El viernes, el jurista canadiense Richard McLaren publicó la segunda parte del informe que había hecho público antes de los Juegos de Rio, en el que denunciaba un sistema de dopaje institucionalizado en Rusia, que derivó en la exclusión de un centenar de deportistas rusos de los Juegos de Rio.
En la segunda parte del informe, indica que más de un millar de deportistas rusos pertenecientes a más de 30 disciplinas estarían implicados.
“¿Pone usted en duda esas conclusiones?”, pregunta el rotativo. “No lo sé. Se habla de pruebas pero no se muestran”, respondió la atleta.
¡Que paguen!
“No creo en las conspiraciones, sólo espero que la investigación de McLaren se extienda al mundo entero”, prosiguió, estimando que el dopaje en Rusia “no es diferente al de otros sitios”.
Lo que más duele a la antigua pertiguista, dos veces campeona olímpica, y hoy presidenta del consejo de vigilancia de la Agencia Antidopaje Rusa (Rusada), es la acusación de dopaje sistemático y la caza a los tramposos.
“Vi las cifras”, responde Isinbayeva. “Estoy en contra de los tramposos pero no me gustan las generalizaciones. ¿Cómo podría admitir la idea de un sistema de dopaje institucionalizado cuando nunca he formado pare de él?”, se pregunta, a la vez que reprocha a la IAAF, y a su presidente Sebastian Coe, que no interviniesen para permitirle participar en Rio, donde aspiraba a conquistar un tercer título olímpico.
“Por supuesto que acepto que nuestros dopados sean castigados. Si hicieron trampa, que paguen. Lo que me duele es esta suspensión colectiva”, afirma.
Desde su puesto en la Rusada, la atleta manifestó su deseo de convencer a la Agencia Mundial Antidopaje (AMA) “de nuestra buena voluntad para limpiar las cosas en Rusia”.
“Mi próxima victoria sería lograr una licencia para el laboratorio (antidopaje) de Moscú”, concluyó.