ayala, 97, viven en una casa de madera y lámina, pero segura. “Solo falta que pavimenten nuestra calle”, manifestó Nájera.
“Ahora vivimos bien y más felices”, comentó Julia de León, presidenta del Consejo Comunitario de Desarrollo del lugar.
Es más caro reconstruir
Ernesto Paiz, coordinador de Barrio Mío, indicó que hacer trabajos preventivos en los asentamientos es más barato que reconstruir luego de los desastres naturales. Señaló que asistir a una familia damnificada cuesta unos US$41 mil 500 —Q290 mil, aproximadamente—, entre el pago de albergue, medicina, ropa, alimentos y más. Una vivienda social puede valer Q120 mil, si el lugar no tiene alcantarillado y agua, y Q60 mil si el terreno cuenta con servicios.
Trabajan con mujeres
Nataly Larios, coordinadora de proyectos de mujeres emprendedoras de PCI, informó que, de la mano de Barrio Mío, trabajan en programas para que la mujer contribuya con la economía del hogar.
En Vistas de la Comunidad, un grupo de mujeres vende comida. Julia de León, presidenta del Cocode de Cipresales, informó que la Fundación para el Ecodesarrollo y la Conservación las ha capacitado en jardinización y cuidado de áreas verdes.