Y es que la resaca del derbi abrió un debate interesante en el Real Madrid. Lisboa, la ciudad en la que los blancos ganaron su décima Copa de Europa y en la que Cristiano comenzó su andadura profesional hace más de una década, recibía al equipo del técnico francés, con una lupa encima para vigilar si Zidane se atrevería a repetir la alineación del Calderón.
En el feudo rojiblanco triunfó la tesis de Isco Alarcón en la media punta, la de Gareth Bale en la izquierda, su posición natural, y la de la desaparición de la “BBC” por la ausencia de Karim Benzema con la presencia de Lucas Vázquez en la banda derecha. Zidane no tuvo reparos en repetir y sólo cambió en el centro de la defensa a Nacho Fernández.
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Además, Sergio Ramos volvió a erigirse como jefe de la zaga y fue clave en una de las pocas jugadas aisladas del primer tiempo. Aunque aún anda falto de un poco de ritmo de competición, conserva a la perfección su intuición para aparecer cuando todo parece perdido.
Pero esa historia llegó al final de la primera parte, en la que los blancos no funcionaron tan bien como en el Calderón. Isco, apareció poco, no pudo repetir la exhibición del pasado sábado; Bale y Lucas Vázquez, parecían ausentes; Modric, menos inspirado; y, de Cristiano, pocas noticias.
Sin la inspiración madridista y con el orden portugués, los primeros 45 minutos se resumieron con un único disparo entre los tres palos del Real Madrid que acabó en gol. Lo marcó Raphael Varane, después de una falta sacada por Modric que remató mal Cristiano para dejar el balón en los pies del francés. Entonces, solo delante de Rui Patricio, abrió con comodidad el marcador.
Ese fue todo el bagaje ofensivo del Real Madrid, que entonces se encomendó a Sergio Ramos para marcharse al descanso con ventaja. El central sevillano apareció de manera providencial en un disparo de Bruno César que desvió cuando la pelota entraba en la portería de Keylor Navas.
La vuelta al césped fue accidentada para el Real Madrid, que en los primeros minutos sufrió el empuje de su rival y dos incidentes que acabaron con Gareth Bale fuera del campo por lesión. Antes, Marcelo dio un susto, pero pudo continuar. El galés, con el tobillo derecho dolorido, no.
Las sustituciones durmieron el choque y el Sporting, en otro arranque, pareció firmar su condena por una acción infantil de Joao Pereira, que empujó a Mateo Kovacic para hacerse con el balón y sacar rápido una falta. El croata tal vez exageró su caída y el juez de línea, a pocos centímetros de la jugada, decidió la expulsión del jugador luso.
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Con uno menos sobre el campo, los hombres de Jorge Jesús no se rindieron. El Real Madrid, pese a jugar con uno más, mostró una imagen pobre, sin un dominio total del encuentro, con falta de ocasiones y con la incertidumbre de sufrir un posible empate ante un equipo mermado.
Entonces, apareció Fabio Coentrao. Marcelo dejó su hueco en el campo al portugués y poco después de salir al campo provocó un penalti absurdo. El ex jugador del Benfica, con los brazos en alto mientras estaba dentro del área, recibió un pelotazo que no admitía dudas: pena máxima que marcó Adrien Silva.
Con diez minutos por delante, el equipo de Zidane intentó arreglar un desaguisado que le dejaba sin opciones de ser primero grupo. Con la victoria del Dortmund, los blancos estaban clasificados pero no podían ser primeros. Y, cuando todo parecía destinado a un último partido sin historia ante los alemanes en el Bernabéu, apareció Benzema.
El francés, a falta de tres minutos, hizo el 1-2 en el segundo disparo a portería del Real Madrid en todo el partido. Efectividad cien por cien. El cuadro madridista se clasificó para octavos pero ofreció una mala imagen que desterró el éxito del Calderón. El equipo de Zidane parece bipolar.