“Su disminución auditiva en un deporte de contacto puede ser una limitante. Esa era mi mayor preocupación porque entrenaba con su audífono puesto. Los compañeros pusieron de su parte para enseñarle gestos técnicos, reglas y situaciones de juego”, expresó el argentino Lautaro Renati, entrenador del equipo.
“Le daba vergüenza hablar y la fue venciendo. Ahora no falta nunca. Como está aprendiendo, juega los últimos 10 minutos y es el tipo más feliz del mundo”, agrega el sudamericano.
“No sé el nombre de mi enfermedad, solo sé que con disciplina y esmero se pueden conseguir los resultados. Es lo que trato de hacer todos los días”,
Riqui suma su sexto mes de practicar un deporte al que llegó navegando en redes sociales y que se ha convertido en parte fundamental de su vida.
“Me agregó a Facebook y me preguntó de qué se trataba. Me dijo que quería aprender a jugar. Eso fue viernes, y el martes comenzó a entrenar”, afirmó César Rosales, capitán del equipo.
A partir de allí comenzó la nueva aventura de Hernández.
“Fue la mejor decisión de mi vida. Sentía emoción pero tenía miedo porque me costaba comunicarme, pero es una alegría inmensa”, expresó Riqui con voz baja pero lleno de emoción.
Crean una estrategia
Al principio entrenaba con su aparato para poder escuchar, pero en una ocasión lo rompieron y tuvieron que idear un plan.
“Aprendimos a guiarlo con gestos corporales de visualización y hablarle lento, para que pueda leer lo que estamos diciendo”, afirma Rosales, quien además comenta que después de practicar este deporte Riqui es “otra persona”.
“Como en cualquier deporte, si uno trabaja bien sirve en todo aspecto. Ha bajado de peso y le ha ayudado a ser más social. Era más callado y apartado. Ahora es otra persona”, dice el capitán.
Estudios, trabajo y religión
Riqui estudia bachillerato por la mañana y trabaja como desarrollador de animaciones en computadora por la tarde. Esas actividades las combina con algunas sesiones de gimnasio.
“Ahora sé leer los labios y puedo hablar un poco mejor. Mi familia está muy contenta de que venga a jugar con los muchachos, y yo siento una enorme felicidad que no tenía antes. Esto me motiva todos los días”, confiesa.
A Riqui nunca le gustó el futbol u otro deporte. Tampoco es seguidor de futbolistas o de algún deportista extranjero. Su único deseo siempre fue pertenecer a un equipo y poder jugar rugby.
“Esta es la primera vez que estoy en un equipo. Todos los días aprendo algo. Quiero ser un jugador más rápido”, dice Riqui, quien también es un fiel seguidor de la religión católica.
De su capacidad especial para escuchar a las personas, Riqui no dice mucho y simplemente trata de seguir adelante con su vida.
“No sé el nombre de mi enfermedad, solo sé que con disciplina y esmero se pueden conseguir los resultados. Es lo que trato de hacer todos los días”, afirmó, antes de correr para comenzar un entrenamiento más.