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“Trataban de atropellarnos y nos arrojaban piedras”: las hermanas que competían en secreto con sus bicicletas en Afganistán y huyeron del Talibán

En una ladera de los Dolomitas, dos hermanas están a punto de comenzar un ascenso de 10 km que zigzaguea hasta la cima de una pequeña montaña. Junto a ellas están tres de sus compañeras de equipo y mejores amigas.

La provincia de Faryab, de donde proceden las hermanas, hace frontera con Turkmenistán en el norte de Afganistán. (GETTY IMAGES)

La provincia de Faryab, de donde proceden las hermanas, hace frontera con Turkmenistán en el norte de Afganistán. (GETTY IMAGES)

Es una ruta preciosa. Hay pocos autos en el camino y la vista impresionante sobre un pueblo del Véneto las espera como recompensa.

Hay 17 curvas sinuosas, numeradas en cada vuelta. Son ciclistas de élite, algunas de las mejores de su país. Pero no están acostumbradas a pedalear en curvas, y desde luego tampoco a montar en bicicleta bajo una lluvia torrencial.

Está lejos del paisaje polvoriento del norte de Afganistán del que proceden, donde a menudo los caminos pedregosos no son siquiera aptos para caminar.

En la cima se detienen para admirar la vista de su nuevo hogar. Gruesas gotas de lluvia caen de sus cascos. Es hora de irse. Se sonríen la una a la otra mientras inician el descenso: “¡Nos vemos en casa!”.

Para las hermanas, nunca fue fácil montar en bicicleta, ni siquiera antes del regreso de los talibanes al poder.

Fariba y Yulduz Hashimi nacieron en una de las provincias más remotas y conservadoras de Afganistán, donde prácticamente nunca se había visto a una mujer en bicicleta.

En 2017, sin embrago, se organizó una carrera ciclista en la provincia de Faryab, en el norte, y las hermanas, que entonces tenían 14 y 17 años, decidieron que querían participar.

Pero había un pequeño problema: no sabían montar en bicicleta.

Tomaron prestada la de un vecino para practicar una tarde. Después de unas horas, finalmente le pillaron el truco.

Tuvieron que participar en secreto en la carrera porque no se lo habían dicho a su familia. Se cubrieron, usando ropa grande y holgada, grandes pañuelos en la cabeza y gafas de sol para que la gente no las reconociera. Incluso cambiaron sus nombres.

Terminaron primera y segunda. “Fue increíble. Me sentí como un pájaro que podía volar”, asegura Fariba, que ahora tiene 19 años, a BBC Sport.

Continuaron participando en tantas carreras como pudieron. Pero cada vez se hacía más difícil ocultárselo a su familia porque seguían ganando. Sus padres pronto se enteraron por las fotos tomadas por los medios locales.

“Al principio estaban molestos. Me pidieron que dejara la bicicleta”, dice Fariba. “Pero no me rendí. Continué en secreto”, sonríe.

Sus padres les advirtieron contra los peligros que entrañaba, pero finalmente las apoyaron.

Amenazadas

Las hermanas eran hostigadas con frecuencia. “La gente era agresiva, pero todo lo que yo quería hacer era ganar carreras”, explica Yulduz, de 22 años.

Hubo muchas amenazas“, agrega Fariba. “La gente trataba de atropellarnos con sus autos o motocarros. Nos arrojaban piedras”.

Hasta sus compañeras de clase en la escuela las acosaban por andar en bicicleta.

Sin embargo, pronto se hicieron notar y fueron convocadas para la selección nacional.

“Nunca olvidaré ese día”, recuerda Yulduz. “Me sentí en la cima del mundo”.

Sus carreras despegaron desde ese momento, hasta el regreso de los talibanes al poder en agosto de 2021.

Esto cambió todo e inmediatamente puso sus vidas en peligro.

El grupo islamista prohíbe a las mujeres practicar cualquier deporte. Pero eso no es todo. Desde que volvió al poder, el grupo ha coartado los derechos y libertades de las mujeres. Han prohibido a las niñas ir a la escuela y, más recientemente, asistir a la universidad, cortando por completo el acceso de las mujeres a la educación.

También han vetado a las mujeres de la mayor parte de los empleos, incluidas las organizaciones de ayuda humanitaria.

