Según dijeron a la agencia de noticias Efe fuentes del gobierno regional, esas tres secretarías funcionan actualmente en edificios alquilados por el gobierno local, que prevé con la mudanza un ahorro cercano a los 10 millones de reales (3,3 millones de dólares) por año.
El coloso de concreto tiene capacidad para 72 mil espectadores y su construcción demandó una inversión del orden de los Un mil 600 millones de reales (533 mil 300 millones de dólares al cambio actual).
Su alto coste y el hecho de que el futbol es algo ajeno a la capital brasileña, que desde hace más de una década no tiene un equipo en la primera división, fueron objeto de duras críticas desde que fue anunciada su construcción, sobre las bases de un antiguo estadio que tenía capacidad para 40 mil personas.
Según estadísticas oficiales, el estadio solo se llenó durante algunos de los siete partidos que acogió del Mundial Brasil 2014, pero desde entonces sus tribunas no han vuelto a estar repletas.
En lo que va de este año, solamente se han jugado dos partidos amistosos, con clubes de dimensión nacional, como el Flamengo y el Cruzeiro, que pese a su arrastre no llegaron a llenar las gradas.
Su amplio estacionamiento, que tiene capacidad para unos 8 mil vehículos, luce virtualmente vacío desde que acabó el Mundial y es utilizado para aparcar diariamente unos 400 autobuses de transporte público.
Desde el Mundial, el estadio ha sido usado eventualmente para algún espectáculo musical y hasta para bodas colectivos, como la que el año pasado sirvió para unir sobre el césped del Mané Garrincha a un centenar de parejas.