A pesar de los 32 años que han transcurrido desde el secuestro, Andrade guarda la esperanza de ver a su hijo con vida y abrazarlo. “Él se ha convertido en el incierto porque no sabemos si vive. El sufrimiento de un secuestro solo lo sienten y valoran los que han pasado una pena como esta”, expresó.
Andrade recuerda que el 2 de marzo de 1985 su hijo, en ese entonces de 23 años, salió de su casa en la zona 3 de Xela para acudir a sus prácticas de ingeniero agrónomo, pero nunca regresó.
Ese día se registró una balacera en la zona 3, en las cercanías de su vivienda, y según testigos, varios sujetos se llevaron a las víctimas en un picop.
“Todo fue como un trueno. Yo era tan feliz con mis cuatro hijos, pero desde ese día nada fue igual, pues empezó nuestro calvario por encontrar a Joaquín”, manifestó.
Quincho, como era conocido, fue secretario general de la Asociación de Estudiantes Universitarios de Occidente.
“Joaquín era muy inteligente, cariñoso, serio y le gustaba luchar porque los pobres tuvieran acceso a la educación. Eso no le pareció a los gobernantes”, expresó.
Escribir
Tras la desaparición de Quincho, el dolor de Andrade crecía, por lo que decidió plasmar en un cuaderno su dolor y su lucha incansable por encontrar a su primogénito.
El cuaderno con el relato de su historia lo compartió a una escritora de la capital, quien lo editó y tituló El Cristo del Secuestro, sin imaginar que tendría impactó nacional e internacional, pues también circula en España, México y países de América del Sur.
Identificada con la Virgen de Fátima y el Cristo del Secuestro, la angustiada madre decidió hace 13 años construir una capilla en la zona 7 de Xela, donde todos los días reza por Joaquín; además, recibe a estudiantes para retiros espirituales.
“He decidido que cuando muera donaré la capilla a una fundación, para que más personas encuentren un refugio para soportar el dolor de perder a un familiar”, relata.
En la capilla, Elizabeth acostumbra a platicar con el Cristo del Secuestro y entonces le pregunta: ¿Cómo se verá ahora de 55 años?, cierra los ojos y recuerda que Joaquín era alto, moreno, delgado, un joven apuesto con muchas admiradoras.
“Yo le digo a Dios, tu sabes las verdades y los designios, si mi hijo está vivo concédeme a través de tus ángeles que vayan a indagar y que me traigan noticias y de lo contario dame conformidad con tu santa voluntad”, refiere.
Como un presagio de su muerte, antes de desaparecer Joaquín dijo a sus padres que se iría en uno de los camiones en los que viajaban campesinos para las fincas porque quería ver como trataban a los trabajadores, deseaba confirmar que eran tratados peor que animales, la molestia que sentía por el trato injusto era mayor que el temor.
“Cada hijo es un pedazo de cerebro, un pedazo de corazón, una parte de hígado, las madres amamos a los hijos porque ellos absorbieron nuestra sangre y nuestros pensamientos por eso mi sufrimiento no tiene fin”, dice Andrade.
En 1999 se dio a conocer la existencia del diario militar, también conocido como dossier de la muerte, con un registro de 183 personas que fueron secuestradas por el Ejército, porque se creía que tenían vínculos con organizaciones guerrilleras.
En el listado se encuentra Joaquín Rodas Andrade, quien, según el documento, utilizaba el alias Javier y era responsable de hacer propaganda del Movimiento Revolucionario del Pueblo Ixim, además, de ser disidente del Partido Guatemalteco del Trabajo (PGT) y de la Organización Revolucionaria del Pueblo en Armas (Orpa).