Las mujeres ya no tienen la libertad para vestirse como quieran. El código de conducta de los talibanes dice que las mujeres deben cubrirse por completo, pero la mayoría de las mujeres en las grandes ciudades solo usan el velo.

No se les permite viajar largas distancias sin un acompañante masculino y se les ha prohibido ir a parques y gimnasios. Sin todos esos derechos, muchas mujeres se preguntan qué les queda.

Una multitud espera junto al aeropuerto de Kabul para intentar abandonar el país en agosto de 2021.
Getty Images
La Agencia de Refugiados de la ONU estima que 2,6 millones de afganos se convirtieron en refugiados cuando los talibanes regresaron al poder en 2021.

Fariba y Yulduz, así como otras atletas como ellas, representaban un Afganistán que había logrado algunos avances hacia la igualdad de género durante las dos décadas que pasaron desde el derrocamiento del antiguo régimen por parte de una coalición liderada por Estados Unidos. Sin embargo, esa nueva versión del país no fue reconocida por los talibanes.

Exilio

Las hermanas sabían que tenían que marcharse si querían tener alguna posibilidad de continuar con sus carreras. De esta forma, contactaron con la italiana Alessandra Cappellotto, ganadora de un título mundial en ruta en 1997 y que ahora usa el ciclismo para ayudar a mujeres de todo el mundo.

Su organización benéfica, Road to Equality (camino a la igualdad), había patrocinado una carrera en Kabul para el Día Internacional de la Mujer de 2021, donde las hermanas Hashimi pudieron conocerla.

“Pidieron ayuda. Sus vidas estaban en peligro. Así que era natural ayudarles”, asegura Cappellotto, quien entonces llamó a todos los contactos y organizaciones que se le ocurrieron para sacarlas de allí, desde el Ministro italiano de Asuntos Exteriores hasta las Naciones Unidas.

Gracias a su influencia, Fariba y Yulduz, así como tres de sus compañeras de equipo -Nooria Mohammadi, Zahra Rezayee y Arezo Sarwari- consiguieron una plaza en un vuelo desde Kabul organizado por el gobierno italiano.

Salir del aeropuerto de Kabul fue una experiencia caótica y perturbadora. Tuvieron que despedirse de sus familiares, sin saber cuándo o si alguna vez volverían a verlos.

Nunca pensé que llegaría a ser una refugiada. Nunca imaginé que tendría que irme de mi país”, confiesa Fariba.

Cappellotto las llevó a un pequeño pueblo montañoso en la región del Véneto, en el norte de Italia, cerca de donde ella vive.

Tres ciclistas.
Getty Images
Alessandra Cappellotto (derecha) fue la primera italiana en ganar un oro mundial en 1997.

No es casualidad que sea un lugar muy popular entre los ciclistas, con innumerables y pintorescas rutas para andar en bicicleta.

La exciclista ayudó al grupo a establecerse en su nuevo país, organizó una casa para que vivieran, trabajos a tiempo parcial y, lo más importante, clases semanales de italiano.

Alessandra también les consiguió nuevas bicicletas, un entrenador profesional y un programa de entrenamiento.

“Alessandra es una heroína del ciclismo italiano”, asegura Fariba. “Nos ha ayudado mucho. Es como una madre para nosotras”.

El grupo ha formado un estrecho vínculo con su entrenador, Maurizio. Le llaman cariñosamente el ‘Capitano’ (capitán).

Cinco ciclistas y su entrenador.
BBC/Ivana Scatola
Fariba y Yulduz con su entrenador, Maurizio (centro), Alessandra Cappellotto (quinta por la izquierda) y otras compañeras de equipo.

Bajo su tutela, el equipo ha tenido que trabajar duro. “Nunca tuvimos un entrenador en Afganistán. Cuando llegué, sentí que había mucho que aprender”, dice Yulduz. “Fue un shock. Era como si no supiera nada sobre ciclismo”.

“Tenían un nivel técnico más básico, sí”, explica Alessandra. “Pero es cierto que el nivel del ciclismo en Europa e Italia es el mejor del mundo”.

También era una cuestión de seguridad. No estaban acostumbradas a montar en bicicleta por carreteras con autos. Tuvieron que hacer un curso de competencia ciclista, como el que generalmente realizan los niños.

