La historia de Jesse Schauben en Guatemala comienza en el 2006 cuando decidió tomar un curso universitario de dos semanas en el país, con la idea de escapar del fuerte invierno en Vermont, Estados Unidos, lugar donde estudiaba. En ese tiempo conoció un proyecto de desarrollo social y empoderamiento en Izabal. La única manera de llegar era en lancha, y en uno de los largos recorridos, “en cuestión de minutos cambió la trayectoria de mi vida para siempre”, relata Jesse, de 32 años.
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Al año siguiente regresó a Guatemala para hacer cinco meses de trabajo de voluntariado con una empresa que daba capacitaciones a futuros chefs, meseros y administradores de restaurantes. En esta organización notó la unión de dos aspectos que más le gustaban: la comida y el cambio social. Ocho años después, sin saberlo, su negocio se basaría en las mismas metas.
Luego de pasar varios años como director nacional de Pencil of Promise, organización que brinda educación de calidad, notó que el problema más grande para las comunidades rurales era la nutrición. Por lo que decidió darle vida a Tacorazón, “la primera cadena de comida rápida de alta responsabilidad social y ambiental en Guatemala”, explica. El restaurante, conocido por sus burritos gigantes, tacos y margaritas cargadas, no es el típico lugar de comida rápida, explica.
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Jesse hizo acuerdos con 15 distintas granjas y huertos familiares para comprarles productos orgánicos libres de químicos. Con cada burrito vendido se impacta la vida de la familia agrícola a través del precio justo que se les paga y porque también pueden consumir lo que cosechan.
Burritos gigantes
En el menú de Tacorazón se ofrece burrito pequeño y normal, pero lo que los hace especiales es que son de media libra hasta cuatro libras. En el 2017, Tacorazón compró más de 50 mil libras de productos orgánicos locales.
Jesse se enamoró de Guatemala por su gente. Recuerda que creció en las afueras de Boston, Massachussets, y solo conocía a sus vecinos de la casa de la par. Sin embargo, en los ocho departamentos donde ha vivido en Guatemala los lugareños siempre lo hacen sentir parte de una gran comunidad. Poco más de dos años desde que abrió las puertas del restaurante en el parque central de Xela, ahora busca crecer y abrir una segunda sucursal, adicional al servicio de catering que ya ofrece.
Idealista
Jesse anhela un movimiento de economía justa en el país, donde se comience a apoyar a las empresas que buscan mejorar al país y sus habitantes. También resalta que es un “momento increíble” para ser emprendedor social en Guatemala, y que las nuevas generaciones buscan y crean proyectos para llevar educación, salud y energía a la provincia.
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Los padres de Jesse siempre lo motivaron a viajar y explorar. Recuerda que cuando tenía cuatro años estuvo en una feria en un pueblo de México, y se perdió. Sus padres, quienes no hablaban español, lograron que los mariachis lo llamaran por el micrófono, pero como la “J” se pronuncia distinto en inglés, Jesse no sabía que le hablaban a él. “Hasta hoy, tengo familiares que me llaman por mi nombre latino, pero creo que es un bonito símbolo que una de mis primeras memorias sea haberme perdido en América Latina, y que décadas después sería donde me encontraría a mí mismo”.