Bajo condiciones hostiles Sagastume dejó huella en su paso por las islas Pescado, Incahuasi, monumento al Dakar, hasta llegar al final de la zona desértica, en Colchani.
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“Empecé corriendo y me sentía bien, pero después de unos 40 kilómetros, algo en mi cuerpo me frenaba y entonces tuve que alternar corriendo y otros caminando. Así llegué a los 105 km. Mis piernas ya no respondieron y a pesar de que quería correr y conscientemente mi cerebro mandaba la orden, una cuarta debajo de mi cintura, esta se cortaba. Sencillamente ya no pude generar el ritmo de carrera. Fue entonces cuando tuve que caminar el resto de la ruta”, indicó el guatemalteco.
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Fuertes vientos y gélidas temperaturas de hasta -5 grados centígrados fueron otras de las condiciones que Sagastume debió superar. Sobre los cuatro mil metros de altura hubo necesidad de administrarle oxígeno.
El salar de Uyuni es también una de las zonas con las reservas de litio más grandes del planeta, lo que le impidió llevar más oxígeno a sus pulmones.
Como requisito obligatorio para llevar a cabo el reto, el guatemalteco se hizo acompañar de dos guías, quienes viajaban en dos vehículos, en los cuales se transportó agua, frutas y comida líquida.
“Me salieron ampollas, vomité ocho veces y los aparatos que llevaba el doctor para medirme la presión dejaron de funcionar. Hubo momentos difíciles y de sufrimiento. Mi más grande recompensa fue la oportunidad de haberme permitido que creciera mi ser interior al ir más allá de mis miedos a un lugar desconocido”, expresó Sagastume.
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