Con casi una hora de retraso (“las grandes estrellas se hacen esperar”, apuntaban los organizadores del acto con humor), Pelé y Maradona, históricos enemigos y rivales en el intento de ser considerados el mejor futbolista de la historia, habían entrado de la mano al pequeño campo de césped artificial construido para la ocasión por una marca suiza de relojes de lujo que patrocina la Eurocopa, la organizadora del acto.
Ni Maracaná, ni la Bombonera, ni el Azteca: el escenario en esta ocasión era el patio central del Palais Royal de París, muy cerca del museo del Louvre, en pleno corazón de la capital francesa. Allí llevaron los dos mitos todo su arte futbolístico.
La doble columnata que en la película “Charade” de Stanley Donen servía para el apoteósico enfrentamiento a tiros entre Cary Grant y Walter Matthau veía ahora cómo periodistas e invitados se apoyaban en ella para ver en acción este insólito duelo, en un clima distendido y lleno de sonrisas y buenas palabras. Nada que ver con sus cruces de declaraciones ofensivas del pasado.
Encima de la columnata, miembros de la organización controlaban que todo saliera según lo previsto, mientras en las ventanas de los edificios oficiales vecinos la gente hacía fotos y grababa el histórico momento.