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Por qué los jugadores que roban toallas son un problema de Wimbledon

La edición de este año del abierto de Wimbledon ha dejado varias sorpresas: la eliminación del número 1 mundial y actual campeón, Novak Djokovic, y de una de las grandes favoritas en el bando femenino, Garbiñe Muguruza; y la aparición unas sencillas y austeras toallas blancas para los tenistas más jóvenes.

Las dos primeras están relacionadas exclusivamente con el aspecto deportivo. La tercera, sin embargo, tiene una explicación económica: a la organización le devuelven solo el 20% de las 6.000 toallas especialmente diseñadas para la ocasión que se les entregan a los jugadores.

Parece ser que los tenistas de élite además de trabajar para mejorar sus golpes tienen manos entrenadas para deslizar toallas en sus maletines deportivos.

Y este hábito genera una pérdida de casi US$160.000 anuales al torneo. Aunque no sobra aclarar que Wimbledon, torneo que se disputa en el oeste de Londres, no está corto de fondos, con una bolsa de premios cercana a los US$20 millones.

“El año pasado se repartieron 2.123 toallas entre los hombres y sólo regresaron 564. Y las mujeres no se quedaron atrás: se repartieron 2.106 y se recuperaron 456”, escribió la periodista Sarah Edworthy en la página oficial del torneo.

Pero los más ambiciosos son los menores de 18 años, los participantes en la categoría junior, que son quienes menos las devuelven.

¿Y por qué se las roban?

Novak Djokovic, el número 1, respondió sin vergüenza: “Para llevarlas como suvenir a los amigos”.

“Muchas veces me llevo una maleta entera con toallas de Wimbledon. Cada año hay mucha demanda de toallas entre mis amigos”, explicó el tenista serbio.

El asunto logístico de las toallas

Pero la logística para suplir de toallas a los jugadores durante el torneo más prestigioso del tenis es bastante llamativa.

Las toallas en cuestión son 100% algodón, miden 133 por 70 centímetros, pesan 500 gramos y tienen un diseño especial por cada año para mujeres y hombres, lo que las convierten en valiosos suvenires para coleccionistas.

Pero de acuerdo a las reglas, no son un regalo para los jugadores. Ni para sus amigos.

A cada tenista se le asignan dos por partido. Si el partido es suspendido por lluvia, se le dan dos adicionales cuando el encuentro se reanuda. El jugador puede solicitar una extra y es el juez quien determina si la necesita.

En este asunto, el récord lo tiene el español Rafa Nadal, que un partido llegó a pedir 10 toallas.

Al finalizar el encuentro, los jueces de campo piden de regreso las toallas, pero es aquí donde comienzan los artilugios: como no es obligatorio devolverlas, los jugadores deciden irse con las toallas al camerino antes de que se concrete la solicitud de los jueces.

“Sólo unas pocas son devueltas a pesar de la respetuosa demanda de los jueces de campo”, escribió Edworthy.

¿Cómo se las roban?

Aunque el All England Club le dijo a BBC Mundo que no haría comentarios sobre este aspecto, algunos tenistas dieron pistas de las metodologías para perpetrar sus robos.

“Por lo general me guardo en el bolso una de las dos toallas que me dan al inicio del juego y en medio del partido le pido una extra al juez, explicándole que estoy sudando mucho”, relató Djokovic.

La canadiense Eugenie Bouchard confesó que aprovecha las interrupciones por lluvia para cometer las sustracciones.

“Cuando hay interrupciones por lluvia me alcanzo a llevar dos. Cuando el partido se juega completo, unas cuatro”, dijo.

Para la ex número uno Tracy Austin, el tema de las toallas se reduce a las ganas de conservar un recuerdo tras participar en el torneo más importante del deporte.

“Es un objeto valioso. Djokovic, que se gana millones, reconoció que lo hace. Yo lo hice porque no basta comprar una de la tienda de mercancías oficiales, tiene que ser una toalla auténtica que se haya usado en Wimbledon”, le dijo Austin a la BBC.

Novak Djokovic

Y lo peor es que no es un asunto nuevo: la número uno del tenis femenino, Serena Williams, dijo que es una rutina que repite desde sus tiempos juveniles.

“Tengo toallas desde 1997. Y también algunas de hombres, que se consiguen a buen precio en el mercado negro”, bromeó Williams.

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