Nuevas rutas

Se unieron al equipo ciclista italiano Valcar, participando en carreras en Italia, como el Campeonato Mundial de Gravel de la Unión Ciclista Internacional (UCI), en la cercana Vicenza, donde quedaron en los puestos 33 y 39.

En octubre participaron en su primera gran carrera en el extranjero desde que llegaron a Italia. El Campeonato de ciclismo en ruta femenino de Afganistán 2022 se celebró en Aigle, Suiza, debido a la situación en el país.

Fariba ganó la carrera después de un emocionante sprint contra su hermana, para convertirse así en la nueva campeona afgana de ciclismo en ruta. Después de cruzar la línea de meta, las hermanas se abrazaron en un largo y lacrimoso abrazo.

La victoria de Fariba le aseguró un contrato con el equipo Israel Premier Tech Roland y está lista para subir al nivel del UCI WorldTour Femenino, el nivel más alto de ciclismo en ruta, a finales de este año.

“No esperaba esto ni en mis mejores sueños. ¡Correré por todas las mujeres afganas!“, dijo Fariba a los medios tras su victoria.

Su hermana mayor, Yulduz, que obtuvo la plata, también se ganó un lugar en el equipo de desarrollo del Israel-Premier Tech-Roland. Zahra Rezayee, su amiga y compañera de piso, se aseguró el bronce.

“Estoy muy feliz por ellas”, reconoció Fazli Ahmad Fazli, presidente de la Federación Afgana de Ciclismo. “Estas mujeres son ciclistas increíbles y estoy seguro de que pronto ganarán grandes carreras para Afganistán”.

Cincuenta ciclistas participaron en la carrera, muchas de las cuales huyeron de Afganistán en agosto de 2021. Venían de diferentes países de Europa donde solicitaron asilo, así como de Singapur y Canadá.

Las hermanas tienen grandes sueños. Quieren convertirse en las primeras ciclistas de la historia, hombre o mujer, en representar a Afganistán en los Juegos Olímpicos.

No será fácil: la clasificación para los Juegos Olímpicos es muy competitiva. Y Afganistán puede que ni siquiera participe.

En diciembre, el Comité Olímpico Internacional (COI) advirtió al gobierno talibán que el país podría ser excluido de París 2024 si no se permite el acceso seguro al deporte a mujeres y niñas.

Si eso sucede, los refugiados afganos podrían tener la opción de competir bajo el equipo olímpico de refugiados del COI, como lo hizo la ciclista afgana Masomah Ali Zada en Tokio 2020.

Pero Fariba y Yulduz, que han ganado becas olímpicas que les brindan apoyo financiero y técnico para sus carreras, quieren representar a su patria, y específicamente a la bandera del gobierno derrocado por los talibanes.

Pasión y esfuerzo

“Quiero izar la bandera de Afganistán”, dice Yulduz. “Quiero que mi padre y mi madre me vean y se sientan orgullosos. Ese sería el mayor sueño de todos”.

“El ciclismo es un deporte donde la fuerza de voluntad, las ganas de trabajar duro y la pasión cuentan mucho. Y estas chicas las tienen”, asegura Alessandra.

Las hermanas extrañan desesperadamente su hogar y se emocionan cuando hablan de su familia. Sin embargo, con demasiada frecuencia se les recuerda por qué se fueron.

Han recibido mensajes en redes sociales de familiares que son miembros de los talibanes, en los que les dicen que se cubran en las fotos que han visto de ellas en medios internacionales.

“Mis amigas no pueden ir a la escuela ni salir de sus casas”, dice Yulduz. “Pienso, ¿qué hubiera sido de mí si me hubiera quedado?”.

El año pasado supuso un gran choque cultural para ellas. Pero Italia y la comunidad de la que han pasado a formar parte, las ha recibido con los brazos abiertos. “Cuando llegaron los talibanes, mi sueño había empezado a morir. Pero Italia me dio otra esperanza”, dice Yulduz.

Es una decisión brutal que han tenido que tomar muy jóvenes: elegir entre su país y su familia, y su carrera y sus sueños. Pero las hermanas están agradecidas de tenerse la una a la otra para compartir los altibajos de un cambio tan complicado.

Mientras los talibanes estén en el poder, regresar a casa como atletas profesionales no es una opción. Mientras tanto, las hermanas quieren demostrar a todo el mundo, pero sobre todo a sí mismas, que el sacrificio de dejar todo atrás valió la pena.

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