Guatemala

Niños esperan llegada de papá

Cada noche, Candy Guch, de 33 años, y sus cinco hijos se sientan a la mesa, y aún guardan la esperanza de que por la puerta aparezca la figura de Mario Rolando Choxín Sicajau, padre de los menores, que desapareció el 4 de julio del 2009 y de quien no volvieron a saber nada.

Carlos Rolando,  Lesbia Alexandra  y María Claribel elaboran barriletes para vender y ayudar a su madre con los gastos de la casa.

Carlos Rolando, Lesbia Alexandra y María Claribel elaboran barriletes para vender y ayudar a su madre con los gastos de la casa.

Guch y sus hijos Madelin Belinda Choxín Guch, 3; María Claribel, 7; Jonathan Josué, 8; Lesbia Alexandra, 12, y Carlos Rolando, 13, no olvidan aquel día de julio del 2009 cuando su padre salió de su casa, en Santiago Sacatepéquez, a hacer un flete en su picop y nunca volvió.

Faltaban tan solo cuatro días para que Choxín Sicajau viajara a Canadá, pues había conseguido un trabajo temporal en aquel país, con el deseo darle a su familia una mejor calidad de vida.

Guch recuerda que ese día su esposo recibió una llamada telefónica, a eso de las 5 horas, donde un hombre le pedía un flete. Él salió a trabajar, pero no regresó.

Afirmó que un día después, las autoridades únicamente localizaron el picop de Choxín en la aldea El Tunino, Sumpango, Sacatepéquez, por lo que creen que fue secuestrado.

“La ilusión de la familia es que mi esposo regrese, porque solo así la pesadilla terminará. Las secuelas de su ausencia son dolorosas para los niños, pues no olvidan… Los recursos son limitados para vivir, aunque a diario trabajo duro para que no falte lo necesario. Lavo ropa y hago tortillas en casas vecinas, o a veces vendo verduras en San Juan Sacatepéquez y la capital”, expresó Guch.

Elaboran barriletes

Santiago Sacatepéquez se ha caracterizado por su tradición de barriletes gigantes, y Choxín aprendió a elaborarlos desde niño y les enseñó a sus hijos el trabajo, sin saber que esos conocimientos les servirían para ganarse la vida y ayudar a su mamá con los gastos de la casa.

Carlos Rolando, el mayor de los hijos, pega con goma el papel de China para los barriletes y lo ayuda su hermana Lesbia Alexandra. En una mesa, Jonathan Josué arma con paja e hilo las pequeñas estructuras, mientras que su madre corta el papel.

Jonathan Josué es el que más ha padecido las secuelas del secuestro de su padre, ya que después de la desaparición no quiere volver a la casa al salir de la escuela, la cual abandonó un año, pero retomó las clases.

“Con los estudios de Jonathan me ha costado tanto porque se distrae, se pone pensativo, se desespera y se enoja”, explicó la madre. Afirmó que los niños recibieron atención psicológica, pero por falta de recursos no pudo seguir con la terapia de Jonathan.

Ahora va a una iglesia donde oran por él, pues ya llegó al punto de pedir su muerte y, a pesar de su edad, dice que quiere vengarse de quien se llevó a su papá.

Caso cerrado

La investigación por la desaparición de Choxín quedó cerrada el mismo año del secuestro, aseguran los familiares.

Guch explicó que un investigador del Ministerio Público argumentó que no había suficientes evidencias en el caso, a pesar de que al principio habían dicho lo contrario.

“Cuando él —Choxín— salió, no dijo qué viaje iba a hacer, pero sí que había recibido una llamada. Nunca nos pidieron rescate, pero siempre que yo iba al Ministerio Público recibía una llamada en la que me decían que dejara de estar investigando y que diera por cerrado el caso o de lo contrario iban a matarme a mí o a mis hijos”, señaló.

Indicó que su esposo le dijo que estaba amenazado de muerte, pero no dijo por qué y recordó que quien le vendió el picop a Choxín le dijo que se lo daba porque en tres ocasiones se lo habían querido robar.

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