Proveniente de una familia de misioneros —cristiano evangélico—, la infancia de Charles se desarrolló en ese ambiente y no tardó mucho en tomar la filosofía cristiana de su linaje.
En junio del 2002, la dinastía Fernández se trasladó a Guatemala con la misión de ayudar a personas de escasos recursos. Los primeros dos años lo hicieron en Chichicastenango. Luego, en el relleno sanitario de la zona 3 y en las faldas del Volcán de Pacaya, en Escuintla.
En la actualidad los padres del deportistas tienen una organización ministerial, no lucrativa, que promueven, el desarrollo comunitario, enseñando a ser autosuficiente.
“Dios trabaja de manera increíble. De estar en misiones a los Juegos Olímpicos es un cambio muy brusco, es una transición no relacionada. Me siento feliz y bendecido, pero con mucha responsabilidad”, señaló.
La vida del seleccionado en el pentatlón comenzó a los 14 años. En el 2010 participó en un evento de ese deporte. En esa ocasión sorprendió a todos, el brillo de su talento tenía el color de la medalla de oro que ganaría cinco años después en los Juegos Panamericanos de Toronto 2015.
“Siento que todo ha sido de la noche a la mañana. Normalmente en pentatlón se necesitan unos ocho años para llegar al alto nivel. Yo lo hice en cinco”, comentó.
El 2015 fue un año espectacular para Charles, al participar en su primera competencia a nivel de mayor en la Copa del Mundo. El sexto lugar logrado lo ubicó como número 15 del mundo.
En los Panamericanos de Toronto obtuvo la primera medalla dorada para el país y se clasificó a Río 2016, además de colocarse en el séptimo puesto del ranquin mundial con 154 puntos, empatado con el húngaro Adán Marosi.
El próximo 18 de febrero viajará a Egipto para continuar su preparación en la Copa del Mundo. Su visión es llegar sin lesiones y con la mejor condición a los Olímpicos.